Año sabático, de José Güich Rodríguez

Año sabático, de José Güich Rodríguez

Año sabático, de José Güich Rodríguez

Relatividad del tiempo y espacio que crean una nueva dimensión utópica, para escapar de la realidad: 25 años después, más vigente que nunca

¡Quien no ha pedido a gritos un año sabático, que levante la mano!

 El título de este “libro-cohete” compuesto de 9 cuentos, es bien emblemático:  El concepto de “año sabático” ofrece una riqueza simbólica y filosófica que abarca tiempo y espacio para un salto cuántico hacía una nueva dimensión utópica a fin de escapar de la realidad tal como la percibimos.

El origen del término está en prácticas religiosas : proviene del hebreo shabbat, que implica descanso, pausa, renovación y en la Biblia, el año sabático era el séptimo año en que se dejaba descansar la tierra: una metáfora poderosa de regeneración. Pero en la literatura, esta pausa se convierte en un acto de resistencia frente al tiempo productivo, una suspensión del deber para dar lugar al ser. Funciona como un interludio existencial, donde el personaje se aleja de su rutina para explorar lo desconocido. En novelas de formación, puede marcar el tránsito entre dos etapas vitales: juventud y madurez, trabajo y vocación, alienación y autenticidad. Desde una perspectiva existencialista, el año sabático puede interpretarse como una suspensión del ser-en-el-mundo (Heidegger), donde el sujeto se confronta con su libertad radical. En clave psicoanalítica, es un momento propicio para el retorno del inconsciente: sueños, deseos reprimidos, pulsiones olvidadas emergen en la pausa.

¿Es el año sabático una huida o una búsqueda? El libro de Güich juega con esta ambigüedad. En algunos textos, se critica como privilegio burgués; en otros, se celebra como acto de valentía frente a la alienación moderna.

En todo caso, en el mundo de José Güich el año sabático se convierte en un poderoso manifiesto existencial, hasta político diría yo. Persigue la imagen de un refugio posible para un ser humano ligeramente culpable por ser explotado por el sistema colonial capitalista y cuya única alternativa consiste en una permanente fuga de una dimensión del espacio y el tiempo donde se volvió una mercancía más. Y no es casualidad que el emblemático personaje de Richard Kimble (de la serie The fugitive), aparezca en el transcurso de este viaje como si quisiera escapar hasta del mismo cuento donde el autor lo encerró.

Asimismo, cada cuento de Año sabático es una variación alrededor de los temas recurrentes del concepto :

Desarraigo: los personajes se desprenden de su entorno habitual, lo que permite una mirada crítica sobre su vida anterior. En el primer cuento que da título al conjunto, profesores universitarios están deseando huir de sus aburridas existencias de intelectuales inactivos; En “La Isla”, el gigante Pantagruel de Rabelais, gran devorador de objetos y conocimientos, decide deshacerse de las deidades llamadas razón y ciencia heredadas de su padre Gargantúa para experimentar sus propias experiencias; En “Oráculo” los decadentes de la Lima contemporánea se confrontan a la sabiduría de la cultura nativa; en “Tiempo prestado” y “Danza del fuego” los marginales pobres intentan desarraigarse de su condición miserable, de su tiempo y “espacio alquilado”; en “Stafford, Indiana” el mismo Richard Kimble ya nombrado huye de su propia identidad sin descanso; en “La puerta y el jardín”, el personaje principal se traslada a un jardín de la antigüedad romana a través de un portal desde el sótano de su vieja casona de Barrios Altos; y por último en “Verano del desprendimiento”, extrañas figuras escultóricas de la Lima antigua toman vida e invaden la ciudad.

