En la FIL de Lima de este año, tuve el placer de presentar Las orillas del aire, sexta novela de Karina Pacheco, cuentista y novelista ya confirmada y reconocida. Desde su primera novela, La voluntad del molle (2006), reeditada el año pasado por el Fondo de Cultura Económica, la autora va construyendo una obra riquísima, original como lo muestra su última producción: Las orillas del aire, con la bella tapa de Seix Barral, mujer sirena azul, etérea, (como el aire) cuyo símbolo comprenderemos al terminar la lectura. En esta obra reconocemos su estilo, su imaginario, sus personajes femeninos muy fuertes y una mirada aguda sobre la sociedad peruana.
La novela consta de cuatro partes, cada una con un título programático, simbólico: 1-Las piedras II-Las orillas III-El agua IV- El aire.
¿Qué cuenta la novela? Todo el argumento de la novela gira en torno a un personaje femenino llamada Aira a quien la narradora se dirige desde la primera página —«He venido siguiendo tus pasos, Aira»— y más adelante, en momentos claves de la novela —«Aira, en Erabamba te encontré»—, instalando así el misterio. Como en La voluntad del molle donde a la muerte de su madre, las dos hijas, descubrían la doble vida que ella tuvo, la existencia de un hijo «clandestino», en esta nueva novela nos encontramos otra vez con un enigma que resolver.
El elemento disparador es lo que descubre Rada, el personaje narrador, la que cuenta la historia. Cuando comienza la novela, Rada joven arqueóloga cusqueña, acaba de pasar dos semanas en un campamento arqueológico, en la selva y antes de regresar a la ciudad, decide conocer mejor Erabamba. El azar la lleva a un lugar abandonado, un cementerio y de repente en una lápida reconoce un nombre, el de su abuela y una fecha, 1986:
«Entonces me detuve ante una lápida que resplandecía como un pedazo de hielo entre las hiedra. Al inclinarme para leerla, algo como un rayo cayó aleteando y me partió la cabeza»
Es una revelación terrible, ya que en toda su infancia, le dijeron que la madre de su padre se había ahogado en un lago en 1940, dejando a dos huérfanos, Blas el padre de Rada que tenía 4 años cuando ocurrió la tragedia y su hermana. Muerta en circunstancias misteriosas ya que nunca encontraron su cuerpo, la abuela de cierta manera, se había convertido en una sirenita mitificada, tragada por el lago encantado. Toda la novela estribará en este suspenso que consistirá en indagar, desentrañar, develar y comprender el secreto bien guardado de la falsa muerte de la abuela. ¿Por qué se fue de la casa hacienda en la sierra donde vivía con su familia? ¿Por qué abandonó al marido, a los dos hijos? Como para una investigación policial, la narradora emprende un gran viaje por la sierra y la selva, y por el tiempo mediante varios flashback, buscando la verdad y quizá las circunstancias atenuantes para una abuela que fue una mujer tan escandalosa, y libre al mismo tiempo, que empezó otra vida, renaciendo allá en la selva, teniendo otros hijos .
Rada intenta reunir las piezas de este rompecabezas que fue la vida de su padre húerfano de madre a los cuatro años. Rada recuerda su niñez, lo que le dijo su padre, la casa de la sierra a donde las llevaba el padre, recuerda a Lorenza la niñera de su padre, la que lo sabía todo, pero que calló, la que impresionaba a las niñas, Rada y su hermana, contándoles leyendas, historias de pishtacos y cabezas voladoras. De la sierra Rada continuará su viaje a la selva, el otro y último hogar de la abuela, Erabamba y más precisamente al Corazón de la tierra.
En Erabamba, Rada interroga a Ilana, la vieja empleada, la que conoció a su abuela en su nueva vida; Ilana ahora vive sola en la casa abandonada y de paso es otra historia de abusos y explotación, la de los indios despojados de sus tierras, los omaguas, los awajunes cuando el boom del caucho, que nos da a conocer: «nosotros estábamos antes, pero nosotros no hablábamos en papel, entonces solo quedamos como mano de obra o quedamos muertos . Y solo nos quedaron algunas palabras». Si Lorenza era el imaginario de la sierra, Ilana es todo el imaginario, y la memoria de la selva.
Pero el momento fuerte del libro es la resolución del enigma al final del capítulo «El agua», aquel día de calor cuando su abuela, en aquella época una mujer joven, madre de dos hijos pequeñitos a quienes enseñaba a nadar, decide quedarse un poco más en el lago para nadar y desaparecer: buceando para que no la vieran por entre las algas hasta la otra orilla de juncos y totoras:
«Saca la cabeza, y todo el aire del mundo acude a su encuentro. Ya no hay marcha atrás. Ni aunque en esa orilla de totoras, alcance a oír los gritos que se elevan del lado donde han quedado sus hijos.»
En esta ficción ambientada en la sierra y en la selva, la autora, y es uno de sus talentos, describe con gran delicadeza, no el paisaje, que es un concepto más bien europeo, como un pedazo de naturaleza inmovilizada, sino la naturaleza viva, las aguas encantadas, el calor, los ruidos de la selva, con una sensibilidad que podríamos calificar de «ecológica». Se vale también, como en todas sus ficciones, de los mitos, no como unas viejas patrañas de otros tiempos, sino como una explicación posible de los misterios de la vida ya que como lo dice Ilana : «No todas las preguntas , tienen respuestas ». Entonces ¿por qué no apelar a los mitos? También diferentes elementos actúan como símbolos o talismanes, cargados de poderes mágicos quizás. En el primer capítulo «Las piedras», donde el padre ocupa un papel principal, lo vemos en varias escenas lanzar guijarros, esperando que alcancen la otra orilla del río o del lago; en cuanto a Rada, la arqueóloga, ella encuentra una piedra en forma de felino: solo quedaba el pecho y la cabeza, como otro rompecabezas.
