«De niña a mujer» o las bildungsroman femeninas en la narrativa chilena escrita por mujeres
Preliminares
La infancia femenina contiene implicancias simbólicas y culturales que, cual corsé, van moldeando el cuerpo de la niña. Este cuerpo se va ajustando -o no- a las lógicas de poder subyacentes naturalizadas de la sociedad. Así, la niña debe aprender cuál es su lugar en el mundo, cuál es su posición, y cómo debe ser para encajar en este, siguiendo los modelos femeninos que la van encausando. Por ello, es mi interés analizar la configuración que las niñas realizan de su propia subjetividad, considerando las implicancias de su corporalidad femenina, y cómo su identidad es tensionada e incluso coartada por sus respectivos contextos familiares e históricos.
El corpus corresponde a las novelas Óxido de Carmen de Ana María del Río, En voz baja de Alejandra Costamagna, y Escenario de guerra de Andrea Jeftanovic, cuyas protagonistas son niñas que se transforman en mujeres. Por tanto, develar la infancia femenina como un proceso de formación tensionado por su género y contexto. La elección de este corpus radica no solo en el hecho de que estas novelas son escritas por mujeres, sino en que son escritas en tres momentos relevantes de la historia chilena reciente, Por una parte, Ana María del Río escribe en dictadura, con todas las implicancias que aquello tiene respecto a los lenguajes subrepticios utilizados y la autocensura en el tratamiento de los temas. Por otra parte, Alejandra Costamagna escribe en la década de los noventa, durante la así llamada “Transición”, período tensionado por el reciente pasado dictatorial, cuyas huellas aún resuenan fuertemente y en donde recién se están abriendo las puertas para reconocer lo ocurrido a través de voces acalladas. Por último, la novela de Andrea Jeftanovic inaugura el nuevo siglo, con todo lo que ello implica, incluso desde el punto de vista de la globalización, en donde todos los hechos y situaciones parecen estar conectados en una cartografía mundial.
La bildungsroman o novela de formación, grosso modo, trata sobre los aprendizajes que va adquiriendo un niño-joven, y que marcan su crecimiento y madurez a través de los distintos obstáculos que debe pasar, y los distintos modelos o anti-modelos con los que se va relacionando. Novelas de este tipo son El retrato del artista adolescente (James Joyce), Papá Goriot (Honoré de Balzac), la chilena La verdad en pintura (Adolfo Couve), entre otras. Sin embargo, en la gran mayoría de las bildungsroman los protagonistas son varones, no hay representantes de aquellas con protagonistas femeninas. Este aspecto lo subraya la intelectual María Inés Lagos, evidenciando que ello se debe a las características socioculturales atribuidas a la mujer, pero que esto no significa de modo alguno que no existan novelas de formación cuyas protagonistas sean femeninas, sino que el género en sí, adquiere una dimensión distinta a la bildungsroman tradicional el en caso de protagonistas mujeres, tal como lo sostiene Carmen Gómez Viu: «De acuerdo con la crítica reciente, el bildungsroman femenino difiere del tradicional género masculino tanto en los aspectos formales como en los hitos y metas del desarrollo y en las expectativas sociales que enfrentan las protagonistas de este tipo de relatos» (107). Por lo que se puede establecer que el bildungsroman posee particularidades, en el caso femenino, que subvierten el canon masculino, derivadas de las implicancias socioculturales que la infancia femenina tiene y de la conciencia que la protagonista tenga de su posición subordinada en la sociedad, pues como dice la crítica Bezhanova: «(…) propongo la definición del bildungsroman femenino moderno como un género donde el éxito del proceso de bildung de la heroína depende de su capacidad para darse cuenta de los vestigios del discurso patriarcal no sólo en el mundo que la rodea sino también dentro de su propia mentalidad»(1), de ahí la tensión entre su proceso formación identitaria y la sociedad.
Por tanto, la hipótesis de trabajo es que dichas novelas proponen una bildungsroman femenina que problematiza la representación y posición de la mujer en la sociedad, subvirtiendo el género utilizado debido a las implicancias de la (trans)formación de ser niña a mujer.
