“Banal o en qué pensabas mientras te demolían», de Mauricio Barría

“Banal o en qué pensabas mientras te demolían», de Mauricio Barría

Banal o en qué pensabas mientras te demolíanLa deconstrucción del imaginario sobre la mujer en la sociedad neoliberal.

A modo de introducción:

La obra “Banal” o en qué pensabas mientras te demolían, del dramaturgo Mauricio Barría, fue estrenada el año 2015 en el GAM bajo la dirección de Heidrun Breier. Y trata sobre tres mujeres que, en una esquina cualquiera de cualquier ciudad latinoamericana, dialogan, explican, comentan y justifican la situación de ser mujer en la sociedad actual, cómo debe ser una mujer, sus características físicas, psicoemocionales, decorativas, hábitos, etc., por medio de una crítica ácida, la sátira y la parodia de lugares comunes de la representación de la mujer en la sociedad contemporánea. A partir de lo anterior, la hipótesis del trabajo es que la obra Banal…, deconstruye la representación de la mujer en la sociedad neoliberal latinoamericana, con el objetivo tanto de develar sus engranajes como de problematizar el imaginario de lo femenino y las lógicas que rigen la propia mentalidad de las mujeres, es decir, cómo se configuran a sí mismas mediante una construcción representacional impositiva y naturalizada.

El objetivo del presente estudio es analizar la obra Banal…, desde el punto de vista de la teoría feminista, con el fin de ahondar en la revisión del imaginario sobre “lo femenino” que realiza la obra en cuanto al cuestionamiento y develamiento de la configuración de la mujer en la sociedad actual. Además, otro objetivo relevante será analizar Banal… a partir de algunos lineamientos de los estudios culturales, para de esta forma, comprender la obra al situar las problemáticas que representa en el contexto de la sociedad actual. De esta manera, el marco teórico a utilizar, por una parte, se refiere a la teoría feminista respecto de la construcción sociocultural de la mujer, y la autopercepción errada que esta genera como condicionamiento que la posiciona en lugares no solo restringidos, sino que subordinados dentro de la sociedad. Por otra parte, se refiere a los estudios culturales, específicamente los análisis de la sociedad contemporánea neoliberal.

Generalidades:

¿En qué pensabas cuando te demolían? Esta pregunta que funciona a modo de subtítulo lleva a relacionar el pseudo diálogo, relato fragmentario de estas mujeres con la crónica roja y el sensacionalismo, los matinales y su populismo. ¿En qué pensabas (cuando te humillaban, cuando te abandonaban, cuando te violaban, cuando te mataban…) cuando te demolían? Esta pregunta lleva a cuestionar el rol y la configuración identitaria que poseemos las mujeres en esta sociedad, el imaginario que sobre nosotras se ha construido y en el que, en muchos casos, hemos ayudado a construir desde una posición cómplice consciente o inconsciente (se debe tener en cuenta que las lógicas patriarcales son hegemónicas, y por tanto, reproducen naturalizadamente las mismas). Somos constructos de esta sociedad, de lo que se ha catalogado como “femenino” y nos encasilla, nos clasifica, tal como señala la obra, en ser niña, ser mujer, ser señora, ser señora-de-bien, ser señora-de-gran-ciudad, entre otras múltiples denominaciones, pues, tal como se infiere de la obra, ser-mujer implica necesariamente estar construida de una forma determinada, como un edificio, que pasa por inspecciones y controles de calidad que designan si es adecuado o no lo es, y de pronto, este edificio es derrumbado a golpes, y entonces viene la pregunta: ¿En qué pensabas mientras te demolían?

