Arde Babel, de Camila Charry Noriega

Arde Babel, de Camila Charry Noriega

Arde Camila

Interpretación de “Arde Babel”, una lectura inquieta sobre la poesía de la colombiana Camila Charry Noriega.

Camila participó como invitada en el 9no Festival de Poesía en Chepén (2018) y sorprendió en sus presentaciones con versos seguros de su impacto de apabullante profundidad. Escucharla convocó a seguir de cerca su actividad poética y el primer asombro se convirtió en un exhaustivo estudio de uno de sus libros: Arde Babel, esta cuidada antología, N° 135 de la colección “Un libro por Centavos”, editada por la Universidad Externado de Colombia, el 2017, que también estuvo a cargo del poeta laureado Juan Manuel Roca.

Volviendo a Jakobson y sus funciones, no dejo de maravillarme, pero también de cuestionarle cierta falta de actitudes o sesgos “Yin”, por no llamarles feministas. En un andamiaje no solo el entramado que sostiene es importante. Otra función que pienso hubiera logrado consagrar al estructuralismo como trascendente al espacio y al tiempo, sería la función pirómana del lenguaje en la poesía.

No toda la poesía muestra un estado de combustión inmanente, no todas las iglesias se incendian para asegurar su presencia, no toda la poesía hierve, no toda la poesía quema. Muchos lectores de poesía dirían que el mundo literario se ha poblado de versos fríos, helados, llamémoslos “Yan”: eternamente masculinos que también pueden prender y arder. Tomando la temperatura a Arde Babel, me reinstalo en mi premisa, de que hay poetas mujeres no contentas con iluminar la caverna, o encender la luz en medio de la domesticación o la oscuridad del placer. Hay poetas como Camila que llevan fósforos, prenden fogatas, incendian praderas y pueblos. Hay poetas como Camila que dentro del estructuralismo saben que a Jakobson se le olvidó la función más femenina del lenguaje, prenderlo y quemarlo todo con su palabra.

Arde Babel es una antología de 75 poemas. Unos son fuegos importantes, inapagables. Hay incluso un par que ni toda la lluvia que trae el fenómeno del Niño en los veranos del norte suramericano va a conseguir menguar. Hay incendios pequeños, fueguitos chiquitos, llamitas de velas humildes. Pero es el conjunto de la invocación de la lectura la que te ha calcinado esa entidad que trasciende el “Soma”. Y si nos agarramos bien del marxismo y negamos el alma, te calcina la emoción, el palpitar, la identificación contigo mismo y con tu entorno. Todo huele a fuego y a deseo en la lectura. Y todo compensa porque ese calor intrínseco de la palabra (nunca estudiado acertadamente) hiende hasta lo más hondo de la conciencia. No se sale vivo. Lo bueno es que después de arder con el Babel de la Charry, se sale renovado.

Estos tiempos de laicismo exacerbado e iconoclasia de las encíclicas, la ausencia o negación a recibir la eucaristía y la lectura de sagradas escrituras, se nos acerca el deseo y el verbo de Camila para convocarnos hacia a un Dios vital, los versos vienen de un cristianismo comunitario, enraizado en un compromiso con el ser desde el núcleo familiar, la tierra, el espacio rural y agrícola que proporciona el alimento, el que nombra la guerra para reclamar la paz. Hasta transitar hacia la eliminación de la ilusión de las sombras que proporcionan el fuego vital en paredes alquimistas.

En “Apariciones», se concretan varios de los elementos mencionados.

Como signos los dioses,

Su voz sin polvo en las palabras

Su voluntad que se vacía y reverbera la vegetación

Después de la lluvia;

Su ardor en el corazón de mi perro que palpita

En el reverso de un derrumbe

Que quiebra la razón de lo dispuesto a caer

Aquí hay una muestra clara de lo expuesto. Pero la médula del poemario, es precisamente “Arde Babel”:

Por eso escarban durante la noche

Pasan las manos sobre las piedras ciegas

Buscan la herida inicial

El signo que eleve

Y coagule tanto abismo, tanta altura desbordada

Nada cuesta más que a la luz

Suturar lo que el fuego ha devorado

Escarban como si en lo hondo

Bien arriba

Habitara el sosiego o su réplica.

Bien quemados, resultamos de una combinación de profundidad helenística (hay un sincretismo entre los propios dioses de Camila y una suerte de tragedias locales que claman por una divinidad) y un conocimiento de la creación bíblica, donde Jehová separa cielo de tierra. Quién es Jehová sino el fuego mismo y quién es la que se hace cargo de mediar como conductora de la verdad, el yo poético cuando nos dice que la herida inicial es el mismo Dios queriendo hacerse presente en forma de palabra y en la búsqueda de hacer mares, astros, al hombre mismo, sabe que lo único que le consuela y completa su destino es el verbo y es la palabra, la acción devoradora del fuego.

Me remonto brevemente a una película peruana, que fuera aclamada por suerte, ya que su majestuosidad, profundidad y belleza, supera todos los mamotretos que vemos con voluntad o de modo automático a través de los medios, sea cine o Internet. En “Wiñaypacha” todo gira alrededor del descubrimiento del fuego (en este caso una humilde caja de fósforos). Esa es la correlación entre desolación histórica suramericana y la necesidad de la lengua de fuego que movilice el universo. El yo poético de Camila puede.

Y para terminar les copio unos versos que me casi llevaron a la estación de CI, tercer grado:

 Celebración

Todavía el hueso sostiene la mejilla caliente del animal,

La crispación de la carne sostiene

La desgarradura y el tajo abierto que libera otra extraña desnudez

Arden junto al fuego, el cuchillo, la lámpara que inició el calor

Y algunas de las sílabas que la noche luego del rito devora

Sobre la mesa

Los libros derraman hojas secas

Que el viento eleva

Como un carnaval de fantasmas enardecidos.

El hueso arde y se cuartea

La carne, los tendones silban y todo huele a pan

Tras el cristal de la ventana danzan libres

Sobre la cuerda tendida en algún remoto patio

Una falda húmeda, un pantalón

Que luchan contra la ingravidez

Presencia de lo humano de la carne que se persigue y se olvida.

Con una cuchara se revuelven las cenizas

Y se disponen como frescas las lengumbres en los platos junto al pan

La mesa está servida

No hay mantel

En su lugar una sábana cubre la madera y un cuchillo

Corta la lengua para que haya silencio

Y brille solo entre el fuego

El animal desterrado

Que cubre todos nuestros huesos.

Lima, 19 de marzo, 2019.

Charry Noriega, Camila. Arde Babel. Colección Un libro por centavos , Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 2017.


Camila Charry Noriega (Bogotá). Es escritora y académica. Es autora de los libros de poesía Detrás de la bruma (2012), y El día de hoy (2013). Sus poemas han sido traducidos al inglés y francés.

Acerca de Julia Wong

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