Reinvención: el año sabático es también terreno fértil para la metamorfosis, tanto física como simbólica. Y es curioso notar que cada cambio de estado de los personajes del libro va en contra de la supuesta jerarquía de los reinos de la vida definidos por la ciencia para que los personajes vayan encontrando su epifanía.  En el cuento título, los intelectuales tendrán que transformarse en insectos para alcanzar la eternidad. En “La Isla”, “El tiempo prestado”, y en “Verano del desprendimiento”, la reinvención de los protagonistas se hace gracias a la regresión a las pulsiones eróticas: Pantagruel el gigante representante de la gula racional teórica y técnica, del hombre domador de la naturaleza por excelencia, apuesta curiosamente por las sorpresas de un mundo vegetal pulsional lleno de árboles embarazados y poblado por los “Priapitas”, seres maravillosos en constante erección. Y es en un prostíbulo, en la esperanza del primer orgasmo, que el joven del “Tiempo prestado” anhela la liberación de su condición. Y en “Verano de desprendimiento”, una antigua escultura de Cupido llamada Eros toma vida de mascota, amenazando el encuentro amoroso de una pareja de la Lima moderna. En “Stanford, Indiana”, Güich reinventa a un Richard Kimble esquizofrénico cuya única opción de reinvención consiste en refugiarse en la locura de infinitas identidades.  En “Oráculo”,“Danza de fuego”,“La puerta y el jardín”, la reinvención se hace gracias a regresiones a tiempos pasados, la utopía se encuentra en lo precolonial en caso de los dos primeros, y en la nostalgia de la cultura clásica romana en caso del tercero.

Tiempo subjetivo: en todo año sabático que se respeta se rompe también la linealidad cronológica; el tiempo se vuelve introspectivo, contemplativo, casi poético. Es poco decir que uno de los temas esenciales de casi todos los relatos del libro es la exploración de una nueva dimensión del tiempo.  Nuestras culturas judeocristianas han sido determinadas a ver el tiempo como una entidad lineal y cuantificable donde se valora la puntualidad y la eficiencia, como un recurso limitado que debe ser utilizado de manera productiva para lavar el pecado original. El pasado, presente y futuro se perciben como distintos y se enfatiza la planificación a largo plazo. Esta concepción influenció claramente la concepción de la ficción: una buena historia tiene que tener inicio, desarrollo y fin. Por consecuencia, la ciencia ficción, teniendo sus raíces en el occidente ha reflejado esa visión capitalista del tiempo: dimensión que siempre se quiso conquistar al igual que el espacio con máquinas mayormente nacidas del imaginario machista dominante. Se ve claramente en los relatos  “Año sabático”, “Oráculo”, “Los pilotos del templo”, “El tiempo prestado”, “Danza del fuego” y “Verano de desprendimiento” cuyos personajes se ven atrapados por sus rutinas, repeticiones, normas y estructuras productos de una modernidad que les hace objetos de un sistema demoledor. Se ve en particular en “Stanford, Indiana” con la figura del fugitivo eterno y en “Los pilotos del tiempo”, quizás el cuento más pesimista, cuando un grupo de militares se ven atrapados en un bucle temporal que les condenan a una repetición constante de sus actos sin salida posible. El guiño al concepto del eterno retorno de Nietzsche ahí se debe leer al revés. En la filosofía de Nietzsche es un concepto moral que sirve de medidor al superhombre para pensar su fuerza moral. Ahí se ve más cómo una reinterpretación del suplice que recibe Sísifo condenado a rodar su roca para toda la eternidad, contrapunto a la eternidad como refugio explorada en el cuento “Año sabático”.

En contraparte, aparecen nuevos tiempos refugios en el libro, la eternidad vista como no consciencia del tiempo que experimentan los universitarios transformándose en insectos en “Año sabático”. Pero la visión más interesante y novedosa es según yo la  concepción del tiempo que nos viene del ahora denominado “Sur global”, que inventan nuevos futuros.

Ya hace décadas que la ciencia ficción explora el tiempo cíclico. En  “El fin de la eternidad” de Isaac Asimov, por ejemplo, existe una organización llamada “La Eternidad” que manipula el tiempo para corregir errores históricos. El tiempo se considera cíclico, y los viajeros temporales intervienen para cambiar el curso de la historia. En “El día eterno” de Arkady y Boris Strugatsky, un planeta llamado Dina-Dar está atrapado en un ciclo de día eterno. Los habitantes han desarrollado una sociedad única y enfrentan desafíos existenciales debido a la falta de noche. En “La historia de tu vida” de Ted Chiang, una lingüista intenta comunicarse con una raza alienígena llamada “heptápodos”, cuya escritura compleja les permite conocer el final de una frase antes de escribirla. Este conocimiento afecta la percepción del tiempo de la narradora, quién experimenta su vida y la de su hija como un todo, incluso antes de que su hija nazca.