Tres mujeres, tres visiones estereotipadas que hablan sobre qué es ser mujer, que clasifican, que se-clasifican, tres prostitutas (también estereotipos) que conversan de las banalidades del mundo y la sociedad, de carteras, del rol que cumplen éstas en la configuración de toda mujer –mejor dicho, de una “señora-de-bien” (porque la cartera hace a la dama y viceversa, dicen los personajes), porque tal como la cartera, las mujeres tienen relevancia por lo que puede ponerse en ellas, según la visión que se critica en la obra, importa en ambos casos de qué están hechas. En este sentido se devela la cosificación de la mujer, a quien puede comparársele con una cartera o que es la cartera la cual le otorga identidad, así como también lo hacen los zapatos, el perfume, el maquillaje, la ropa, etc., etc., esto me recuerda a la serie televisiva Sex and the city y lo banal que resulta como prototipo degradado de la señora-de-gran-ciudad, a partir de esto, cabe la siguiente pregunta: ¿Son éstos accesorios para la mujer o la mujer es un accesorio en donde éstos se sustentan?

Las tres prostitutas, animadoras de TV, mujeres que anhelan alcanzar la perfección de sus cuerpos por medios quirúrgicos, son tres identidades diluidas en voces decadentes pero lúcidas que saben bien de qué se trata ser mujer y qué es lo que se requiere para ser una mujer-de-bien. La mujer adulta-joven y una mujer mayor, le enseñan y aconsejan sobre cómo debe ser una “señora de bien” a una niña que quiere ser como sus maestras. Cuales maniquíes degradados estas mujeres se venden “30 mil, un buen precio y comenzar a hablar, un buen precio y comenzar a irse, un buen precio y no se hable más”, incluso a aquél que pueda demolerlas, haciéndolas pasar del vulgar anonimato de las calles, a la efímera fama que oscila entre matinales y noticieros plagados de femicidios.

Es así como estas tres mujeres, problematizan en sus diálogos yuxtapuestos, fragmentarios y aleatorios, la visión que los Mass Media, la publicidad, el neoliberalismo, y la sociedad falocéntrica han fabricado para las mujeres, convirtiéndolas en prototipos de sí mismas, muñecas con accesorios que son, en ocasiones accesorios de otros, tal como dice el refrán popular “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Una de las mujeres sentencia en escena “(…) Las palabras no sirven cuando no van acompañadas de la tenida y la cartera adecuada (…)”, lo cual deja en evidencia la visión de que las mujeres son valoradas más por su apariencia que por su intelecto y/o espíritu. Las mujeres de esta obra representan la subalternidad, la cual no se busca reivindicar, sino que por el contrario, se acepta orgullosa como un continuum infranqueable, y solo queda para estos personajes aceptar su destino, bien vestidas, con cartera y labios rojos, como toda “señora-de-gran ciudad”.

La propuesta del dramaturgo:

A partir de una conversación que sostuve con Mauricio Barría a propósito de su obra Banal, me resulta relevante considerar algunas líneas de trabajo defendidas por él, en función del presente análisis. Posterior a sus obras El ínfimo suspiro y El peso de la pureza, Banal nace como una búsqueda por problematizar y evidenciar las lógicas autoritarias y de poder (fascistas) aun predominantes en la post dictadura, y como un intento por develar la posición de la mujer en la sociedad de consumo.

Barría señala que desde los primeros años de la década del 2000 comenzó a cuestionarse el poder que se había impuesto desde la dictadura e incluso antes, históricamente, y que en los noventa se había naturalizado y desideologizado. En este sentido, Barría observa en la sociedad actual los resabios de un autoritarismo e incluso de un fascismo que coarta a la mujer a través del sistema patriarcal, el que contiene mecanismos de coacción hacia la mujer y que la transforman, según él, en un engranaje “cómplice” del mismo. Barría apela en Banal al problema de la representación de la mujer, a su posición y al develamiento de ésta, por ello es que vincula la construcción de la mujer con la violencia y la cosificación, por medio de las voces de estas mujeres prostitutas que se conciben como mercancía en un mundo en donde los medios de comunicación de masas todo lo permean y contribuyen no solo a reproducir, sino que también a naturalizar dicha representación, configurando de esta manera, una construcción mediática del signo mujer, atravesada por lógicas patriarcales y falocéntricas, a la vez que por las lógicas del libremercado, el consumo y la publicidad.

