“Niñas raras” o La representación de las infancias disruptivas en El Huésped y El cuerpo en que nací de Guadalupe Nettel.
La escritora mexicana Guadalupe Nettel se ha consagrado como una de las más importantes de las letras aztecas de los últimos veinte años. Una mujer cosmopolita que ha viajado tanto por lugares como por géneros, cimentando un quehacer literario que cuenta con un importante respaldo al haber obtenido el Premio Herralde de Novela 2014 gracias a Después del invierno (2014).
En dos de sus novelas Nettel tiene como protagonistas a niñas, quienes van relatando a modo de bildungsroman o novela de formación y aprendizaje, el periplo por el cual atraviesan desde la infancia a la adultez, pasando hondamente por el período de la adolescencia, el cual describen con gran ahínco, subrayando las problemáticas en torno a los quiebres familiares, la comparación y ruptura con los modelos adultos, el encuentro con el mundo, y la búsqueda de la identidad personal, atravesada por circunstancias contextuales tanto socioculturales, como experienciales. En este sentido, me parece relevante que Nettel tenga como protagonistas en estas novelas a dos niñas y que desde ahí genere su propuesta literaria, ya que se inserta en toda una corriente de literatura latinoamericana contemporánea que ha elegido la voz de la infancia para narrar a modo cuasi autobiográfico la experiencia de los propios escritores durante ciertas circunstancias sociopolíticas contingentes. Se le llama “Narrativa de los Hijos” a este grupo de obras, que, por ejemplo, en Chile cuenta con varios representantes, entre los que se hallan Alejandra Costamagna, Andrea Jeftanovic, Alejandro Zambra y Diego Zúñiga, entre otros. Ellos cuentan, desde la óptica de la infancia, la experiencia que tuvieron siendo testigos de la Dictadura. Sucede lo mismo con sus vecinos argentinos, entre quienes destacan Patricio Pron, Laura Alcoba, Tununa Mercado y Ernesto Semán, entre otros. En el caso de México, Nettel cuenta a través de sus jóvenes protagonistas, la vida de un México convulsionado, lleno de cambios, y en que metafóricamente se representa una sociedad en donde acecha el peligro y el desengaño.
Junto con lo anterior, me parece sumamente relevante considerar la perspectiva de género que brindan las novelas de Nettel, ya que al ser sus protagonistas niñas que se convierten en mujeres, advierte sobre las disposiciones sexogénericas implícitas en los procesos de desarrollo y aprendizaje, a través de las vivencias que aquellas experimentan. Además, en relación con esto, adquiere enorme relevancia el tema del cuerpo – y el cuerpo femenino – en sus novelas, ya que tanto las experiencias de sus protagonistas, así como la manera en la que perciben el mundo y son insertas en el devenir de éste, están cruzadas y determinadas por su cuerpo, por sus condiciones patológicas y por su condición de mujeres.
En el caso de la primera novela de Nettel, El Huésped (2006), la protagonista es Ana, una niña atormentada por La Cosa, presencia ominosa que la acecha constantemente, a ratos fantasmagórica, a ratos döppelganger, e incluso a ratos, pareciese que aquella figura es más bien una siamesa nonata o patología psiquiátrica no diagnosticada. Sea lo que sea, desde su más tierna infancia Ana teme a La Cosa, su miedo a que se apodere de ella y la absorba por completo la lleva a no dudar un instante del estatuto real de tal entidad. Esta situación pronto hace que Ana se convierta en una niña retraída y con poco contacto social, ya que La Cosa la obliga a comportarse inadecuadamente, haciéndola dañar a una de sus compañeras tras morderla en el cuello en una pelea. Además, Ana culpa a La Cosa de la muerte de su pequeño hermano, Diego, quien poco a poco se fue extinguiendo tras ver él al ente en los ojos de su hermana.
