Canto villano, de Blanca Varela

Canto villano, de Blanca Varela

Canto villano, de Blanca Varela

El FCE nos ofrece una nueva edición de Canto Villano, Poesía reunida, 1949-1994, colección ampliada de poemas de Blanca Varela, reunidos hasta 1994, y publicada entonces por esa casa editora. La versión ampliada con los conjuntos poéticos de Ejercicios Materiales (1978-1993) y El Libro de Barro (1993-1994) vino a reemplazar a la de Canto Villano, Poesía reunida 1949-1983, que se convirtió en un clásico de la poesía peruana en la década de los ochenta, que atesoré en mis tiempos de estudiante de la Facultad de literatura. Hablar del FCE es hablar de Blanca Varela, su directora entre 1974 y 1997, por lo que estas ediciones de su obra revisten un particular sello.

Canto villano

Esta edición se abre con el conjunto poético de Ese puerto existe (1949-1959), título con el que Varela se refirió a Puerto Supe, lugar de descanso y añoranza que da también nombre al primer poema. La descripción del mundo exterior es el vehículo de expresión, la observación de la costa, el mar, la playa, por un yo poético que muy pocas veces se refiere a sí mismo, y que aún se nombra en masculino.

Luz de día (1960-1963) es el segundo conjunto presentado ; el poemario en el que ella revela su proceso de creación en ‘Del orden de las cosas’ y aparece el poema ‘Calle Catorce’, uno de sus poemas más queridos ; desdoblamiento del yo y su sombra, del tú y yo. Desde allí se afirma la vocación de Varela a la percepción del color, la luz, la materia que comunica a los sentidos. Poesía cercana a la pintura, plasma una apariencia, una imagen para atrapar al lector en las más profundas y angustiantes reflexiones vitales. A lo largo de su obra, la luz representa en unos casos, la luz divina de la revelación y en otros, la luz cotidiana de la razón humana, de la verdad relativa de las cosas. La oscuridad de la noche está en oposición a la luz del día, como la oscuridad del cuerpo mortal al esplendor del espíritu que no perece. Sin embargo, cada día que pasa estará unido a la muerte, es un día menos, de modo que los opuestos terminan haciéndose uno : ‘Lo que miraba no existe más. Sólo un fardo de seda y un rumor en la noche de la carne./La vida trabaja en la muerte con una convicción admirable.’ (‘Plena primavera’, « Luz de día »). Lo que todavía no existe también brilla : ‘Cómo brillan al sol los hijos no nacidos! (‘Antes del día’, « Luz de día »), aquello que todavía no se ha posado en nuestro planeta afectado por la vida, por la luz mortal del día y la noche. Pero otro significado puede darse también a esa noche del cuerpo, cuando gracias a la oscuridad, lo sensible no distrae más a la reflexión y entonces puede oirse la revelación luminosa del espíritu, ‘el negro esplendor de la música carnal allí adentro, en el hueso del alma’ («El libro de barro»). 

La poesía de Varela no se excede en ornamentos ni hermetismo, evade las tentaciones sensuales o efectos retóricos y recurre a un mismo repertorio de imágenes e ideas en múltiples combinaciones que amplían un solo sentido. El ser humano solo frente al mundo. El estilo seco y punzante contribuye al sentimiento de pérdida de la condición divina del hombre y a una actitud sarcástica ante la existencia. Varela suena aún más desafiante desde un yo de mujer, cuando hace una mención constante al abandono de un Dios cristiano así como a la condición mortal del hombre, a su materialidad. Su temperamento ascético cuestiona el orden y de ahí la potencia de sus versos.

Lo ‘falso’, lo ‘villano’ entendido en sus dos sentidos, de ‘vulgar’ , ‘popular’ ( como son los valses criollos en el Perú, que su madre componía) y ‘ruin’ e ‘innoble’, son adjetivos que Blanca Varela adjudica a la existencia humana y que encabezan dos de los conjuntos poéticos de esta edición ; « Valses y otras falsas confesiones » (1964-1971) y « Canto Villano » (1972-1978). La pertenencia a la estirpe de la carne –es el « secreto de familia » que comparte el ser humano y el perro-  motivo poético en esos dos poemarios : ‘es un sueño estás sola/no hay otro/la luz no existe/tú eres el perro tú eres la flor que ladra…. ’ (‘Secreto de familia’, «Valses y otras falsas confesiones»).

Que el hombre no es sino un ser animal, un ser material, es una aseveración recurrente en otros pasajes de la obra poética de Varela desde su primer poemario:  ‘Soy un simio, nada más que eso y trepo por esta gigantesca flor roja’ (‘Primer baile’,  «Ese puerto existe»).

La condición de ser en el hombre, está sometida a lo que es el cuerpo. Esa herencia de nacimiento, destino finito y  paso en el tiempo habita la obra de Varela. El cuerpo es la única base moral firme y cierta del ser humano, es su destino contingente, sin un Dios consolador o una promesa de salvación preestablecida. No queda sino la aceptación de lo inexacto, imperfecto, de la existencia concreta y carnal del individuo sujeta al deterioro y a la muerte, a la que se sumará realistamente la soledad, a diferencia de la utopía vallejiana de la solidaridad. Desde un sentir existencialista, ese Dios ha dejado al ser humano solo y a su suerte : un niño/un dios olvidadizo/ lo deja sin corazón /sin hígado/ sin piernas para huir /en la estacada lo deja/ así colgado en el aire/en el aire arrasado de la carnicería/ ni una línea para asirse/ni un punto/ni una letra/ ni una cagada de mosca/ en donde reclinar la cabeza’. (‘Cruci-ficción’, «Canto villano»). Así lo reconoce la poesía de esta valiente poeta.

Varela, Blanca. Canto villano. Fondo de Cultura Económica, 2023.


Blanca Varela (1926-2009) fue una de las grandes poetas latinoamericanas del siglo XX. Vivió en París en 1949, frecuentó a Octavio Paz, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Henri Michaux, Fernand Léger, Alberto Giacometti. Después de amos en Florencia y Washington, retorna a Lima en 1962 y publica una larga obra poética.

Blanca Varela es la primera mujer en obtener el Premio internacional de Poesía Federico García Lorca de Granada en 2006. También recibió el Premio de Poesía iberoamericana Reina Sofía en el 2007.

Acerca de Violeta Barrientos

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