En este sentido, Barría pretende construir en Banal una deontología sobre el cuerpo femenino, construido a través de relaciones hiperbólicas con la ciencia y la anatomía, las cuales apelan a una estilización artificial de la corporeidad femenina, lo que se evidencia sobre todo en la sección “Cartografía del cuerpo prostituido” (p.19-26), en donde se expone una extensa y agobiante lista de características fisiológicas, anatómicas y genéticas a la que aspira toda mujer a poseer para ser-mujer-de-bien, o en otras palabras, ser “perfecta” para esta sociedad exitista y artificial, tal como lo señala en su crítica Andrea Jeftanovic: “Algo así como una construcción artificial, a lo cyborg, con inyecciones, bisturí y ejercicios físicos extenuantes. Todo para aspirar a transformaciones que la sitúan casi en lo poshumano («Glúteos electrotonificados», «Nada que no quite un buen lifting»)”. De esta manera, Barría deconstruye a través de la performance, el atiborramiento, y las alusiones al mercado y la TV (como metáfora social), en tanto lógicas de consumo y competencia, la representación y construcción del imaginario sobre la mujer y lo femenino en la sociedad actual, pues tal como Jeftanovic sostiene: “La pieza expone de un modo descarnado que la prostitución no se acaba en la figura de una mujer parada en una esquina bamboleando una cartera, sino que «la trata» continúa en lugares más solapados, pero igualmente feroces: en la entrevista de trabajo, en la conquista amorosa, en la publicidad, en el desarrollo profesional, el entrenamiento físico, en el discurso médico y más”. Así, la representación de la mujer oscila entre las lógicas neoliberales y patriarcales que en esta obra Barría parodia, ironiza, e hiperboliza para develarlas.

Prismas teóricos:

Para Jacques Derrida la deconstrucción implica desestabilizar las estructuras para evidenciar que los signos se construyen en la ausencia a través de lo que él denomina la “diferencia”, la cual radica grosso modo, en la huella del signo que permanece en su ausencia, convirtiéndose en ese espacio de contaminación intrínseca en el signo, que contiene las huellas de sus interrelaciones ausentes, y que provocan al resonar, sus potenciales significaciones. La teoría feminista utilizó estos lineamientos para develar la estructura patriarcal que subyace en el sistema social, la cual ha construido el signo mujer por ausencia del signo hombre, es decir, desde la carencia, la que a su vez implica una subordinación, pues es un signo que está “incompleto” y es dependiente del otro. Este punto resulta iluminador respecto de la obra, pues tal como se señaló anteriormente, Banal devela la posición de la mujer en la sociedad, la cual está marcada por lo que Simone De Beauvoir llama heterodesignación, y significa que la mujer está constituida por y para la mirada masculina. Esto se manifiesta, por ejemplo, en que las tres mujeres de la obra adquieren en ocasiones la dimensión de maniquíes de vitrina, otras, de animadoras de TV, y las más de las veces, prostitutas; es decir, mujeres que están ahí para ser vistas (y valoradas en cuanto a su tasación) por el ojo masculino, lo que revela su condición de subordinación en el paradigma patriarcal.

En relación con esto, De Beauvoir sostiene a modo de tesis de su célebre obra El segundo sexo, que la mujer es cultural e históricamente construida desde la subordinación, y que su “femineidad” es la categoría que la subsume a tal estado excluyéndola de los sistemas de producción; en otras palabras, desmitifica las estructuras construidas en torno al signo mujer. En Banal tal postulado se tensiona y reconfirma, ya que las mujeres han entrado al sistema de producción, sin embargo, desde una posición degradada, como objeto (mercancía), no como sujeto, y en sus diálogos señalan que su gran aspiración es convertirse en señoras-de-gran-ciudad al conseguir un hombre que las haga ascender:

M: Una mujer es todo lo que un médico desea.

A: Un médico siempre exige el certificado de sanidad.

M: Un médico necesita una esposa en todo el sentido de la palabra.

A: Una mujer que sea débil, enfermiza o neurasténica no es capaz de ser esposa de un hombre de bien.

H: Los médicos siempre miran a las pequeñas niñas.

A: Puesto que un médico es un hombre de bien todo lo que desea un médico es una señora de bien. (13)

Por eso es necesario que la “pequeña-niña” se convierta en “señora-de-bien”, y así, pueda llegar a ser, de la mano de un hombre-de-bien (encarnado en la figura del médico), una “señora-de-gran-ciudad”. Por tanto, la estructura patriarcal y de subordinación, queda en evidencia.