Las niñas protagonistas
Es necesario enmarcar las novelas en sus respectivos contextos históricos, ya que de esto depende en gran medida, la representación y problematización de la infancia de sus protagonistas. Así, mientras Óxido de Carmen se refiere al Chile de los años cincuenta bajo el autoritarismo de Ibáñez del Campo, En voz baja ahonda en el contexto de la dictadura y todo lo que esta conllevó en la vida familiar. Escenario de guerra, por su parte, establece un vínculo generacional entre la guerra que padecieron los padres inmigrantes durante su infancia en la Segunda Guerra Mundial, y la dictadura que experimentaron estos siendo padres de una nueva generación. En este sentido, las niñas se posicionan como testigos clave de los hechos históricos, cuyas consecuencias se proyectan y repercuten en sus historias familiares y personales.
La novela Óxido de Carmen de Ana María del Río, fue publicada en dictadura pero hace referencia al gobierno represivo de Ibáñez Del Campo, como una manera críptica y tangencial de criticar la dictadura esquivando la censura. El narrador cuenta sobre su juventud, su familia, el romance que tuvo con su media hermana Carmen y el trágico proceso de expiación a la esta fue sometida para mantener la honra y estatus familiar. Óxido de Carmen es una novela que devela y denuncia el exceso de dispositivos de control y educación sobre los niños, especialmente la niña, que tiene como consecuencia la anulación de su identidad subjetiva y su auténtico desarrollo en la sociedad. Un narrador masculino co-protagonista, de personalidad escindida, narra sobre lo acontecido a Carmen, joven sensual, espontánea, que rompe los códigos de conducta impuestos por su familia. La tía Malva inculca en ella la idea de pecado y limpieza moral, lo que genera que el despertar de su sexualidad se asocie con un pecado que debe ser expiado. El encierro a la que la someten y la anorexia que padece es una manera de limpiar el alma a través de purgar el cuerpo. Así, el efecto «panóptico» que erige su familia y que Carmen internaliza, va «oxidando» su cuerpo y su mente hasta el suicido final. En este sentido, los mecanismos del poder que subyugan y adoctrinan a una niña “rebelde”, tienen como consecuencia la representación de una bildungsroman invertida, pues el proceso formativo de Carmen finaliza con su muerte. La disciplina y las rígidas normas sociales finalmente la destruyen.
Ahora bien, cabe señalar la relación que poseen En voz baja de Alejandra Costamagna y Escenario de Guerra de Andrea Jeftanovic. Esta se basa principalmente en el hecho de que las protagonistas de ambas novelas son niñas que relatan las experiencias vividas durante su infancia y su crecimiento (Amanda llegando a la pubertad, mientras que Tamara llega a la adultez), en un contexto familiar fracturado por factores contextuales -la dictadura en el caso de Amanda; la guerra, en el caso de Tamara- y por las disrupciones que genera en ellas el «mundo de los adultos», es decir, el difícil vínculo que las une a sus padres, el cual se les vuelve una pesada carga de la que les cuesta desasirse.
En relación con esto, Nora Domínguez en De dónde vienen los niños, enfatiza las implicancias que conlleva tanto la maternidad como las figuras maternas en la literatura. Ella analiza principalmente el caso argentino, pero su reflexión es proyectable a toda la literatura latinoamericana, ahondando en su dimensión más problemática, debido a que, como afirma, la maternidad y el relato comparten el universo simbólico del origen (133), más allá de los modelos estereotipados y cómo la literatura de esta parte del mundo ha generado representaciones de las madres y la maternidad simbólicamente provocadoras, cuestionando el relato hegemónico de la maternidad al dotarlo de nuevas perspectivas y aristas (9). Ello también ocurre en el caso de las novelas analizadas, pues las madres que aparecen son mujeres conflictuadas, que cargan con la maternidad como un peso que les es difícil llevar, convirtiéndose en un aspecto problemático en sus vidas. Así, por una parte, en relación con la madre de Carmen, en la novela de Ana María Del Río, se revela que es de clase baja, no calza con el estatus social paterno, y vive apartada de la casa familiar. Se atribuye una herencia materna negativa, de ahí el intento de «salvarla» para salvaguardar el honor de la familia. La ilegitimidad de Carmen radica, según Sonia Montecinos, en su condición de niña «huacha», lo que marca tanto su destino como la necesidad de purificar la «estirpe» en la familia burguesa de la que ella forma parte. Su proceso de «oxidación» radica precisamente en el «blanqueamiento» de su origen ilegítimo, que termina por destruir su identidad.
