De mano umbría, de Carlos López Degregori

De mano umbría, de Carlos López Degregori

De mano umbría a mano umbría. Una pedagogía sobre el asesinato de la superficie.

Otro gran acierto de la editorial peruana Animal de invierno, en el 2019, es una colección de textos de CLD, las iniciales de Carlos López Degregori que él mismo utiliza en algunos de sus versos o textos, para hacer hincapié en el nombre que sablea por todos los lados de la construcción humana.

Tengo la suerte de contar con un ejemplar autografiado en el Haití de Lima, con una dedicatoria que parece más una declaratoria de guerra: “De mano Umbría a mano Umbría”. ¿De dónde saca este tremendo poeta que mi mano umbría podría siquiera situarse en el paraje horizontal donde la venganza del sol pueda regalar la misma sombra a las atareadas manos? ¿De dónde saco artillería para responder a esa igualdad?

La escritura de CLD proviene del lado oscuro de los astros, ese que baja de noche cuando nadie silba y se esconde en los anaqueles de las cocinas primorosamente cuidadas por árboles que hablan y barcas de piedra.

Hay en CLD una contundente pedagogía de la belleza que pocos poetas logran transmitir. Él trata de ser modesto cuando se lo comentan, aunque a alguien de su “calaña” literaria no hay que creerle nada, porque es el fingidor peruano vivo más diestro y menos rimbombante.

Se fue Verástegui, quien también usaba sus iniciales para incluirse en su Ars poética. EV pertenecía al grupo de enfrente o del otro lado de CLD, pero EV era también otro Amauta enardecido por el discurso poético; aún faltándole aulas de cemento, supo gritar con ecos que a veces se perdían en los patios.

CLD viene de las aulas consagradas y de la saga canónica que representaba la Sagrada Familia,  asistiendo  al espesor  de la enseñanza con sensata capacidad para iluminar;  por eso no pierde ni una púa, ni una palabra que duela y ensombrezca. CLD se lanza a la aventura de un eje canónico que termina por desentornillar y rebotar en los cerebros de los lectores y alumnos.

No pretendo hacer ninguna comparación sobre el arte de enseñar a escribir a través de la propia pericia, tampoco compararlos; solo es un símil antojadizo porque  intuí  en ambos un gran amor por generaciones más jóvenes. Otros poetas parece que tuvieran la fórmula guardada en el cajón y se tragan la llave con varios litros de whisky. Hubo algo en Verástegui que admiré mucho y que también encuentro en CLD en otra escala: una gran pedagogía de su magia, una gran necesidad de crear escuela.

CLD tiene herramientas que su propio quehacer como profesor le ha permitido fraguar de tal forma que irradie ante un espectro que parece más convencional, más ortodoxo y a la vez más abrumado. Pero solo es superficie, su sombra se lanza sobre esos ejes y los abre, los rebalsa.

CLD transmuta lo oscuro con una claridad de virtuosismo que no se ensalza, sino que convoca a más y más lecturas; siento que leer a López Degregori es acercarse al vasto tiempo de la historia de la poesía universal, hispana y peruana para entender de qué se trata el discurso poético. El tiempo, el gendarme de la palabra, es el guardián de la poesía de López Degregori: lo acosa, lo esgrime y sacude hasta la última palabra que repercute de su alquimia personal.

“A mano Umbría” tiene cinco capítulos. De allí salen todas esas caras icosaédricas  en las que el poeta se afana para elevar la belleza, compartir sus temibles lecturas, su amor por la forma geométrica, la arquitectura, la travesura juglar de sacar de la manga los miedos de elegir y sorprender con collages resucitados de extrañas lecciones de geografía.

CLD es un gran fingidor que en varios  momentos se adjunta con culpa asumida a la sombra  perpetua y gigante de Fernando Pessoa, 

es la habitación del poeta. Una cama estrecha mira la luz de una ventana y resplandece escoltada por un velador, una lámpara y una copia del enorme baúl colmado de papeles arrugados. Allí quedaron todos sus manuscritos antes de sus últimos días en el hospital San Luis. Espero que no haya nadie y pongo mis anteojos en la almohada…”

Quien, sólo él, se atrevería a poner sus anteojos cual metonimia, como él mismo menta, sobre la almohada de Pessoa: entre fingidores con anteojos no se pueden leer las manos. Para entender este último volumen, hay que pasar antes por las calles de su edificio poético, sus rosas que no tienen flor pero que dejan las púas en sus páginas. 

Para que entiendan su versatilidad, cito un hermoso párrafo de “Después del diluvio”, poema de un libro anterior (99 púas), pero que es el umbral para esta última sombra que avasalla con su poética la transnominación limeña con su mejor calibre.

el mundo está lleno de mundos, imagina por ejemplo un palomar colmado de pequeñas casas que esconden la existencia incomprensible de las palomas. Supón ahora que conjuramos el brillo del sol, la dimensión de las ventanas circulares de las pequeñas casas, de las que pueden verse empollando a las hembras, luego continuamos con la fuerza de las alas, el contorno de los granos de maíz, el movimiento de los gusanos, la voracidad de los diminutos parásitos que se hinchan en las carne de las aves. Y seguimos conjurando huevos que contienen mundos en sus mares de albúmina, el hambre insaciable de los pichones”.

López Degregori, Carlos. A Mano Umbría. Animal de Invierno.  Lima –Perú.

López Degregori, Carlos. 99 púas. esdrújula ediciones. Granada –España.


Carlos López Degregori (Lima, 1952), escritor y poeta peruano. Ha publicado numerosos poemarios como Una casa en la sombraAquí descansa nadieFlama y respiración. Cielo forzado le valió el reconocimiento como uno de los poetas más interesantes de los ochenta. Ha recibido premios y reconocimintos a su trabajo. A mano umbría es su libro más reciente.

Acerca de Julia Wong

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