Todos los santos, de Marcela Cossíos
En su primera novela, Todos los santos, Marcela Cossíos nos pasea constantemente.
Nos pasea geográficamente, de norte a sur: de Montreal en Canadá, a Andarapa, en la provincia peruana de Andahuaylas.
Nos pasea temporal y socialmente, de una amenaza latente que termina explotando en los Andes, a la paz social y vida aparentemente holgada canadiense. Hay un antes, un después pero, desde el presente, se avizora un futuro aún embrionario.
Las pistas espacio-temporales se dan a nivel verbal alternando los tiempos presente y pasado, así como al inicio de los capítulos y mientras el presente se limita al año 2012 en Montreal, el pasado cubre los años 1989 y 1990, en Andarapa y Andahuaylas respectivamente.
La autora nos pasea también literariamente, de una voz a otra, hablando en primera persona, con personajes complejos que piensan y afirman ser de una sola pieza cuando no son sino el reflejo de la complejidad de todo ser humano.
Marcela Cossíos alterna estos puntos de vista, tiempos y espacios en capítulos breves, evitando descripciones, diálogos o monólogos explicativos inútiles: los personajes se definen mientras actúan a la par que llevan un monólogo interior a veces en desfase con sus actos.
Pero tanto comportamientos como pensamientos carecen de dramatismo y la historia fluye con una sobriedad que le proporciona a la novela una densidad particular.
La autora templa la cuerda de la emoción con frases cortas, y surge la imagen, precisa, nítida, sin necesidad de adjetivos que la sobrecarguen.
Normal. Lo suyo es la imagen, producto de su formación inicial como guionista a la que siguió una formación en escritura narrativa. Pero la imagen domina y la autora cuenta tan visualmente que Todos los santos se parece a una novela gráfica sin ilustraciones.
Quizás la fuerza visual con la que escribe Marcela Cossios se deba también al hecho de que inicialmente Todos los santos haya sido un guión que no prosperó. Caso original ya que, usualmente, es al revés: la película parte de una obra literaria.
Sería interesante saber qué cambios supuso para la autora el pasar de la escritura cinematográfica a la escritura narrativa, si la novela es fiel adaptación del guión o si hubo cambios en la trama, teniendo en cuenta escenarios geográficos tan distantes y el uso de tan variados puntos de vista. Pero no dudo que, de prosperar el proyecto fílmico, habría impactado tanto como la novela dado el tema del exilio en que se basa la historia, en una época de crisis mundial que multiplica las migraciones y la forma cómo los migrantes se enfrentan al cambio.
Todos los santos se construye en especial en torno al exilio de aquellos migrantes que no sienten la necesidad de amoldarse al país de acogida, adaptarse a su idioma, a sus costumbres, no entienden y aun menos comparten su escala de valores. Buscan vivir en barrios donde se concentran sus congéneres lo cual les permite mantener sus tradiciones festivas, culinarias, relacionales, hablar su idioma y suavizar así el destierro.
Ese es el contexto en que se desarrolla la historia de una pareja peruana de origen andino, Rosa y Zacarías, que migró a Canadá con un hijo pequeño, Luis, a raíz del conflicto armado en el Perú. Una migración deseada por el esposo y aceptada a regañadientes por una Rosa que, según palabras del hijo, nunca se adaptó ni intentó hacerlo y “quiere que su casa y su vida aquí sean una extensión de lo vivido en su tierra”.
Rosa vive el presente canadiense con su pasado a cuestas, con su trenza de siempre, su comida de siempre, sus frases de siempre y sus ritos de siempre.
De ser la esposa de Loth, se habría convertido en estatua de sal apenas salida de Andarapa. Aunque no esté de más rendirle tributo a aquella mujer del Génesis cuya fatal desobediencia reflejaba su apego a los seres que dejaba en Sodoma. Lo mismo pasa con Rosa cuyos pensamientos vuelan hacia los seres de su pasado andahuaylino.
Tanto las reiteradas referencias de Rosa a este pasado que colmaba sus sencillas necesidades, como los recuerdos del esposo que, inicialmente partidario del exilio, reconoce que ahora no son “nadie”, introducen el tema de la memoria.
Sin embargo, pese a que Todos los santos haga referencias con fechas y lugares precisos a los años de guerra interna en el Perú, la novela no enfoca la Historia de estas dos décadas y no trata el tema de la memoria colectiva.
Los hechos históricos, apenas esbozados, son un simple escenario, un telón de fondo destinado a reflejar el porqué del apego de Rosa a su tierra y las razones que llevarán a Zacarías a optar por el exilio.
El tratamiento de la memoria es por lo tanto individual y difiere según los personajes:
- para la esposa es una falsa burbuja que le da la impresión de no haber dejado del todo su lugar de origen y se convierte en su “norte” para enfrentar ese otro norte hostil al que la han catapultado. Rosa es el eslabón de una cadena que ella no está dispuesta a romper.
- para el esposo, quien incentivó la partida, los recuerdos justifican el exilio. Y si bien le agradan las fiestas con sus compatriotas porque le permiten recuperar su identidad perdida de violinista reconocido en su comarca andina e ignorado en Québec, él apunta hacia un futuro que no se atreve a confesar.
- por su parte, el hijo, que llegó a la edad de un año a Montreal, se considera canadiense y ve con ojo crítico la obsesión de sus padres por las costumbres de un país al que no conoció: “El piso está sucio porque mis padres y sus amigos nunca se quitan los zapatos al entrar. Esa es una de las tantas costumbres canadienses que no logran adoptar”.
Pese a sus defectos, los personajes se nos vuelven entrañables gracias a la manera de retratarlos desde adentro, en monólogos interiores cuyos pensamientos no se atreven a comunicar a sus seres más cercanos resquebrajando así la unión familiar y añadiendo al exilio geográfico su propio exilio interior.
Todos los santos es por lo tanto una novela de contrastes, de contradicciones, de fracasos negados y de dolores callados que cuenta la realidad a la que se enfrentan los migrantes y pone en evidencia los mecanismos que cada individuo pone en marcha, según sus objetivos de adaptación o de rechazo al cambio.
Dura y tierna a la vez, la novela conmueve porque muestra cuán importante es el reconocimiento de las raíces para la construcción de la identidad y cuán difícil es lograr un equilibrio emocional frente a la adversidad, elementos que más allá del enfoque particular que cobran en la novela son válidos para cualquier ser humano.
Cossíos, Marcela. Todos los santos. Hipatia ediciones, 2023.
Marcela Cossíos, guionista, directora de cine, traductora y escritora peruana, ha merecido una mención especial en cuento en el Premio Copé 2022 por su cuento «Una madrugada de verano». Ha dirigido numerosos cortometrajes entre ellos Bajo el balcón, merecedor de premios internacionales. Vive en Suiza.