Entrevista a Liliana Colanzi

Entrevista a Liliana Colanzi

Entrevista a Liliana Colanzi

«Me interesan las geografías olvidadas, los lugares remotos porque pienso que allí dónde nadie está mirando hay historias que merecen la pena contarse»

Por: Diana Félix Seras

En el marco de la edición número 26 de la Feria Internacional del libro de Lima 2022, la escritora boliviana Liliana Colanzi participó en tres mesas de diálogo sobre el horror y lo “weird”, así como el cuento en América Latina y sus abordajes desde lo gótico, la fantasía y la ciencia ficción. En esta entrevista, Colanzi, recientemente ganadora del VII Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero por su libro de cuentos Ustedes brillan en lo oscuro, nos habla sobre la ciencia ficción en la narrativa Latinoamericana contemporánea, sus personajes literarios, la violencia y el retorno de personajes como brujas y chamanes en los relatos contemporáneos, la crisis del sistema y del medioambiente y Lovecraft.

 

Tengo una primera pregunta que tiene que ver sobre el abordaje de la ciencia ficción Latinoamericana ¿Qué tan presente se encuentra la ciencia ficción, lo gótico latinoamericano ahora en el mundo?

—Hay escritoras cultivando los géneros de irrealidad como el fantástico, la ciencia ficción, el horror y que están trayendo al debate nuevas formas y nuevos temas, nuevas estéticas también. Pienso en Las voladoras de Mónica Ojeda que, además de ahondar en tradiciones andinas, tiene un trabajo con el lenguaje muy interesante, muy poético, a la vez que aborda cuestiones sociales como la violencia hacia la mujer y recupera figuras de la tradición andina como las brujas, la Uma para hablar del feminicidio. Hay también autoras de ciencia ficción como Andrea Chapela que escribe acerca de la subjetividad mediada por las nuevas tecnologías y lo hace con la particularidad de que todos sus personajes son femeninos y, en ese sentido están las autoras innovando con los géneros y renovando nuestra tradición.

Noto, particularmente en tu obra, una crítica hacia el neoliberalismo, un capitalismo salvaje y me pregunto si los personajes marginales, invisibles, los no nombrados que se encuentran en la periferia apelan a lo sobrenatural para dejar entrever esta crítica al neoliberalismo.

—La manera en que me aproximo a la ciencia ficción, a lo fantástico tiene que ver con un deseo de explorar cuestiones que están en el presente, pero que los géneros, en realidad, me permiten indagar de una manera más certera. Me interesan las geografías olvidadas, los lugares remotos porque pienso que allí dónde nadie está mirando hay historias que merecen la pena contarse. En mi último libro de cuentos, por ejemplo, hay paisajes que no han aparecido tanto en la ficción como el Amazonas boliviano que ha sido un lugar que ha tenido una historia y tiene una historia muy larga y terrible de extractivismo desde la época de la explotación de la goma elástica, pasando después por la explotación de la castaña hasta el presente cuando vemos un problema terrible de deforestación causado por la agroindustria, los incendios que asolan esta geografía año tras año. Entonces, situar mis cuentos ahí, en estos espacios, no es una casualidad porque para mi el paisaje de un relato no es gratuito, sino que me interesa que los personajes estén en diálogo con la historia que hay detrás de ese paisaje y que el espacio interrogue, de alguna manera, a los personajes. Si hablamos del cuento Atomito, por ejemplo, que está situado en una ciudad del Alto (Bolivia), esta geografía tampoco es casual, pues tiene una historia, una tradición política muy fuerte y muy potente y también una historia de represión policial que es terrible. Entonces, a pesar de que el cuento está narrado desde la ciencia ficción y una estética cyberpunk, que mezcla otro tipo de influencias: la influencia aymara con la influencia asiática, hay por detrás una historia que está muy presente y que resulta reconocible para los lectores que tiene que ver con esta historia con control policial y brutalidad policial.

Y eso me recuerda también a un cuento tuyo: Chaco en Nuestro mundo muerto, que permite ver esta problemática que afecta a las comunidades indígenas y nos permite entrever que el sistema neoliberal tiene estas falencias que deja personas afuera, como en este cuento. Entonces ¿Cómo abordar estos saberes ancestrales de las comunidades indígenas en tus cuentos y en otros relatos que se conectan con la ciencia ficción?

—Ese cuento Chaco está narrado por un adolescente que se siente inadaptado, que está marginado de su comunidad, de este pueblito en el Chaco porque es tildado, por un lado, de homosexual; y, por otro lado, de mentiroso, entonces, él asume un lugar de marginalidad. Sin embargo, al mismo tiempo él asesina a un indígena que encuentra en el camino y cuya voz va a tomarlo y se va a apoderar de él. Es interesante la historia de este personaje porque se podría pensar que él, como sujeto de discriminación, se podría alinear con la causa del indígena, pero es él quién lo mata y sostiene, luego en su cabeza, esta relación, primero antagónica y, luego, de fusión con esta voz. Este es un fenómeno que a mi también me interesa y que he explorado en varios de mis cuentos: ¿cómo, incluso siendo nosotros mestizos y teniendo en nuestras venas y en nuestra identidad sangre indígena, decidimos más bien identificarnos con la cultura europea, la cultura occidental, la cultura blanca? Rechazando esa parte de nuestra identidad que es un trauma que arrastramos de procesos coloniales y que aún siguen en nuestros países.

Seguimos dependiendo de una validación de lo extranjero, de lo europeo hacia lo que nosotros somos…

—Y nos modelamos también en ellos ¿no? Nos modelamos en esa mirada de afuera y el ideal blanco es el ideal al cual aspiramos. A pesar de que, difícilmente nuestras sociedades puedan considerarse blancas, a lo más somos “blancoides”, pero lo blanco no tiene necesariamente que ver con un color de piel, sino con un lugar de poder y esa es la paradoja que hay en nuestras sociedades. En vez de pelear contra el opresor, nos modelamos, en muchos casos, bajo el modelo del opresor.