Ahora bien, otro aspecto importante a considerar en Banal, es su carácter performativo, pues tal como lo señala el propio dramaturgo, la obra se concibe como una performance. En este sentido, analizar Banal desde el prisma de los planteamientos que expone Judith Butler en Actos performativos y constitución del género resulta iluminador, ya que ella lleva al extremo la sentencia de De Beauvoir “la mujer no nace, se hace”, es decir, que es un constructo sociocultural e histórico, pues el hecho de que la identidad de género corresponda a un ámbito performativo, permite cuestionar su estatuto cosificado, en donde el “cuerpo femenino” cumple un rol esencial, ya que está signado fenomenológicamente, siendo el sexo en una situación histórica un condicionante. Sin embargo, para Butler el cuerpo no es una identidad en sí mismo, ya que es poseedor de un significado dramático en cuanto a las posibilidades que tiene de transformación, de ahí que el género para ella sea performativo en cuanto a los actos que potencian su fluctuación. En este sentido, los parlamentos que expone la obra Banal pueden considerarse como “actos performativos” que se realizan a través de las voces de los personajes, pues las mujeres van constituyendo el signo mujer a través de la enunciación de actos que toda mujer debe realizar si quiere ser considerada mujer, lo que se evidencia, por ejemplo, en el siguiente diálogo:

M: (En) la cartera (se) cumple el sueño de toda señora: el hogar

A: La cartera es una extensión del hogar

H: El hogar y la calle

A: Del hogar a la calle y al trabajo

M: El hogar la calle el trabajo

A: Una mujer debe ganarse su cartera

H: En la calle

M: Educando a las pequeñas niñas

A: Para ser señoras de gran ciudad

H: En la calle

M: Boca gruesa y una buena cartera

H: (de clientes)

A: Una señora viste su cartera

M: Una cartera viste una ocasión (6)

Fragmento en donde se demuestra que el “ser mujer” implica una serie de actos performativos que se transforman en constitutivos al naturalizarse y reproducirse, en este caso, el acto de llevar una “cartera” es el que configura a la mujer como “señora”, pues, tal como dicen los personajes:

A: Una cartera y eso distingue a una señora de una cualquiera

M: Una cartera debiera bastar por si sola

A: La cartera habla de una señora

M: La señora habla por su cartera (…)

M: Una buena cartera nunca pasa de moda.

A: Una señora se reconoce porque nunca pasa de moda.

M. Y por la hora en que anda con la cartera en la calle. (5)

Es entonces de tal importancia del acto de llevar una cartera, que este objeto constituiría por sí mismo a la mujer, al portarla de acuerdo a las lógicas performativas establecidas. Acto que Barría parodia por medio de un diálogo que pareciese tratar sobre una “banalidad” (apelando al título de la obra), pero que contiene implicancias profundas en cuanto a la propuesta crítica que propone. Cabe considerar respecto a los actos performativos y la constitución del género femenino, que algunos pasajes de Banal funcionan a modo de “instructivo” sobre cómo debe ser una mujer de bien”, es decir, qué actos performativos la deben constituir. La obra entrega una serie de aspectos fisiológicos, decorativos y del hábito, significativos del ser-mujer, a la vez, una serie de aspectos que ninguna mujer debiese poseer si quiere adecuarse al sistema y su norma, tal como se evidencia a continuación:

M: Una señora de bien no ha de tener nunca:

H: estrías en los glúteos.

M: Hoyitos en los codos.

H: Pliegues colgantes en los antebrazos

M: Desbordes grasos en la cintura

H: Mejillas extremadamente rosáceas.