Por otra parte, Cali, la madre de Amanda, en la novela de Alejandra Costamagna, es una mujer que no solo depende de un hombre en su vida, sino que, además, no es capaz de hacerse cargo de sus responsabilidades familiares ni de establecer vínculos afectivos con sus hijas, victimizándose constantemente y no siendo un apoyo para ellas, sino más bien el eje de sus problemas, ya que ella no es capaz de decirles la verdad sobre las cosas que ocurren en la familia (separación entre ella y Gustavo, llevada del nuevo hombre a la casa, desaparición de Gustavo, el padre), y por el contrario, las mantiene en un estado de desconocimiento total, como si ellas no tuviesen en derecho de saber qué es lo que ocurre a su alrededor, ni con sus progenitores.
Por último, la madre de Tamara, en la novela de Jeftanovic, es una mujer que no puede controlar sus emociones, asumir su rol de madre, ni compatibilizar la maternidad con sus romances, pues deja de lado a sus hijos para estar con su amante (al igual que Cali); tanto así que su «olvido» respecto a Tamara se convierte en algo patológico cuando le diagnostican amnesia selectiva, la cual excluye a Tamara de sus recuerdos debido al margen temporal del borramiento de su memoria, por tanto, prácticamente la niña se queda se queda sin madre, y mucho tiempo después, es ella, siendo ya adulta, quien adquiere el rol de madre respecto de la suya, que ya es anciana.
De esta manera, siguiendo a Nora Domínguez, se evidencia que las figuras maternas de las novelas están trastocadas y muestran una visión sobre las madres que las problematiza y resignifica a partir de sus contextos de producción, cuyas implicancias radican en las huellas que dejan en la formación y desarrollo de sus hijas. Este aspecto resulta interesante de considerar aunque sea tangencialmente, ya que en las tres novelas las niñas mantienen una relación más conflictiva con sus madres que con sus padres, las responsabilizan a ellas mucho más que a ellos de las situaciones problemáticas que viven en términos familiares. Este aspecto contiene implicancias de género, en el sentido de que se evidencia que son las mujeres las responsables de mantener la «armonía» y la «unión» familiar, en su condición de madres, pero, sobre todo, el deber-ser que está asociado a esta condición en términos genéricos. Así, las niñas (Amanda y Tamara) se enfrentan a sus madres críticamente porque no las consideran modelos válidos a seguir, ya que ellas no cumplen a cabalidad la construcción tradicional de lo femenino (Mujer-Madre-Familia). Situación que implícitamente avala dicha construcción y que se convierte en una paradoja, pues ellas mismas, como niñas, pretenden rebelarse contra el sistema que oprime su desarrollo subjetivo de la femineidad, a la vez que critican a sus madres por no cumplir su «deber-ser».
Siguiendo con lo anterior, cabe profundizar en las características de las protagonistas de las novelas, niñas que representan un imaginario común, pues miran «desde el asiento trasero del auto» -siguiendo a Lorena Amaro- lo que ocurre frente al volante adulto que guía sus vidas. En este sentido, Carmen, Amanda y Tamara representan la niñez fracturada por traumas familiares, y por la problemática relación que mantienen con sus padres, la cual debe abrirse paso en/contra el mundo de los adultos para poder lograr un espacio en donde crecer y construir su propia identidad, pues estas niñas, finalmente se transforman en mujeres, haciéndose cargo tanto del peso de su infancia como del de su familia, tratando de alguna u otra manera, de encontrar su propia posición en el mundo. Salvo Carmen, cuya adolescencia es destruida por la imposición de valores y normas que coartan su subjetividad hasta el extremo.