A lo largo de lo que va descubriendo sobre el pasado de su familia y el suceso trágico, Rada va reencontrándose consigo misma, con sus raíces, sintiendo que esa abuela incomprensible es también parte de ella; como en una especie de reconciliación, ha logrado reunir las dos orillas del aire, de Aira, hasta este último deber de memoria que consistirá en enterrar las cenizas de Aira bajo el árbol tan sagrado, tan simbólico en la ficciones de Karina Pacheco, que es el molle.
La novela es ambiciosa porque indaga en la vida de Aira y permite abarcar varios momentos de la historia del Perú, desde la época de las haciendas, pasando por la de explotación del caucho, la época de las guerrillas, de la reforma agraria, hasta los años 90 de la juventud de Rada, la generación del desencanto, crisis económica, violencia política, la del fujichoque; el Perú de hoy es la selva con el ruido de las avionetas de los narcos, la sierra con remanentes de Sendero Luminoso y Lima, cuando Rada la cusqueña se instala allí: «una megalópolis con ruidos y actitudes competitivas que para muchos de los que arribábamos desde otras regiones, a veces se nos hacía más áspera que las ciudades europeas donde en algún momento habíamos vivido».
Como en sus otras novelas, Karina Pacheco construye el argumento de Las orillas del aire sobre el secreto de familia —trauma imborrable casí físico— del cual nos da una magnífica descripción: «nos dejaste una herencia de dolor, un dolor que no se pronuncia como una culpa pegajosa que no tiene forma ni sonido y sin embargo rebota como un eco, esperando que alguien lo descifre».
Esta temática de filiación indisociable del secreto de familia no es un tema anecdótico, es algo que encontramos a lo largo de la literatura peruana desde el siglo XIX (huérfanos, hijos abandonados, discriminación social, culpabilidad, vergüenza, historia de estirpes cuyo árbol genealógico presenta huecos misteriosos). No es solamente un argumento romántico, o melodramático; remite a la complejidad de la sociedad peruanas (y latinoamericanas en general), con sus son residuos de colonialidad; manifiesta la dificultad de vivir juntos, el desencuentro, la imposibilidad de un «nosotros» como diría el sociólogo Gonzalo Portocarrero. Para avanzar y vivir se necesita conocer el pasado tanto a nivel privado como colectivo y nacional; no es casual el que Karina Pacheco haya escogido como epígrafe una cita de César Calvo, autor de Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonia :
«no hay roca que no sea memoria de nosotros (..,) A nuestro paso dejan los muertos de morir»
El placer de la lectura viene también de una escritura eficaz, del saber construir un suspenso y sobre todo de una escritura delicada, sensible, ducha en decir lo íntimo, trasmitir emociones sin teatralidad en los momentos más trágicos como la muerte: por ejemplo cuando el padre de Rada acaba de morir: «En esos brazos inertes, en la paz que empezaba a adquirir su rostro, aparecía el niño». También creo importante señalar que Karina Pacheco es aficionada al cine y creo que su cultura cinéfila influye de manera consciente o no en su estilo. Cuando los disturbios callejeros a raíz del autogolpe de Fujimori en la Lima de los años 90, dice Rada: «recuerdo un zapato de tacón cayendo de un camión (…) su charol rojo brillaba sobre el asfalto». Este pequeño detalle visual me parece como un guiño a River of no return de Otto Preminguer (1954), a la escena final donde Marilyn Monroe, la cantante de saloon, al ser raptada por Robert Mitchum, deja caer en la calzada el zapato de tacón rojo símbolo de su ex vida disoluta.
«En un país extremadamente centralizado en Lima», cito a Karina Pacheco, «todo se construye de espaldas a la diversidad cultural». Razón de más para leer las ficciones de Karina Pacheco; en efecto ella ocupa un sitio original en el campo literario peruano actual. Lejos de hacer una literatura autocentrada, desde la sola perspectiva limeña, ella escribe desde la diversidad cultural peruana, como la que ella misma representa, cusqueña, moderna, cosmopolita, universal, restableciendo a nivel identitario y cultural cierto equilibrio, rescatando así mediante la literatura, ricos territorios imaginarios como los de la sierra, de la selva, en la filiación de grandes autores peruanos, los Arguedas, los Rivera Martínez y por qué no citar también, a la pionera, Clorinda Matto de Turner.
Pacheco Medrano, Karina. Las orillas del aire. Planeta, 2017.
Karina Pacheco Medrano (Cusco, Perú), es autora de seis novelas y dos libros de cuentos. Ganó el Premio Regional de Novela del Instituto Nacional de Cultura de Cusco con No olvides nuestros nombres; en 2010 publicó la novela La sangre, el polvo, la nieve, así como su primer libro de cuentos, Alma alga. En 2012 publicó Cabeza y orquídeas, obra ganadora del Premio Nacional de Novela Federico Villarreal 2010. El año 2013 publicó el libro de cuentos El sendero de los rayos, así como la novela El bosque de tu nombre, y en 2015 una antología de sus cuentos, Miradas. Dirige Ceques Editores, editorial independiente especializada en narrativa, antropología e historia andina. Vive en el Cusco.
KARINA, delgadita, frágil, con su sonrisa de luz, brilla como una estrella en el firmamento literario peruano y universal. ¡Cómo no admirarla!