Los escándalos de Lima
Nunca pensó que formaría parte de los escándalos de Lima. La prensa amarilla, los malintencionados e insidiosos pasquines, sus periodistas ávidos de carne fresca, listos a destruir reputaciones, hundir partidos, clases sociales o grupos humanos enteros en la hecatombe de sus primeras planas… Su caso era atrayente y contaba con todos los ingredientes que adoran ellos y sus lectores, acostumbrados a leer historias sórdidas que, en el revés de la ejemplaridad, llevan a conclusiones oscuras sobre la humanidad y su destino.
Miranda nunca leía los periódicos. Justamente, no formaba parte de los lectores potenciales. Prefería mantenerse al margen y limpia de toda actualidad. El presente siempre le había parecido ilusorio, aunque el paso a la edad adulta exigiese de ella un profundo esfuerzo de credulidad, pues debía actuar como si las cosas fueran importantes y los eventos, reales.
Desde niña había constatado que un hecho simple era interpretado diferente y con absoluta sinceridad por cada individuo, presente o ausente, en dicho suceso. De niña, eso la hacía reír mucho. Nadie a su alrededor parecía darse cuenta de algo tan evidente. Todos seguían esforzándose en creer en “su” versión de las cosas como la “verdadera”. En el colegio a veces jugaba con eso, de manera experimental, para verificar su exactitud. Entonces lanzaba una bola que seguía su camino solita por todas las clases del colegio. Al final, teléfono malogrado, todo estaba tergiversado y la bola volvía a ella modificada y atestada por muchos testigos de buena fe.
¿Cómo creer en la prensa, entonces? ¿O en la justicia? ¿Quién hubiera pensado entonces que un día se vería confrontada a ambas, de cara a su ineficacia y mala fe?
Uno de esos días confusos que siguieron al escándalo, ella le había abierto la puerta a un supuesto cartero que había comenzado a fotografiarla con un flash, sin más ni más, empujándola de paso hacia el interior de la casa que terminó por fotografiar a la velocidad de la luz antes de salir corriendo y huir sobre una moto. Todo sucedió tan rápido y de manera tan sorpresiva que Miranda no pudo pronunciar una palabra ni gritar su indignación. Nadie de los que se hallaban en la casa en ese momento notó la intrusión. Ella tampoco lo mencionó, avergonzada. Al día siguiente en primera plana salieron sus fotos, terribles, con los ojos desorbitados y los cabellos despeinados. Era realmente el retrato de una loca, de una asesina, que se exponía a la opinión pública, a la reacción epidérmica de una bestia de mil cabezas, sedienta de sangre y sexo.
Los escándalos rompen la serena continuidad de los días. Los escándalos rasgan los cromos prefabricados del inconsciente colectivo. Las lindas son malas; las feas, inteligentes; los ricos, impúdicos; los pobres, rebeldes, y hasta los homosexuales pueden ser sanguinarios y las amas de casa asesinar al marido… Todos se asombran y se unen en un gran “¡oh!” alrededor del hecho detestable y aún más asqueroso porque expuesto, como una herida sanguinolenta, a la prensa y a cada quien. Ya en la época de Sendero Luminoso, lo desgarrador era cosa de todos los días: la carne herida, explotada, vuelta al revés aparecía colgada en todos los quioscos de periódicos aún más horrible a causa de los colores de mala calidad de los pasquines.
Y ¿quién era ella? La niña linda, de buena familia envuelta en una desaparición misteriosa. De su lado tenía de seguro a los jueces y a las autoridades. ¿La estarán protegiendo? Miranda. Cada día más culpable por más expuesta. Fotografiada en el tribunal con su enorme panza de gemelos, ojerosa y frágil, pedía compasión. Ofrecida como una víctima del ritmo acelerado de la opinión pública, era la presa del voraz apetito de escándalos de la sociedad.
Fragmento de Mar afuera, Fondo editorial de la Universidad César Vallejo, p. 26-28.
Foto de la autora : Romain Boutillier
Grecia Cáceres (Perú, 1968). Estudió lingüística en la Universidad Católica del Perú y realizó un doctorado en la Universidad París 8. En París dirige el departamento América Latina del IESA y es una figura importante del medio cultural. Ha publicado dos libros de poesía y cuatro novelas en el Perú y en Francia, entre ellas, La espera posible (1998), La vida violeta (2003), Atardecer (2003) y La colección (2012).
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