De esta forma, vemos las novelas, corresponderían a bildungsroman o novela de formación, sobre la cual María Inés Lagos, en el marco de su análisis a Balún Canán de Rosario Castellanos, sostiene:
Pero lo que caracteriza a los estudios tradicionales sobre el bildungsroman es que se basan en narraciones de protagonista masculino en las que las etapas del desarrollo y las metas de la socialización se refieren al desarrollo del niño o joven, las cuales no necesariamente coinciden con la formación y educación que reciben las niñas. Solo en los últimos años, especialmente a partir de estudios sicoanalíticos sobre las diferencias sexuales realizados desde los años setenta en adelante, se ha hecho hincapié en que el desarrollo de niños y niñas es asimétrico (…) En su estudios sobre el bildungsroman femenino (…) Annis Pratt distingue entre la representación del desarrollo femenino y masculino en la ficción (…) ponen en relieve la importancia que tiene la diferencia sexual en la interpretación de las narraciones de protagonista femenina. Mientras a los niños se los educa para ser independientes, a la niña se la educa para ser dócil, para que se relacione armoniosamente con los que la rodean y se haga cargo de sus necesidades olvidándose de sí misma. (161)
Características que pueden aplicarse a las protagonistas de las novelas analizadas, pues son jovencitas que no desean replicar los modelos femeninos adultos y buscan por ello su propia marca distintiva. Carmen rebelándose contra el sistema impositivo de su tía Malva y su abuela, mientras que Amanda contraponiéndose fuertemente a su madre Cali; y finalmente Tamara, escapando y distanciándose de su madre, con el fin de encontrarse a sí misma. Afirma Lagos respecto a su análisis:
Como en otras novelas de formación de protagonista femenina, los cambios sociales abren nuevas posibilidades e inauguran etapas, aunque enraizadas en el discurso de su sociedad y de su medio. Es cierto que los personajes femeninos no ofrecen un modelo para la protagonista, pero la trayectoria de la niña indica que de oyente, ha pasado a lectora para luego terminar empuñando la pluma. (176)
Lo cual tiene sintonía con las novelas, pues el contexto que rodea a las protagonistas resulta trascendental en cuanto a las experiencias de vida que ellas tienen, su formación, crecimiento y deceso en el caso de Carmen. Lagos pone énfasis además en los modelos femeninos adultos, los cuales las niñas no pretenden ni desean imitar. Por el contrario, tal como la autora lo señala, las niñas pasan de un rol pasivo (lectoras) a uno más activo, «empuñando la pluma», gesto que puede ser analizado literal o metafóricamente, pues implica un rol activo en que ellas serán quienes marcarán el pulso de sus propias vidas, a la vez que implica una relación con la escritura, caso que en las novelas de Del Río y Jeftanovic resulta evidente si se toma en consideración tanto el diario de vida que Carmen escribe (y que es incautado por su tía), y el cuaderno en que Tamara elabora una «obra» dentro de la misma novela. Respecto a esta situación, una perspectiva analítica interseccional brinda una luz de la cual no se puede prescindir, y es el hecho de que estas niñas poseen ciertas herramientas de libre pensamiento que les permiten tener un rol más activo y agencial respecto a ellas mismas, esto se evidencia en el mismo hecho de «empuñar la pluma», dichas herramientas no son casuales ni azarosas, sino que devienen de otros dos factores trascendentales que influyen en la constitución de la subjetividad femenina: la raza y el nivel socioeconómico. Tanto Amanda como Tamara son hijas de familias de clase media, con una profunda herencia histórica y cultural, son «blancas» y con un nivel cultural relativamente privilegiado, al igual que las escritoras que han dado vida a estas narraciones. Esta situación es un tanto más problemática en el caso de Carmen, pues ella es criticada e incluso discriminada por su linaje no castizo y pobre, lo que marca una interesante perspectiva interseccional a considerar en estudios posteriores.
De este modo, ambas novelas corresponderían a una bildungsroman, pero con características diferenciadoras, propias de la novela de formación de protagonistas femeninas, la cual subvierte e incluso invierte los valores y representaciones que erige la bildungsroman masculina, abriendo paso al sello de la formación de las mujeres en el contexto latinoamericano de fines del siglo XX.