Ana crece así, en un contexto en donde el temor es tan patente como su deseo por aprehender el mundo con sus ojos, ya que ella piensa que La Cosa teme a la oscuridad, y que por lo tanto, algún día la dejará ciega para siempre. Esto la hace acercarse al mundo de los no videntes, ofreciéndose a leerles en el Instituto para ciegos, en donde comparte con ellos y se adentra literalmente en las entrañas de la ciudad, viendo el mundo desde otros ojos, ojos de ciego, hecho que servirá de preámbulo para su adultez, en donde se sugiere que La Cosa la ha absorbido por completo y ha perdido la vista.
En El cuerpo en que nací (2011) Nettel elabora una autoficción, relatando su infancia y adolescencia a modo de terapia de diván, en que le narra a su psicoterapeuta cada trozo de su vida, desde el nebuloso pasado de la infancia, hasta la asunción del presente. La protagonista del relato va atravesando distintas etapas de vida que la van marcando y forjando tanto su carácter como su visión del mundo. Esta visión está caracterizada por sentirse distinta al resto debido a un problema de su columna y sobre todo a un defecto visual (estrabismo) que la ha hecho percibirlo desde una posición diferente, la de una underground. Esto, sumado a las peculiaridades de su familia y a los constantes cambios de casa, colegio y ciudad, fueron formando en la protagonista, desde su infancia y más conscientemente desde su adolescencia, una sensación de extrañamiento con el resto, de sentirse al margen y no encajar con las normas que le eran impuestas a su alrededor. Debido a eloo incluso ella se identifica con Gregorio Samsa, el hombre-cucaracha del célebre libro de Franz Kafka.
Padres que experimentan el amor y la paz de la década de los setenta y que luego se divorcian; una abuela sobreprotectora, acumuladora y machista; una madre en busca de la mejor versión de sí misma; un padre encarcelado por deudas; colegios experimentales; amigas que llegan y se van; desarrollo físico y autoexploración sexual; barrios y edificios diversos cultural y económicamente; amigos extraños, lecturas y escrituras para evadirse del mundo a la vez que representar experiencias indecibles; búsqueda identitaria a través de modas e ideas… Todo esto vive la protagonista durante su itinerario temporal, en donde pasa de niña a adulta; y geográfico, en donde transita por su natal México, Francia y otros lugares. Un recorrido en donde va aprendiendo, desde una perspectiva inocente que se va abriendo paso hacia el conocimiento y la experimentación, de las lógicas que rigen al mundo, de contextos, de personas, y sobre todo, de la importancia que tiene su propio cuerpo en la constitución de sí misma, un cuerpo femenino atravesado por disposiciones sexogenéricas y características distintivas, en su caso además, enfatizadas por su particularidad visual, la cual aprendió a aceptar como parte del cuerpo en que nació.
De este modo queda en evidencia, que la infancia y adolescencia femenina para Nettel representa un momento crucial de búsqueda y desarrollo identitario, de exploración y experimentación del mundo, en donde éste se aprehende según las circunstancias en que le ha tocado vivir. Además, Nettel manifiesta en ambas novelas, la particular visión con que los niños ven y perciben el mundo, como algo ominoso, frenético, que asusta y que los lleva constantemente en un vaivén hacia un lugar inesperado, el del encuentro con su propio ser.
“Niñas raras” las protagonistas de Nettel, jovencitas que han hecho de la rareza su marca distintiva y desde ahí se posicionan para devorar el mundo. Ana desde las tinieblas y los intersticios de la ciudad, Guadalupe desde la escritura y la narración de sí misma. A través de narraciones en donde se cruza la postmemoria con la infancia, el cuerpo y el género, Nettel elabora dos novelas representativas tanto de las discusiones literarias contemporáneas, como de la sociedad en la que vivimos.
Nettel, Guadalupe. El Huésped. Anagrama, 2006.
Nettel, Guadalupe. El cuerpo en que nací. Anagrama, 2011.
Guadalupe Nettel (México, 1973), es escritora y doctora en literatura. Ha publicado los libros de cuentos Pétalos y otras historias incómodas y El matrimonio de los peces rojos, y las novelas El huésped, El cuerpo en que nací y Después del Invierno. Ha vivido en Francia y México. Ha merecido los premios Ribera del Duero y Herralde.