M: La delgadez es una condición necesaria pero no suficiente

H: Delgadez y una buena cartera. (17)

Es decir, la mujer “de bien” se configura por la posesión y la carencia, en donde el cuerpo funciona como el objeto de consumo que debe mantenerse ad hoc al mercado para formar parte del sistema. Cualquier defecto y falencia debe ser solucionada para procurar que el producto cumpla con las exigencias de sus clientes. En este sentido Barría expone a la mujer como mercancía y/u objeto de consumo, con el fin de develar su posición en la sociedad. La “falla” o deterioro del producto (cuerpo) es arreglada por medios quirúrgicos, dicen los personajes al respecto:

M: Sin marcas que queden.

H: Nada que no borre una buena operación (…)

M: Una cirugía reconstructiva.

A: Una buena prótesis dental (…) Si natura non dat scientia prestat.

M: El médico ayuda a la naturaleza a expresarse

A: El médico es el mejor amigo del hombre.

M: La mujer es el mejor amigo del médico. (12)

La cirugía, el maquillaje, la vestimenta e incluso los accesorios, funcionan en la obra como actos performativos que inevitablemente la mujer debe realizar para pertenecer a la sociedad y no ser una “cualquiera”, calificativo que emplean los personajes para distinguirse de las mujeres que no poseen las características mencionadas por ellas como inherentes al ser-mujer, señora-de-bien o señora-de-gran-ciudad. De esta manera, el uso que realiza Barría de los actos performativos resulta paródico, hiperbólico e incluso humorístico, y no sirven, como los utiliza y como propone J. Butler para constituir conscientemente la identidad de género a través de la individualización, y promover así una trasformación al elaborar actos contra-hegemónicos frente al sistema patriarcal, por el contrario, lo que representa Banal, son actos performativos que confirman tanto la posición como la caracterización de la mujer dentro del sistema, así como evidencian la reproducción de tales lógicas en la “enseñanza” que los personajes de la mujer adulta y la mujer mayor, le entregan al personaje de la “pequeña niña”, sin embargo, al igual que Butler, Barría busca exponer las cosificaciones sustanciales y esencialistas que han configurado histórica, social y culturalmente a la mujer. Además, al rozar la caricaturización de los personajes, Barría revela el artificio de la constitución del género femenino, fracturando el “guión” que Butler señala que sostiene las representaciones de género, desestructurando de esta forma, al sistema a través de la decodificación de los actos performativos que funcionan como paradigma hegemónico en la configuración de la identidad femenina.

En relación con lo anterior, Hélène Cixous entrega una perspectiva útil para analizar el trabajo deconstructivo que propone Banal, ya que por medio de la crítica a la sociedad patriarcal y androcéntrica, busca generar un tipo de reflexión que problematice la arquitectura de las estructuras y revele así, las articulaciones discursivas falocéntricas, desestructurando las categorías naturalizadas. Precisamente es lo que realiza Barría en Banal, pues las voces de los personajes, al ir elaborando el atiborrado catálogo descriptivo sobre la mujer, evidencia la lógica masculina subyacente, es decir, lo que la sociedad espera y desea de una mujer, pero también, y más aún, cómo ella se ve y concibe a sí misma. No obstante, lo que Barría considera complicidad, en relación a la reproducción del sistema patriarcal a través tanto de la enseñanza heredada de madres a hijas, como de la violencia física y sexual hacia las niñas (os) del que las madres son parte (“La madre duerme/ El padre no es” ), desde el prisma tanto de De Beauvoir como de Cixous responde al sistema hegemónico patriarcal y androcéntrico del que la mujer forma parte como engranaje, y que le hace participar de aquél naturalizándolo (no se trata simplemente de una actitud consciente o inconscientemente pasiva), porque las articulaciones del sistema social le son inherentes. Culpabilizar y/o responsabilizar a la mujer por la reproducción del sistema es no visualizar la subordinación como consecuencia de la estructura social.