En relación con la temática de la corporalidad femenina resulta fundamental comprender cómo se va configurando su identidad a partir de las huellas que el pasado y presente han dejado en los cuerpos de las niñas protagonistas. En los tres casos, la relación que entablan con su corporalidad resulta problemática, pues la asociación con la femineidad y el propio ser-mujer, se vuelve una carga que les es difícil sobrellevar. Por ejemplo, en Óxido de Carmen esto es llevado al extremo, pues no solo es encerrada y apartada de la familia, sino que es incitada a la anorexia, a expiar sus pecados dejando de comer, prohibiendo todo placer corporal en ella, incluso el referido a su sobrevivencia, coartándola como sujeto deseante hasta su deceso, el que puede ser visto como un fracaso trágico, o bien, como un acto de rebeldía y liberación corporal, tal como lo explica en su estudio Jeftanovic. Además, cabe destacar que el despertar sexual de Carmen es el gatillante de los conflictos, ya que el canon indica que no es propio de la niña el mantener una relación placentera con su cuerpo, de ahí la restricción a la que es sometida.
Por su parte, en el caso de Amanda, ella reniega del desarrollo normal de su cuerpo derivado de la pubertad, e incluso del volumen que podrían adquirir sus pechos; además, al no alimentarse adecuadamente, es sumamente delgada, como si quisiera que su propio cuerpo se marchitara. De esta forma, se enfatiza la relación que En voz baja mantiene con los conceptos cuerpo-dolor en la explícita escena en que Camila se corta los pezones y Amanda evoca aquello a partir de su deseo por anular el cuerpo femenino, debido a que lo considera la razón por la cual las mujeres son perjudicadas, dañadas, dependientes de los hombres y sometidas por ellos.
Por último, en el caso de Tamara, la problemática con su corporalidad pasa principalmente por las implicancias que su menstruación posee no solo para ella, sino para su padre, situación que la hace sentir culpable y que la asusta porque su padre constantemente le señala enérgicamente que no quiere más sangre en la casa, aludiendo, a causa de su trauma, a la sangre que recuerda de la guerra vivida en su infancia. Por tanto, para Tamara, la sangre que fluye de sí, intrínseca a su ser-mujer, se convierte en algo que la avergüenza y culpabiliza, teniendo como efecto el que ella reniegue de su condición de mujer.
De esta manera, es innegable el vínculo que existe entre la infancia femenina y la corporalidad, en la construcción de las subjetividades de la mujer, y por ende, en la elaboración de bildungsroman, pues la problemática en las tres protagonistas radica tanto en los conflictos que ellas tienen con su propio cuerpo y femineidad, como en la búsqueda de esa subjetividad que desean reconstruir desde los residuos que ha dejado la niñez, huellas que al hilarlas les permiten ver el tejido en donde pueden reconocer su historia y a su vez, reconocerse a sí mismas, en tanto sujetos situados en un mundo.
Primas de la teoría de género
En el marco de la teoría de género, es mi interés analizar la configuración que las protagonistas realizan de su propia subjetividad, y cómo esta es tensionada e incluso coartada por sus respectivos contextos. La temática del cuerpo es un foco relevante pues permite establecer la relación que mantienen las protagonistas con su propio ser, no solo psicoemocional, sino también en lo físico. Por esto, tres autores tratados en el curso resultan fundamentales para el análisis propuesto: Michel Foucault, respecto a Historia de la sexualidad y la problemática que subyace en relación al cuerpo femenino, Gayle Rubin y Tráfico de mujeres, debido al análisis crítico que realiza en torno al psicoanálisis y la construcción de la subjetividad de la mujer, y Judith Butler, pues en Actos performativos entrega luces sobre la agentividad y el poder actancial del individuo en relación a su propia configuración genérica. Tres perspectivas que tienen asidero en la construcción de la subjetividad de las niñas de las novelas en cuestión.
Por una parte, Gayle Rubin siguiendo un acucioso estudio de la teoría del psicoanálisis de Freud con perspectiva de género y feminista, sostiene «alcanzar una femineidad normal es algo que tiene severos costos para las mujeres» (34), hecho que se evidencia en el proceso de formación y aprendizaje de las niñas protagonistas, y que tiene como consecuencia, la subversión del género bildungsroman que realizan las escritoras. Costos asociados a la individuación de sus subjetividades, a la problemática relación que las niñas mantienen no solo con su corporalidad, sino también con sus lazos filiales, como ya quedó de manifiesto en la sección anterior.
