Huaco retrato, de Gabriela Wiener
Deshilvanar la genealogía y atar los cabos
Deshilvanar un hilo genealógico convocando en el mismo libro un tatarabuelo huaquero austríaco – alto representante del colonialismo arqueológico de los principios del siglo XX – , y su bisnieta peruana de perfil preincaico – “descolonizada” por un daldo de cristal movido por una mulata de Baranquilla–, tal es la nueva hazaña de Gabriela Wiener. Huaco retrato es una empresa general y vertiginosa de descolonización cultural y sexual.
Así como en Sexografías (2008) y Nueve Lunas (2021, edición revisada y ampliada), el lector sigue las andanzas de la narradora, temiendo perderla de vista en cada vericueto de su itinerario picaresco a través del espacio y del tiempo. De libro en libro, el método Wiener sigue igual, descansando en una mezcla de indagaciones, pesquisas, cavilaciones y extrapolaciones subjetivas: “intento componer con restos extraviados e inmateriales, estableciendo diacronías caprichosas”. Así utiliza todos los recursos : fragmentos de lecturas, contactos telefónicos, emails con especialistas (un tal Pascal Riviale), entradas al grupo privado Facebook de la familia Wiener, poesías tal y como la maravillosa Panchilandia del final, cartas de su madre dirigidas a ella, emails del padre difunto… se entrecruzan formando un tejido narrativo heterogéneo.
El libro se abre en una visita al museo parisino del Quai Branly, cumbre del arte primitivo, donde queda expuesta la colección de huacos de Charles Wiener (1851 – 1913). Si el recorrido entre los diferentes objetos puestos en escena reactiva por una parte la cuestión de los vínculos de parentesco entre la visitante y el arqueólogo, ese “Indiana Jones del mundo Precolombino”, por otra parte desencadena un proceso espontáneo de identificación con lo indígeno : “Mi cara es muy parecida a la de un huaco retrato. Cada vez que me lo dicen me imagino a Charles moviendo el pincel sobre mis parpados para quitarme el polvo y calcular el año en que fui modelada. Entre los huacos, piezas de cerámicas hechas a mano, el retrato huaco es el más interesante. Un huaco retrato es la foto carnet prehispánica […]. La imagen de un rostro indígena tan realista que asomarnos a verlo es para muchos como mirarnos en el espejo roto de los siglos. Dicho de paso el retrato huaco del Perú nos remite extrañamente a la máscara pasaporte africana de África central antes de la llegada de los europeos. Aquellas máscaras servían tanto de carnet de identidad para desplazarse como de indicador de posición social del individuo en la tribu.
A lo largo de la narración, la autora vuelve en su doble estirpe y la preeminencia de una sobre otra, es decir de la india sobre la europea: “Ya de niña sabía que yo venía de dos mundos muy diferenciados, el de los Wiener et el de los Bravos […] mis evidentes rasgos físicos, el color marrón que me hace india en España y “color puerta” en Perú, me hicieron una Bravo más. Cuando vine a vivir a Madrid y supe lo que quería decir sudaca no me sorprendí. En Lima muchas veces había oído asociar mi color de piel con el color de la caca.”
Vaivenes entre la época actual y aquel mundo de entonces llevan al lector a principios de siglo XX donde el viajero científico Carlos Wiener, empedernido saqueador de huacas (¡se habrá llevado más de 4 000 piezas precolombinas!), acaba volviéndose el resucitador del imperio inca, casi su salvador. Hojeando el libro de Wiener, Perú y Bolivia, Gabriela Wiener apunta los fragmentos donde el arqueólogo glorifica el pasado inca a la vez que desprecia al peruano de su época, envilecido según él. Hasta tal punto que se compra un indiecito llamado Juan para salvarlo de la barbarie y llevárselo a Europa. Y la narradora de comentar: “Nada de este personaje extraviado en su eurocentrismo, violento y atrozmente racista tenía que ver con lo que soy […].” Sin embargo, a pesar del odio que la bisnieta siente por la empresa de su bisabuelo, consigue establecer puentes y conectarse con él, hasta sentir cierta empatía “por su postura involuntariamente antiacadémica y ególatra”. Más allá de los vínculos sanguíneos, otro proceso de identificación totalmente inesperado (los vericuetos de Gabriela Wiener nunca acabarán de sorprendernos….) se elabora a pesar suyo : “me muevo por sus páginas como por un laberinto de espejos versallescos. Se revela así un puente ahora invisible entre nosotros, uno que atraviesa la historia, lo que somos y no fuimos para cada uno, lo que no nos atrevimos a ser, algo que se llama impostura.” A partir de cierto momento, Huaco retrato opera un movimiento pendular, yendo del rechazo total a la búsqueda de semejanzas… hasta la comprensión. Así el tema de la desnudez, recurrente en la obra de Gabriela Wiener, reúne al bisabuelo y su bisnieta: “Su autorretrato vital, la del narcisista obsesionado con el éxito, es tan impúdico que no necesita estar desnudo. Cuántas veces me han preguntado sobre el desnudamiento en mis libros, por qué solo escribo sobre mí…” Una explicación muy sutil asoma paulatinamente. La autopromoción de uno mismo, sobre todo cuando ese uno mismo es estigmatizado (de un lado Charles Wiener por ser unjudío austríaco, del otro lado Gabriela Wiener, por ser una sudaca de color marrón) descansa en la búsqueda de “inmunidad”. Así lejos de ser un libro dogmático, Huaco retrato no deja de rebosar de matices.
Entre los muchos temas rebajados (como el poliamor), cabe subrayar también el de la violencia del robo arqueológico en la que descansan museos occidentales. Ese tema tan delicado es muy actual a la hora de la restitución por museos europeos de enseres robados. Hasta la función de los museos etnográficos es puesta en tela de juicio con esa frase sumamente acertada (¡exquisita!): “Un museo no es un cementerio, aunque se parezca mucho.” El museo como hito de la cultura, del conocimiento y de la conservación es cuestionado: “Aquí las momias no se conservan tan bien como en la nieve”. Verdaderos parques de objetos desplazados, los museos remiten a otros parques, los de seres humanos que Gabriela Wiener describe cuando evoca las exposiciones coloniales de principios de siglo pasado.
En fin, habría que decir mucho sobre ese ovni que es Huaco retrato. Pero si tuviera que destacar algo muy especial seria su dimensión poética : “Sus ojos son esas heridas alegres y tristes que las marrones llevamos en la cara hace siglos. Pequeños lagos caso orientales en los que tiembla la luz. Me mira intensamente, una especie de ardilla concentrada en su labor de roer el sistema que me posee.” O el tan hermoso “ tu reflejo preincaico en un escaparate vacío”.
Wiener, Gabriela. Huaco retrato. Penguin Random House, 2021.
Gabriela Wiener es escritora y periodista peruana. Ha publicado los libros Sexografías, Nueve lunas y poemarios como Ejercicios para el endurecimiento del espíritu. Es una de las voces más interesantes de la literatura latinoamericana hoy. Vive en Madrid.