PROCESO DE ESCRITURA EN «ESTE MALDITO SOL DE AGOSTO», cuento de Lilian Elphick
El cuento «Este maldito sol de agosto» es una primicia y reto para la industria editorial, ya que no se compila en los libros de Lilian Elphick; sin embargo, este relato apareció, hace décadas, en un periódico en Chile como me confirmó su autora. Estos impases ocurren cuando un tesoro no ha sido descubierto. Por tanto, soy portadora de un alumbramiento cuentístico con su respectivo análisis. Encontramos el texto en letras.mysite.com (Proyecto Patrimonio). Lilian Elphick (Santiago de Chile, 1959) estudió literatura en su ciudad natal. En 1990 publicó su volumen de cuentos La última canción de Maggie Alcázar, año de su consagración internacional como cuentista al resultar finalista en el Concurso Cuentos Juan Rulfo, París, Francia. En estas tres décadas, sus textos han sido premiados, publicados en libros, antologías y revistas, tanto en Chile como en el extranjero. Su obra fue traducida al francés e italiano. Ella ha destacado como libretista, participante y organizadora de congresos, encuentros de minificción, y en una lista interminable de menciones honrosas y becas. Retornando a su obra, el crítico Diego Muñoz Valenzuela dice: «en sus cuentos predomina una visión femenina del mundo, afortunadamente múltiple y heterodoxa, mostrando caras del mismo universo… estilo matizado con diálogos». Ahora los dejo con este cuento dialogado en forma de carta o correspondencia.
Sabemos que toda buena pieza literaria nos remite a un clásico o contemporáneo, por lo menos, sea por proximidad o discrepancia. Con esta premisa, partimos que el relato epistolario “Este maldito sol de agosto”, de la brillante cuentista chilena Lilian Elphick, presenta la estructura formal de una carta clásica (fecha, destinatario, cuerpo, despedida y remitente) de corte amical. Pero dentro de esta formalidad, hay un singular acierto, de allí el asombro que despierta su contenido.
Intentamos demostrar que esta carta es un pretexto para exponer los pormenores de un proceso de escritura. De este modo, la autora toma su rumbo propio. En este sentido, durante su exposición textual, no hace más que darle un guiño a las cartas de Rainer M. Rilke en las que el autor puntualiza que permanecerá exento de opinar sobre los versos de su amigo. Además, la autora se distancia de las cartas de Van Gogh, que no vislumbran recursos de arte, y de Las cartas para K. Whitmore, de poeta Pedro Salinas (de corte amatorio), quien considera el epistolario como una gran invención. El historial epistolario es fecundo y abarca siglos.
Elphick se vale del artilugio de la carta, la cual llamaremos texto por asuntos metodológicos, y al responsable del texto lo nombraremos narrador; a quien le escribe, interlocutor. Una vez renombrados nuestros actantes, desentrañamos la riqueza textual de «Este maldito sol de agosto» para develar el proceso de escritura expuesto, con rigor y maestría, en este cuento.
El texto parte de la autodenominación «carta». En otras palabras, el propio texto se define como ese documento, privado en este caso, que se le envía a una persona determinada como advertimos en las siguientes expresiones «Esta es una carta que te escribo”; “la destruyo para que nadie sino mi recuerdo pueda leer la carta que ahora te escribo». A “carta” se le adhiere el verbo «escribir», como si fueran un par indisoluble o un sustantivo en consonancia con su acción (=carta: escribir). Este verbo principal aparece en «te escribo», «intento escribir», «escribir la nueva novela», «el lápiz escribe automáticamente». Es decir, el texto -misiva- declara que su contenido «podría llegar a ser una historia, o un cuento»; de ser así, al interlocutor «Alex» se le atribuiría el rol de personaje. Posteriormente juega con la verosimilitud: «entre ser sincera o mentir» en su proceso de escritura.
Otro recurso que predomina es la temporalidad: el tiempo frío de agosto como una maldición o reprobación para la imaginería, ya que «el misterio desaparece» en esta época del año, para dar curso a la letanía: «contamos las mismas cosas», «repetición de»; «cotidianidad pegada». Resalta que la vivencia es imprescindible para intensificar la escritura (cuento, historia), porque «las palabras no dan abasto. Es necesaria la magia». El narrador no soporta la ausencia de personas; busca aliarse de recuerdos, reencuentros o promoverlos, para que todo dé como resultante un cuento, según lo testifica en «(Ves como esto se parece…a un cuento)». Define claramente la posición de inventar -mal menor- frente a mantenerse cercano al interlocutor para vivir muchas vivencias, las cuales usaría en su narración, porque vivir apartado de los conocidos o amigos es perjudicial para la escritura, como lo enuncia en «los amigos son puentes no son islas». Caso aparte, señala la importancia de los símbolos o figuras literarias tal como «he tenido que ir construyendo metáforas para no terminar en la imprecisión lingüística».
En los enunciados, a pesar de usar el vocablo carta, muestra una rotunda ruptura con su molde tradicional, tal como lo confirma en «saltarme frases hechas de antemano, esas introductorias fastidiosas de “espero que te encuentres bien…”» y otras cursilerías baratas. Ante tantas imposibilidades, le remarca a su interlocutor que puede ella acudir a su encuentro. Se autodefine como «la buena amiga, la de paso, la que te surte de mermelada …» a manera de aposiciones descriptivas.
Además, observamos alusiones políticas como: 4 de septiembre, la planta «rayitos de sol» para enfatizar el título, y «a ras del suelo» en vez de “mirada baja”. Finalmente, el juego de verdad y mentira, y de exagerar es un asunto obligado dado “el sol de agosto”. Después, remarca su sentimiento mediante el siguiente juego de gradaciones: «te quiero, te echo de menos (…) te quiero mucho».
Como es de esperar, los enunciados usan la segunda persona de manera directa, antepuesta o pospuesta: «Alex» y «Tú no sabes; «te escribo»; «tú ya no estabas» (con énfasis éste último).
En conclusión, el narrador presenta el texto para describir la importancia de las vivencias en el proceso creativo, ya que cualquier sujeto puede convertirse en personaje. A falta de vivencias, uno recurre al imaginario; muchas cosas únicas sirven de pretexto para esta labor. La cotidianeidad no es un buen referente, pero puede usarse como último recurso. Para producir un aire fresco, se apela al interlocutor para que retorne o el enunciador ve la posibilidad de ir a su encuentro. Previamente, se interroga, se responde y, sobre todo, le habla a la segunda persona, Alex. Sucintamente, indica la mixtura de verdad y mentira como el más noble juego literario, tal como se aprecia en los enunciados finales «Qué sé yo si viviste en calle Viel. ¿No habrá sido en Santiaguillo»? Realmente, magistral el cuento «El maldito sol de agosto», so pretexto de mostrar los entresijos del proceso de escritura.
Elphick, Lilian. Este maldito sol de agosto. letras.mysite.com
Lilian Elphick (Chile, 1959) es narradora y editora chilena. Ha publicado, entre otros libros, Ojo travieso (2007), Confesiones de una chica de rojo (2013) y K (2014). Su cuentos han sido publicamos en numerosas antologías y revistas. Es editora de la revista «Brevilla«, dedicada a la microficción.