En sintonía con lo anterior, Cixous pone de relieve las implicancias que el cuerpo femenino posee dentro de las lógicas del sistema, debido a varios factores, todos los cuales son problematizados en Banal. Por una parte, su codificación reproductiva y la individualidad inexistente que esto genera, debido a que la mujer no es propietaria de su propio cuerpo (y si lo es, debe usufructuar de él a modo objeto de consumo), ni de los espacios que utiliza o a los que está relegada (en Banal es “una esquina cualquiera”, es decir, el espacio público en donde el mundo privado se expone en la venta del cuerpo). Por otra parte, y como correlato de lo anterior, la condición marginal y subvalorada en la que se encuentra la mujer dentro del esquema social, provoca un rechazo hacia sí misma y a su propio ser-mujer, lo que se manifiesta, en la obra, por una parte, en el deseo obsesivo de los personajes por alcanzar la perfección física e incluso genética, por medio de medios artificiales y quirúrgicos que evitan que el cuerpo (objeto) pierda valor (tasación) en el mercado (masculino). Tal como se observa en el diálogo de las “Animadoras de TV”, cuando compiten entre sí para venderse al espectador/cliente:

V- Mira yo mido 1 mt 75 y todo lo que tengo es real

K- ¿Real?

V- Quiero decir “Bio”, orgánico…

K- Las mías son “como” naturales.

V- Tu quieres decir: implantes. Usted sabrá lo que compra…

K- Pero están duras y redondas

V- Plásticas y adulteradas…

K- 275 centímetros cúbicos indeformables.

V- Silicona, poliuretano y suero salino

K- No hay posición en que no queden siempre enhiestas: eso mantiene la excitación

V- Yo lo que le ofrezco es un producto nat-tu-ral. De origen

K- Natural claro. Natural es la liposucción que te hiciste el mes pasado

V- Mira Katina la vida privada es privada. (28)

Esto genera que la mujer compita consigo misma y considere enemigas no solo a sus congéneres, sino incluso, a su “yo” que no calza con los modelos establecidos (causa por ejemplo de patologías como la anorexia y bulimia). Por otra parte, la marginalidad se manifiesta en la necesidad del olvido de los personajes y de borrar las huellas de sí mismas, con el objetivo de calzar dentro de los patrones que impone “ser-señora-de-bien” o convertirse en “señora-de-gran-ciudad”, aunque implique la aniquilación, o “demolición” de sí misma, tal como lo indica el subtítulo de la obra:

A: un buen precio y comenzar a hablar

H: a cantar

M: a cantar mientras te demuelen.

A: pero lo más importante es no soltar nunca la cartera

M: lo más importante es no olvidar nunca qué cantar mientras te demuelen (4)

En donde la “demolición” funciona como efecto/resultado, del proceso al que es sometida la mujer por la sociedad, a través del “acondicionamiento” al sistema:

A: Bajo la supervigilancia de una mujer de bien la pequeña niña es acondicionada una y otra vez.

H: Y no hacen nada para evitar tal cosa.

A: Y luego es como perder el cuerpo. Lo mejor en estos casos es pensar en otra cosa

H: Un cuerpo sin tiempo

A: Todas somos ángeles

H: Todas íbamos a ser ángeles

A: ¿Y Entonces en que pensabas mientras te demolían? (34)

En este diálogo se evidencia, por un lado, la caída del ideal, del prototipo de mujer construido en base a las relaciones dicotómicas (mujer angelical v/s prostituta), de la que hablan Gilbert y Gubar, apelando a la necesidad de cuestionar y problematizar los estereotipos, es decir, desestructurar el clásico paradigma “ángel del hogar” v/s “femme fatale”, que es precisamente lo que realiza Barría en Banal al tensionar el esquema representacional sobre/de la mujer encarnado en las figuras de las prostitutas que enseñan sobre cómo ser “señora-de-bien” o “señora-de-gran-ciudad”. Generando de este modo, una subversión de los estereotipos clásicos, al ser precisamente las “prostitutas” los modelos referenciales. Por otro lado, el diálogo manifiesta la promesa incumplida de que la “señora-de-gran-ciudad” podría ocupar un status relevante dentro de la sociedad, incumplida porque como ya lo decía De Beauvoir, la mujer es el segundo sexo, y cualquier intento por recordar la problemática que subyace en este esquema, debe ser rápidamente olvidado, para que el engranaje siga funcionando:

A: Una señora de bien no tiene memoria.

M: La memoria es algo que lleva una mujer cualquiera.

M: La memoria es una astilla a punto de clavarse para siempre en el ojo.