Son rezagos del colonialismo que perpetúan y está presente en países nuestros con más pueblos originarios que somos nosotros, en Latinoamérica: Perú, Bolivia, México, Centro América y eso me lleva a preguntarte, a raíz de tus presentaciones aquí en la Feria del Libro, sobre personajes como las brujas, los chamanes ancestrales que vuelven y son reivindicados, quizás como un síntoma de escape a una sociedad del cansancio, una sociedad con contaminación, con cambios climáticos y consumista ¿Nos son estos personajes quiénes nos permiten liberarnos?

     —Cuando hacías referencia a las brujas estaba pensando en la forma en que los monstruos vuelven cada cierto tiempo para decir algo nuevo en una sociedad ¿Por qué la bruja ha regresado? ¿De qué manera nos habla la bruja en la literatura en estos tiempos? La bruja está muy inserta en un debate feminista sobre la autonomía de las mujeres, el poder sobre el cuerpo de las mujeres, el control de la concepción, el conocimiento sobre el cuerpo de las propias mujeres. Todas estas cuestiones están asociadas a esa figura de la bruja. Pero hay también otras figuras de lo monstruoso que regresan para interpelarnos y que a mí me interesa muchísimo. Por ejemplo, alguien mencionaba en la mesa a las vampiras de Clemente Palma. En la obra de Clemente Palma, la mujer aparece como esta criatura monstruosa que es capaz de quitarle la fuerza vital al hombre y de someterlo. Sin embargo, ha habido otras escrituras de la vampira del presente y estoy pensando en la novela Mala sangre de Michelle Roche Rodríguez de Venezuela o en la novela La sed de Marina Yuszczuk ¿no? que utilizan, más bien, la figura de la vampira desde otro lugar. Por ejemplo, en el caso de Mala sangre, la vampira es un producto de una sociedad que ve a la mujer como objeto y ser vampira es obtener un poder y una autonomía en una época en que las mujeres no la tienen. Pienso también en otros monstruos, en uno andino que me interesa mucho y me resulta fascinante como el vampiro andino, el degollador, que en Bolivia se llama Kharisiri y en Perú se llama el Pishtaco. Es también otra forma de vampirismo, pero que es un monstruo no creado desde la mirada occidental como puede ser el vampiro clásico que proviene de Polidori o de Stoker, sino más bien un vampiro creado desde la cosmovisión indígena que ve a un hombre blanco y con poder como aquel que va a extraer la grasa, es decir, la sustancia vital de los cuerpos de los indígenas y que representa esa irrupción foránea y disruptiva. Representa a un poder colonial extractivo que es capaz de destruir y creo que hay una sabiduría que está escondida en estas ficciones que nos contamos y que vale la pena explorarla porque dan cuenta de cosas que tenemos como sociedad y que nos sirven para entender cuales son esas pulsiones subterráneas que nos dicen algo del presente. No se si la palabra será sabiduría, pero hay un tipo de conocimiento oculto que está ahí cifrado en estas figuras.

Continuando con lo oculto, pero también con el horror, Dum Dum editora ha publicado el cuento El color que cayó del cielo de H.P. Lovecraft ¿Por qué volver a leer a Lovecraft? ¿Qué estamos redescubriendo ahora con Lovecraft? Y qué de su pasado en sus relatos, sin tener la tecnología actual, está ahora muy presente…más de cien años después.

—Hay facetas de Lovecraft que son controversiales a las cuales hay que aproximarse de todas formas como su conocido racismo y su conocida xenofobia; sin embargo, eso no invalida la extraordinaria potencia de su imaginación que, incluso, teniendo como eje este rechazo a lo foráneo fue capaz de crear mitologías que siguen resonando en el presente que han sido retomadas por un sinnúmero de autores, por ejemplo, una escritora indonesia que utiliza parte de la mitología Lovecraftiana mezclada con las tradiciones indonesias para hablar de terrores del presente con respecto a la maternidad, a lo monstruoso, a los secretos familiares. Me parece que Lovecraft fue un enorme adelantado de la imaginación de lo alienígena de aquello que pertenece al cosmos, de una manera no estereotipada, de una manera radicalmente original que nos hace sentir ese enorme misterio del universo y, en ese sentido, su obra está más viva que nunca. Creo que también él en una obra como El color que cayó del cielo da cuenta del desastre medioambiental de una manera que suena mucho con el presente. Estamos en una época en que ese debate se está convirtiendo en cada vez más central, más difícil de obviar. Él, ya en 1927, había imaginado este páramo provocado por una fuerza extraterrestre y sus efectos en toda la vida de esa zona afecta. Entonces ya allí hay una imaginación, lo que ahora podríamos llamar una ficción medioambiental que hoy está muy en boga, pero que ya podemos ver esas raíces en Lovecraft.


Liliana Colanzi (Bolivia, 1981) ha publicado los libros de cuentos Vacaciones permanentes (2010), Nuestro mundo muerto (2016) y Ustedes brillan en lo oscuro (2022). Editó La desobediencia. Antología de ensayo feminista (2019). Nuestro mundo muerto fue traducido al inglés, italiano, francés, holandés y danés. Ganó el premio de literatura Aura Estrada, México 2015. Fue seleccionada entre los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 40 años por el Hay Festival, Bogotá 39-2017. En 2017 creó Dum Dum editora en Bolivia. Enseña literatura latinoamericana y escritura creativa en la Universidad de Cornell.

Crédito de la foto: Isabel Wagemann

Acerca de Diana Félix

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