Además, Rubin argumenta que los niños/as, andróginos y bisexuales, son transformados en hombres y mujeres a través de mecanismos que dividen y deforman los sexos (34). Estos mecanismos se pueden relacionar con los dispositivos foucaultianos, y que en el caso de la mujer tienen implicancias radicales, ya que la niña construye su subjetividad en oposición al niño, es decir, está signada por la marca de la diferencia. De ahí entonces que la construcción mental de la niña esté cruzada por conflictos internos y externos, y que le sea difícil encontrar «su lugar», pues este no solo es un negativo, sino que también es erigido artificialmente.
Tal problemática se encausaba, siguiendo a Rubin, en el llamado complejo de Electra: «El niño ama a su madre pero desiste de ella por miedo a la amenaza de castración por parte del padre. La niña, supuestamente, ama a su padre pero desiste de él por temor a la venganza materna. Esa formulación suponía que ambas criaturas estaban sujetas a un imperativo biológico de heterosexualidad. También suponía que ya antes de la fase edípica los niños son hombres y mujeres “pequeños”». Sin embargo, el mismo psicoanálisis encontró limitante a tal teoría al descubrirse la «fase preedípica» en los niños, lo cual, en la niña, dislocaba absolutamente los presupuestos antes señalados, pues indicaba que para ella su objeto de deseo inicial también era la madre, y por lo tanto, era necesario explicar tanto su heterosexualidad adulta así como su «femineidad» (36). De esta manera, la niña debe distanciarse libidinalmente de su madre y reconocer su castración con el fin de hallar el lugar que le está (a)signado, en oposición al padre y distanciada de la madre, marcada por la carencia libidinal primigenia. En este sentido, Rubin explica el resultado que tal proceso tiene en la construcción subjetiva de la niña: «Si la fase edípica sigue normalmente y la niña “acepta su castración”, su estructura libidinal y su elección de objeto ahora son congruentes con el papel del género femenino. Se ha convertido en una mujercita femenina, pasiva, heterosexual» (46). Rol de género femenino que se problematiza en Carmen, Amanda y Tamara, pues a ellas les resulta complejo definirse mediante el papel asignado a la mujer, no se sienten parte de este. Por un lado, desean y necesitan distanciarse de sus modelos femeninos (madres y tías) porque no ven en ellas a las mujeres en que desean convertirse, por otro, el vínculo que las une a sus padres está marcado por una dolorosa distancia afectiva que afecta sus posteriores relaciones amorosas, tal como ocurre por ejemplo, en los casos de Amanda y Tamara, pues ellas, como ya señalé en la sección anterior, mantienen una relación conflictiva con sus madres y padres, situación que determina la relación que establecen no solo con sus posibles parejas, sino que sobre todo, con su propia subjetividad. De este modo, convertirse en «mujercitas femeninas» para ellas es un proceso de formación y aprendizaje no exento de trauma, dificultades, y una problemática relación con su propia subjetividad, la cual intenta reconstruirse.
Ahora bien, por otra parte, cabe considerar los presupuestos realizados por Michel Foucault en Historia de la sexualidad, en relación con el cuerpo y las implicancias de aquello en la construcción subjetiva de nuestras jóvenes protagonistas. En primer lugar, Foucault sostiene que el cuerpo está controlado por mecanismos de poder que lo coartan y lo transforman en un engranaje sistémico, los cuales llama «dispositivos», y que tienen la función de producir un discurso institucionalizado sobre la sexualidad, y por ende, del cuerpo. En relación con la hipótesis del presente estudio, lo relevante es que tal discurso sobre la sexualidad conceptualiza los cuerpos bajo sus lógicas, y es el cuerpo femenino al que se le aplican mayores dispositivos de poder, como parte de un sistema patriarcal hegemónico que mantiene a la mujer en una posición subalterna y subordinada. Justamente lo que ocurre en Óxido de Carmen, de modo ejemplificador, pues tal como ya he señalado en las primeras secciones, a Carmen se le aplica una coacción sobre su cuerpo, en donde se le impone la prohibición de cualquier placer corporal, para calzar con el molde femenino y expiar lo que se consideran sus «pecados», castigando su cuerpo y sometiéndolo a distintos dispositivos de control, los cuales son erigidos por las figuras de autoridad, los (anti)modelos (la tía Malva y la abuela) en quieres priman valores ultra conservadores, patriarcales, religiosos e institucionales, los que imponen directa e indirectamente a Carmen, quien aunque en un comienzo se rebela, y el tildada de «loca» y de «enferma» (procedimiento de histerización del cuerpo femenino, según Foucault), finalmente es aplastada por tal imposición.