A: La memoria no es nada que no pueda borrarse con una buena rinoplastia. (12)

En relación con lo anterior, cabe señalar, además, que la referencia a la “demolición” tiene correlato con la escena final, en que se alude a una violación (y que puede asociarse también a un femicidio):

Golpe golpe insulto golpe insulto grito puñetazo apretón pellizco apretón, insulto grito cachetada amenaza corte insulto tapar la boca apretón golpe puñetazo (…)

A: Y después de todo: hacer la cama (…)

H: Y no dejar ninguna arruga (…) Como una buena mujer (…)

H: Tres transformaciones del espíritu os menciono: como la pequeña puta se convierte en una pequeña niña,

A: y la pequeña niña en una mujer de bien,

H: y la mujer de bien, en fin, en una señora de gran ciudad. (36)

“Acondicionamiento” sociocultural que la obra devela brutalmente al enrostrar que la posición de la mujer es producto de una violencia sistémica, sistemática y naturalizada. Luego, dicen los personajes, refiriéndose a la mujer violada/muerta, que ella gozará de una breve fama en la crónica roja, en algunos programas de TV, para finalmente, tras ser expuesta (como en la esquina de la calle, como en la vitrina), pasar al olvido.

A continuación, es menester analizar Banal desde la perspectiva del estudio de la sociedad y cultura contemporánea, porque no basta comprender la obra solo como la deconstrucción del imaginario sobre la mujer y lo que devela, sino que hay que situarla dentro del contexto de la cultura neoliberal y de auge de los Mass Media que invade la sociedad contemporánea. En este sentido, los planteamientos de la argentina Beatriz Sarlo resultan fructíferos, ya que ella, en su reconocido ensayo Escenas de la vida posmoderna, explica y comenta la experiencia de vida de los sujetos en la sociedad posmoderna, en donde han caído las utopías, los referentes e han diluido, el libremercado se ha posicionado hegemónicamente, y la globalización se ha instalado, conectando culturas y economías. Para Sarlo, todos estos factores han generado que las ciudades hayan cambiado su configuración (enfatiza el caso latinoamericano), perdiendo su “centro”, disgregándose y segregándose, habiendo como consecuencia, una rearticulación del espacio público, en donde el Mercado (y su representación máxima: el Mall) rige las relaciones sociales y culturales, transformando no solo al “ciudadano”, en un “consumidor”, sino que también, convirtiendo a la juventud en un constructo sociocultural útil a las necesidades e intereses de las lógicas del capitalismo.

El vínculo que esta perspectiva posee con la obra Banal radica en el hecho de que, en todo momento, la obra expone la condición de prostitutas de los personajes, quienes dicen constantemente frases tales como “30 mil es un buen precio”, “Un buen precio y comenzar a hablar”, “Un buen precio y comenzar a irse” (3), lo que expone cómo las lógicas neoliberales exponen como objetos de consumo a la mujer, quien se oferta en la calle, la que funciona como su vitrina o sala de ventas de su cuerpo, su mercancía. Esta lógica de mercado y las implicancias que posee en la construcción sociocultural de la mujer también se evidencia en la sección de la obra llamada “Reality Show: Naturaleza versus Cultura” (27), en donde los personajes de las animadoras compiten entre ellas por tener más rating, es decir, por ser mejor cotizadas en tanto productos televisivos, y su competencia radica en ofrecer las mayores ventajas de sus cuerpos a la vez que revelar las artimañas y desventajas del cuerpo de su oponente:

K: Ok! Mantengámonos dentro de las reglas del libre mercado. Ya a cuál va a elegir. ¿A la rucia o a mí?

V- Mira yo mido 1 mt 75 y todo lo que tengo es real (…) Mira Katina la vida privada es privada.