En “Oráculo”, “Danza del fuego” y en “La puerta y el jardín”, gracias al uso literario de tiempos yuxtapuestos, el del presente de la modernidad y el del pasado de las culturas precoloniales, es la cosmovisión andina la que está convocada:  el Qhipa Pacha—término quechua que designa un abanico de posibilidades acerca del futuro— es un concepto fundamental que tiene la particularidad de abarcar tanto el espacio como el tiempo y de integrar todas las concepciones anteriores.

Primero el Qhipa Pacha no separa el tiempo del espacio. Ambos están entrelazados y se consideran una unidad inseparable. Esto contrasta con la concepción occidental, donde a menudo se tratan por separado. Lo dice el filósofo francés Alain: “El espacio es la marca de mi poder, el tiempo de mi impotencia”.

El Qhipa Pacha se basa también en la ciclicidad y reciprocidad: los andinos ven la vida como ciclos naturales y ritmos cósmicos, como un flujo continuo de energía, donde todo está conectado. Los ciclos de la naturaleza (como las estaciones) se reflejan en los ciclos sociales y personales.

El Qhipa Pacha incluye también tres tiempos relativos: Kay Pacha, el mundo cotidiano, donde vivimos y experimentamos. Hanan Pacha, el mundo superior o celestial, asociado con los dioses y lo trascendental. Ukhu Pacha, el mundo subterráneo o interior, vinculado a los ancestros y la fertilidad. Los rituales andinos, como las ceremonias de agradecimiento a la Pachamama (Madre Tierra), están sincronizados con los ciclos del Qhipa Pacha. Estos rituales buscan mantener el equilibrio y la armonía entre los seres humanos, la naturaleza y los espíritus.

En resumen, el Qhipa Pacha es una visión holística que trasciende las divisiones lineales del tiempo y el espacio, conectando a las personas con la naturaleza y lo sagrado. El Qhipa Pacha construye mundos posibles que recuperan la memoria ancestral de nuestros pueblos originarios e imaginan y/o proyectan el futurismo andino y amazónico peruano más allá de las influencias de la ficción especulativa de horizontes culturales ajenos a nuestras culturas.

No puedo cerrar este comentario sin rescatar la dimensión humorística de este libro.

Generalmente las obras de ciencia ficción de carácter social y político, carecen de humor. No es el caso de esta. La autoderisión corre en las páginas de “Año nuevo” sabiendo que Güich pertenece al mundo universitario y a estas peleas inter comunitarias entre ciencias duras y humanas; el humor se hace grotesco al imaginar a un Pantagruel amenazado por pequeños seres eréctiles y árboles embarazados; irresistible al seguir las travesuras de una antigua escultura mascota voladora de nombre Eros provocando la virilidad de un pobre citadino moderno.

A modo de conclusión, esa cita del cuento “Stafford, Indiana”, que tampoco carece de humor negro:

Después de dos años, ha descubierto que, además de adoptar nombres falsos u oscurecer su cabello, es preciso construir una realidad alternativa

Después de 25 años, la frase resuena ahora más vigente que nunca, recordándonos la urgencia de darnos el salto cuántico hacia ese año sabático que nos propone José Güich, y al cual todos los espíritus libres añoramos.

Güich Rodríguez, José. Año sabático. Maquinaciones narrativa, 2025.


José Güich Rodríguez es escritor, periodista, crítico literario y académico. Ha publicado, entre otros, los ensayos Lima en el cuento peruano moderno El cuento peruano 1990-2000. Sus cuentos han sido publicado en numerosas revistas y antologías. Vive en Lima.

Acerca de Sophie Canal

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