De este modo, se evidencia que la corporalidad de las niñas en cuestión, está tensionada por los discursos hegemónicos sobre la sexualidad y el cuerpo femenino, lo que afecta la construcción de sus subjetividades. Por ejemplo, en el caso de Amanda, en el rechazo hacia el normal desarrollo de su cuerpo (pechos), en Tamara a través del repudio que ella siente hacia su menstruación, mientras que en Carmen por medio del proceso de «oxidación» que sufre y que la hace rechazar cualquier atisbo de femineidad.
Cabe sostener además, que la imposición de los dispositivos de poder y control sobre estas niñas en proceso de formación y aprendizaje, tiene una pequeña vía de escape y evasión a través de lo que Judith Butler llama «actos performativos», ya que ella lleva al extremo la sentencia de De Beauvoir: «la mujer no nace, se hace», es decir, que es un constructo sociocultural e histórico, pues el hecho de que la identidad de género corresponda a un ámbito performativo, permite cuestionar su estatuto cosificado, en donde el «cuerpo femenino» cumple un rol esencial, ya que está signado fenomenológicamente, siendo el sexo en una situación histórica un condicionante. Sin embargo, para Butler, el cuerpo no es una identidad en sí mismo, ya que es poseedor de un significado dramático en cuanto a las posibilidades que tiene de transformación, de ahí que el género para ella sea performativo en cuanto a los actos que potencian su fluctuación y transformación. Las niñas protagonistas tensionan el signo mujer en su proceso de formación y aprendizaje, llevando a cabo actos de rebeldía; por ejemplo, Amanda decide por sí misma no comer y en la escena final, autodescubrise corporalmente. Mientras que Tamara, lleva a cabo una activa vida sexual, y además escribe una obra dentro de la novela, acto constitutivo de «empuñar la pluma», lo cual le permite reconstruir su memoria y a sí misma. Por último, Carmen mantiene una relación placentera con su propia corporalidad, acto problemático; además, su suicidio puede verse como un acto performativo radical, que le permitió liberarse de las reglas y prejuicios impuestos.
Colofón
A modo de conclusión, considero que el presente estudio es relevante en términos de los temas y problemáticas que plantea, ya que dentro de las construcciones de la subjetividad, se da por hecho situaciones que no necesariamente son naturales, sino que más bien han sido naturalizadas por la sociedad, quien las ha impuesto subrepticiamente a través de dispositivos de control que enmarcan comportamientos, actitudes, e incluso pensamientos, dentro de cánones en donde una subjetividad auténtica no tiene cabida.
En el caso de las novelas analizadas, el proceso de formación y aprendizaje de las niñas protagonistas va develando dichos dispositivos de poder, y por sobre todo, aquellos aspectos problemáticos que tensionan no solo los modelos a seguir por las niñas, sino la construcción misma de lo que significa ser mujer en la sociedad. La metáfora del corsé es bastante ejemplificadora del proceso que viven, no solo a nivel físico, sino también psicológico, social, económico y cultural, lo que las lleva a vivir un proceso de construcción subjetiva y existencial que se vuelve problemático al enfrentarse al sistema del que ellas forman parte. De ahí la relevancia de analizar estas bildungsroman femeninas como bildungsroman subvertidas que develan los engranajes sociales y culturales que conforman ese corsé que va moldeando el cuerpo femenino.
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Lagos, María Inés. En tono mayor: relatos de formación de protagonista femenina en Hispanoamérica, Editorial Cuarto Propio, Chile, 1996.
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