K- Entonces nada de publicidad engañosa (…) (28)

Sin embargo, la parodia que expone a estos personajes caricaturescos como constructos hechos a la medida del mercado, que prostituye a la mujer a través de métodos menos explícitos, revela la profundidad del problema al que apunta Barría, cuando uno de los personajes señala:

Pero tal vez tú tienes razón…. amiga: Así es como estamos sumergidos hasta el cuello en esta sociedad del espectáculo. La globalización del capital, la explotación irracional de los recursos naturales y la privatización de nuestra economía libidinal, nos impide constituir estrategias rizomáticas de resistencia, y sin nuestro buen esquizo-análisis semanal no nos será posible recuperar esa cosa humana a la que antes hacías referencias. Amigas/amigos que somos: acaso imágenes capturadas en la instantaneidad de una superficie videal, sistemas/sistemos semióticos sin referentes, significantes desperdigados/desperdigadas en el texto de la historia…? (31)

En otras palabras, lo señalado por este personaje apunta hacia la misma problemática a la que Sarlo se refiere, la transformación de la sociedad regida por las lógicas del libremercado, la globalización y los Mass Media que ha exacerbado el espectáculo, han construido representaciones dislocadas que permean no solo las relaciones interpersonales, sino que también, la sociedad y la cultura. Además, estas representaciones tienen directa implicancia en la construcción de la propia identidad femenina de las mujeres, tal como lo explica Sarlo en su parágrafo Jóvenes:

Que nadie se confunda: esa chica que parece una prostituta dibujada en una historieta de la movida española, es simplemente una máscara (…) Esa chica ha compuesto su cara y ha distribuido sobre su cuerpo una serie de signos que no significan lo que alguna vez significaron (…) La pura exterioridad del carnaval produce un efecto de superficie, donde todo está para ser visto por completo (98)

Lo cual puede aplicarse a la obra Banal, en el sentido de que la mujer se construye a sí misma a través de signos socioculturalmente establecidos, a través de lo que Butler llama “actos performativos”, y que Gilber y Gubar asocian a los estereotipos, construcciones y representaciones que transforman en máscaras que se resignifican según el contexto en donde se les utilice y que generan el “deber ser” de la mujer.

A modo de conclusión:

El estudio anterior, tuvo por objetivo analizar la obra Banal o en qué pensabas mientras te demolían (2015) del dramaturgo Mauricio Barría, desde el punto de vista de la teoría feminista y de los estudios culturales, pues se trata de una obra que deconstruye la representación del signo mujer en la sociedad contemporánea, develándose como construcción del sistema patriarcal, pero también, como revelando la posición de la mujer en dicho sistema. Analizando la obra se observa una conjunción entre los estudios culturales de Beatriz Sarlo, que se refiere a la sociedad posmoderna y neoliberal; y los estudios de De Beauvoir respecto a considerar a la mujer como un “segundo sexo” que debe construirse mediante los “actos performativos” referidos por Butler, y los estereotipos que pretenden soslayar Gilber y Gubar. De este modo, Banal se configura como la deconstrucción del imaginario sobre la representación y construcción de la mujer en la sociedad contemporánea, posmoderna y neoliberal, con el fin de develar los engranajes que coartan al signo mujer.

BIBLIOGRAFÍA:

De Beauvoir Simone. El segundo sexo. Editorial Siglo Veinte. Buenos Aires, 1969.

Hélène Cixous. “La joven nacida” en La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura. Barcelona: Anthropos; Madrid: Comunidad de Madrid. Consejería de Educación. Dirección General de la Mujer; San Juan: Universidad de Puerto Rico, 1995.

Jeftanovic Andrea. La voz como voto político. Revista Wikén, El Mercurio, 27 de noviembre de 2015. En: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=204842

Judith Butler. “Actos performativos y constitución del género”. Debate Feminista, nº 18.

Sandra M. Gilbert y Susan Gubar. “Hacia una poética feminista” en La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX.

Beatriz Sarlo. “Abundancia y pobreza” en Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, Buenos Aires: Ariel, 1994.


Mauricio Barría (Santiago, 1967) es dramaturgo y doctor en filosofía. Investigador en el área de Performance, dramaturgia contemporánea  y teatro chileno, ha publicado cerca de una veintena de artículos en revistas de Chile, Brasil y Estados Unidos. Ha escrito y dirigido numerosas piezas de teatro. Banal fue puesta en escena en el 2015 y denuncia la violencia ejercida contra la mujer.

Acerca de Jessenia Chamorro

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