Ximena de dos caminos, de Laura Riesco

Ximena de dos caminos, de Laura Riesco

Ximena de dos caminos, de Laura Riesco

En un texto publicado en 1998, Laura Riesco escribe acerca de su relación con el español y cómo la escritura fue para ella una suerte de rescate de la palabra y del Perú. Es importante ello para entender la importancia que cobra el lenguaje en esta novela, más aún cuando se sabe que Riesco fue profesora de semiótica. Los signos y la comunicación (también la incomunicación) son precisamente claves para la lectura e interpretación de esta novela.

A lo largo de los años, se ha analizado este libro de distintas maneras: Yolanda Westphalen lo entendió como un nuevo camino narrativo al corresponder a la mirada de una mujer, Diana Miloslavich como la escritura de un país de todas las sangres, Janet Díaz como la narración de nuestro conflicto cultural, Mary Beth Tierney como una novela de crítica social o Marco Martos, deteniéndose en el punto de vista de la protagonista, lo conectó con los puntos de vista en Marguerite Duras. En el prólogo de esta edición, Giovanna Pollarollo pone el acento en el aprendizaje de la escritura como tema e hilo conductor de este libro.

A través de mi lectura, me gustaría ayudar a entender cuál es el rol de la niña como personaje en esta Ximena de dos caminos. Al detenernos en eso, es también necesario ocuparse de la cuestión del lenguaje.

La niña y lo escrito

En esta novela, constatamos que se ha dejado atrás la imagen del niño propia del romanticismo, que lo dibujaba como un ser puramente inocente. Estamos también lejos de una imagen del niño posterior, propia al naturalismo del siglo XIX, con personajes infantiles que descubrían los horrores y sufrimientos de la vida. Ximena es un personaje distinto, que habría que emparentar literariamente más bien a Alicia, del país de las maravillas: esa heroína del siglo XX, una niña lista, resuelta, una pequeña intelectual, así como Ximena, que cae por la madriguera de un conejo e ingresa a un reino completamente distinto del suyo, y que debe enfrentar apoyándose en el lenguaje. Como Alicia, Ximena escapa a la racionalidad completa y también es una aventurera, que mira más allá de la realidad y la alimenta de imaginación y de sueños.

La palabra infante viene del latín in fantis, no hablante. Es decir que aún no hay en él un lenguaje organizador, lo que también señala Giorgio Agamben, cuando vincula la infancia con la experiencia, en un texto titulado «Infancia e Historia»: «Que el hombre no sea desde siempre hablante, que haya sido y sea todavía infante, eso es la experiencia». Para Ximena, el conocimiento del mundo se hace a través de la experiencia y a medida que esa exploración avanza, va apropiándose del lenguaje. Ximena está en el proceso de construcción de su propio discurso y allí juegan un rol fundamental los libros. Desde el primer capítulo, establece una relación con las palabras; a medida que los capítulos se suceden, se refugia en los libros, transmite y se relaciona gracias a ellos y también manipula a través de ellos.

Ximena exige, así, una valoración de lo escrito. En una de las escenas del capítulo «La costa», la niña, que ejerce una particular dominación en un joven retardado llamado Anacleto, le exige repetir con exactitud las palabras de un cuento, lo recrimina duramente por haberse equivocado, a pesar de que ella misma no sabe leer y solo finge hacerlo.

Sin embargo, hacia el final del libro, Ximena comenzará por fin a entrar en el logos y cuando la experiencia llegue a su límite, cuando Ximena se vea confrontada a lo más álgido, a lo insoportable, es allí donde surgirá por fin lo escrito.

La infancia y su valor simbólico

En Ximena de dos caminos encontramos una novela construida sobre un andamiaje de signos que se van revelando o quedan por revelar a medida que la niña protagonista descubre el mundo. Esta actitud de exploración puede traducir la propia mirada de la escritora, atenta a lo que existe de fondo de toda significación, por su condición de semióloga.

Primero, hay que entender que la escritura de la mirada infantil es un artificio literario. Y en ese ejercicio, se utiliza recursos diversos. En Ximena de dos caminos lo son la fuerza expresiva, lo poético y lo simbólico. Riesco hace que adoptemos el punto de vista de la niña, para quien los adultos resultan con frecuencia misteriosos. No puede utilizar una voz en primera persona y opta por una narradora omnisciente parcial en tercera persona, porque solo así puede haber plasticidad en el lenguaje y verosimilitud en la voz narrativa.

La niña de esta novela no juzga, observa y se aventura, nos permite acompañarle en el descubrimiento del mundo en que vive y su tejido de incoherencias. En cada capítulo, descubre un aspecto distinto de la vida adulta. Su personaje marca un equilibrio entre la conservación de la tradición y status quo y la búsqueda de nuevas vías. Nos resulta enigmática porque no conseguimos anticipar sus intenciones, y su actuar es todavía ajeno a la construcción social que condiciona al adulto.

La niña, gracias a su instinto, a su intuición, su anticonformismo e incluso a su capacidad de adivinar ciertas cosas, cristaliza la esperanza de un mundo diferente. En el universo secreto de los niños, sin embargo, coexiste la inocencia y el mal. Y Ximena también experimenta su propia capacidad de hacer daño.

La niña se forma lentamente una consciencia con respecto a la sociedad en la que vive, a la desconexión del mundo al que pertenece con lo inmenso que la rodea. Ese mundo de las familias adineradas de La Oroya, cuyas claves conoce, aparece bajo el signo de la racionalidad, lo comprensible. Dentro de la casa familiar, los hechos narrados siguen una lógica clara. Pero lo que se sitúa al margen espacial y social de esos espacios, resulta, también para quien lee, enigmático, sujeto a interpretación, brumoso. Es significativo que la niña sea la única que acceda a ciertas experiencias. Por su condición de ser en formación, cuyo rol aún no está consolidado, tiene la posibilidad de moverse entre ambos espacios.

Este modo intuitivo de aprehender el mundo, le permite penetrar en espacios a los que se accede por puertas secretas, como sucede en el capítulo «La Costa», y donde Ximena se encuentra con la locura, la discriminación y el abuso.

El vaivén entre ambos espacios físicos y simbólicos lleva a la protagonista a un estado de ansiedad, de cuestionamiento constante.  

Por último, la niña misma tiene un doble valor, a la vez simboliza el anticonformismo y el respeto al orden establecido. Es en ese oscilar que la brecha que nos divide como país, históricamente, se dibuja con claridad. La fuerza expresiva y poética del lenguaje de Riesco le otorga a los niños, a los adultos, al espacio y a los hechos un valor simbólico.

Riesco, Laura. Ximena de dos caminos. Lumen, 2020.


Laura Riesco (La Oroya, 1940-2008), escritora peruana, vivió desde muy joven en los Estados Unidos, donde estudió lenguas modernas. Publicó su primera novela, El truco de los ojos en 1978. Ximena de dos caminos, fue publicada en 1994 y conoció un éxito inmediato, ganando el Latino Prize de los Estados Unidos en 1995. Falleció en el 2008.

Acerca de Nataly Villena

0 Compartir

Textos que pueden interesarte

Añade un comentario