Agua, de Lucero de Vivanco

Agua, de Lucero de Vivanco

Agua, de Lucero de Vivanco

Todo pez que sueña con saltar de la pecera donde lo condenaron a dar vueltas y hundirse en el mar de donde viene, debería sumergirse en el Agua de Lucero de Vivanco.

De los cuatro elementos que nos regaló el universo, de hecho, el agua es el primordial y quizás lo esencial. No solo porque es el componente más abundante de las células de cualquier ser vivo, sino también porque la condición de todos los mamíferos, y en particular la de nosotros los seres humanos, surge al extraernos de aquella sustancia con tremendo esfuerzo, sin querer y gritando. Nuestro origen y nuestro trauma. Ahí empieza todo, hasta la primera palabra. Pocos bebés empiezan a gritar “¡tierra!” o “¡aire!” o “¡fuego!”, ¡pero sí muchos, “agua”! Todos venimos del pez.

Agua

El mismo título de la novela de Lucero de Vivanco plantea de frente y sin disfraz esta premisa metafísica y existencial, ya conceptualizada desde los primeros filósofos presocráticos : Tales de Mileto quiso encontrar un principio básico de todas las cosas; algo que pudiera explicar lo que existe. Ese principio, al que denominó Arché, lo encontró en el agua. Todo está hecho de agua, decía, y “la tierra descansa en el agua, como en una isla”.

La construcción de la novela en dos capítulos enmarca la historia en el plano simbólico y trascendente del ciclo de la vida universal: partiendo del agua como elemento fundador, cada existencia particular nace con el tiempo (“El cronómetro”, Cronos) y termina con la muerte (“Fines de mundo”).

En la primera parte, “El cronómetro”, la autora nos obliga a caer del mundo de las ideas de Platón al mundo sensible, sumergiéndonos sin aviso previo en una piscina de la Lima de la década de los setentas, donde una niña de la clase alta está sometida por su padre a las presiones de la natación competitiva. Nos fuerza a sufrir la ley del reloj en aguas cloradas y techadas, a una edad en la cual todas hubiéramos preferido retozar y juguetear en la espuma y burbujas de profundidades marinas, o a orillas de alguna playa del norte del país. Pero aún nos faltan noventa minutos más de entrenamiento.

Si es que logramos recuperar el aliento, nos hace falta entrar en otras aguas del libro, más turbias, las de la familia. Cinco hermanas y dos hermanos mayores, todos disfrazados, saliendo de una foto en apariencia inofensiva, recuerdo de un día feliz de carnaval, una gitana, una tirolesa, un capitán de barco, una pirata, un campesino, una mariposa y una tarzana, cumpliendo con las expectativas sociales de su rango pero en el más profundo de su propio mar, desafiando para siempre a una madre, filigrana invisible de aquel mundo, que tardará en aparecer en el libro, pero que resulta ser la fuente de todo. El mismo piso de la casa lo revela para quien lo sabe descifrar: “corredor de carencias y caravana de excesos”.

Y sin que nos demos cuenta, ya somos esa niña, construyendo cuevas-barco bajo la mesa familiar o las sábanas de alguna cama peligrosa para intentar lucir, protegiéndonos, y para que “Desde lo alto, sobre las aguas agitadas de un mar embravecido o en las aguas en reposo de una pileta, en nuestra natación haya un “lucero” que brille como continuadora de una gloriosa dinastía”.

Con eso, a lo mejor estaremos listos para enfrentarnos con las aguas tibias, las más peligrosas, aquellas que tienen como propósito capturar a las niñas prepuberales con aroma a romero, eucalipto y lavanda. Las que tienen listas las peores enemigas de la fratría, las mujeres mayores ya enjauladas, hermanas, tías, cómplices ancestrales de las madres, las que no supieron o no quisieron permitir que les crezcan piernas a las sirenas.

Entonces junto a la niña, siendo ya por esencia “los últimos huevos de la raya del mar”, no nos queda otra opción que conformarnos con ser, según la misma expresión de la autora, “la hebra del diablo».

Y asistimos, impotentes, al naufragio. Nadar nunca bastará para satisfacer el hambre del padre, ni para escapar de los abusos latentes de los hermanos.

Felizmente la palabra quizás sea la única esperanza que pueda servirnos de tabla para pasar olas y alcanzar otras aguas calmadas, a las que todos anhelamos. Pero habrá que pagar el precio más alto, romper con las de donde venimos: saltar de la pecera al océano condena el pez a una muerte lenta y segura, aunque libre.

Lucero de Vivanco nos abre ese paso surfeando en sus palabras. Seguro perdió la mitad de la fratría en el intento, pero al final, y gracias a ella, nos libramos de una pesadilla líquida construyendo poco a poco una isla pequeña pero sólida en donde, a lo mejor, lograremos encarcelar para siempre en una foto a las falsas hermandades detrás de disfraces genéricos.

Y por fin ya podremos sentirnos delfines, capaces de hundirnos en otros mares, sin relojes ni piscinas. En nuestra verdadera y propia casa.

Vivanco, Lucero de. Agua. Cocodrilo ediciones, 2023.


Lucero de Vivanco, escritora y académica, es especialista en las relaciones entre literatura, historia, cultura, política, violencia y sociedad en América Latina. Es autora de ensayos como Historias del más acá: imaginario apocalíptico en la literatura peruana o Dispares: violencia y memoria en la narrativa peruana. Agua es su primera novela. Vive en Chile.

Acerca de Sophie Canal

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