Cuentos, de Lastenia Larriva

Cuentos, de Lastenia Larriva

¿Por qué volver a editar los Cuentos de Lastenia? Una voz de ultratumba en el siglo XXI

Todavía hoy se puede interrogar la existencia de una tradición de la literatura fantástica en el Perú, en la medida en que lo fantástico, en su percepción teórica más clásica, suele plantear una relación problemática con los fenómenos imposibles. Al final, una podría conformarse con la idea de la integración de estos fenómenos dentro de la vida cotidiana, y así considerar que lo fantástico no cuajó en las tierras peruanas. Ahora bien: esta reedición de los cuentos de Lastenia Larriva de Llona contiene relatos que sí pueden despertar una nueva aspiración dedicada a la defensa e ilustración de la expresión fantástica en el Perú.

La editorial es la de José Donayre, Maquinaciones narrativas, y la fecha del 2019 corresponde con el centenario de la primera edición, financiada por el Ministerio de Guerra en su tiempo. Esta vez, recibió el apoyo del programa de Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura.

El editor propone en su prólogo numerosos datos biográficos para entender la trayectoria de una mujer que publicó su primer libro de narrativa cinco años antes de su muerte. Se compone de catorce cuentos con notas que permiten aclarar el contexto histórico, literario y social dentro del cual se insertan. 

Lo testimonial

Lo que llama la atención de entrada es la inscripción en un marco peruano, y más específicamente limeño: “Lima fue el teatro de las escenas que vais a presenciar” (pág. 46) entre otras referencias locales. Socialmente, estamos en el contexto de un mundo conservador marcado por un contraste entre familias pobres y familias acomodadas. Por una parte, “El rey Herodes”, con la joven Lolita de Jesús Valencia, una niña de cinco años, sus juguetes, que quiere un “cholito” como si fuera otro juguete más, y por otra, en “Mañana de Primavera”, la vieja Marta que decide dejar de cumplir con las tareas domésticas para que su numerosa descendencia le haga caso. Entre estos contrastes sociales navega el libro de relatos. El trasfondo es el del desarrollo de las técnicas y las industrias, como el cine por ejemplo, en “Una historia como hay muchas”, a través de una perspectiva que oscila entre elogio a la modernidad y antipositivismo.

La gastronomía peruana, en aquella época, ya merece en “El niño Jesús de Teodoro” unas sabrosas y elogiosas descripciones de las especialidades locales, como el “seviche de pejerreyes” o “la apetitosa causa de papa amarilla entre cuyos adornos sobresalían las frescas y verdes hojas de lechuga, las tajadas de huevo duro y los enormes y rojos camarones” (pág. 121).

El valor estructural

El título del libro es sencillamente Cuentos: ahora bien, hay que tener en cuenta, a nuestro parecer, la dimensión de juegos de construcción que conlleva el libro, con las cajas chinas o las historias dentro de otras historias que propone la autora. “Contar” puede relacionarse con el acto de “referir un suceso verdadero o fabuloso”: Lastenia vuelve en el libro a las raíces del cuento, en su dimensión más ancestral, al hecho de juntarse de noche al amor de la lumbre y transmitir oralmente historias del pasado. 

Pero también podemos pensar en los salones tal y como aparecen en los textos de Maupassant, encuentros durante los cuales unos cuentistas improvisados, científicos, referían hechos extraordinarios. 

En la escritura de Lastenia, se nota además la escenificación del personaje que cuenta: “Gabriela calló por un momento, tomando su semblante esa expresión indecisa de quien aborda un tema difícil. Las frases parecían palpitar en sus labios, pero ella hacía esfuerzos por detenerlas, temiendo, sin duda, que no expresasen discretamente sus pensamientos” (pág. 145). Contar cuentos se convierte en una actividad didáctica, y este juego de mise en abyme recuerda que además del público de la ficción está también el público lector.

Una mujer en un universo masculino

La primera edición corresponde con un momento en que publican muchos cuentistas hombres, como Clemente Palma, Abraham Valdelomar, Enrique López Albújar o Ventura García Calderón. Cabe notar que la autora le rinde homenaje al que llama “mi amigo Ricardo Palma”, lo que marca su inscripción en la tradición literaria nacional.

Sin embargo, la tonalidad que elige, y que difiere de sus contemporáneos, es una mezcla entre lo romántico y lo místico al que añade didactismo y enseñanza moral, y sobre todo, la particularidad de esta autora estriba en los retratos de mujeres que propone y en la inspiración mística de su escritura.

Sonará algo arcaico a veces el lenguaje que usa, de ahí la impresión de una voz de ultratumba con su toque de pátina antigua, pero la vertiente propiamente fantástica de su escritura sí que sigue vigente y da ganas de darles visibilidad y reconocimiento a estos cuentos.

Lo fantástico y la reflexividad del género

En el libro surgen varios de los motivos clásicos de lo fantástico que había destacado Tzvetan Todorov en su propio corpus de investigación: la duda entre el sueño y la vigilia, la noción de umbral y de espacios de transgresión o el vocabulario del miedo constituyen unos recursos de lo fantástico clásico del siglo XIX. A ese enfrentamiento entre las leyes de lo racional y lo imposible se suma una atmósfera que frecuentemente raya con lo maravilloso cristiano: “A la verdad no sé si todo esto me lo dijo real y efectivamente el Ángel de la Muerte o me lo sugirió mi propia imaginación” (pág. 29).

Entre los mecanismos narrativos, recordaremos cómo la autora ya expresa una reflexión sobre el límite entre lo real y lo imposible: “la ciencia lo explica, señora mía, con el nombre de autosugestión, pero yo le confieso a usted que es la primera vez que en mi práctica profesional he podido comprobar un caso tan claro y evidente de ese fenómeno en que la voluntad ejerce acción tan poderosa sobre el ser material, que llega hasta a aniquilarlo” (pág. 69).

El mejor relato en esta perspectiva es “Cuento del sepulturero”, ya que propone juegos de niveles de lectura, mediante unas descripciones que revelan el aspecto reflexivo de su escritura: “En este momento asomó la luna su faz plateada por entre los altos cipreses. Su luz pálida y misteriosa fue a reflejarse sobre el mármol de las tumbas dándoles un aspecto fantástico” (pág. 28). Por eso, podemos considerar que Lastenia Larriva de Llona integra el grupo de los precursores de una escritura fantástica que se desarrollará en la sombra a lo largo del siglo XX. 

Finalmente, esta reedición permite el reconocimiento de una mujer poeta y cuentista, entre otras autoras como Mercedes Cabello de Carbonera o, más famosa aún, Clorinda Matto de Turner. Presenta un valor histórico y estético rescatado en dos aspectos, como escritura marginal en una literatura marcada por la tradición realista, y como escritura femenina que contribuye al canon literario nacional.

Larriva, Lastenia. Cuentos. Maquinaciones narrativas, 2019.


Lastenia Larriva (1848-1924) escritora peruana de la primera generación, fue también periodista y dirigió la revista mensual La mujer peruanaEntre sus libros figuran las novelas Un drama singular o historia de una familia y Oro y escoria.

Acerca de Audrey Louyer 

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