La máquina de limpiar la nieve, de Rocío Silva Santisteban
Autora de ocho poemarios, ganadora del Premio Copé de Plata en la categoría poesía en dos oportunidades, narradora, ensayista y activista política en defensa de los derechos humanos y de la mujer, Rocío Silva Santisteban ha sabido entrelazar dichos horizontes en la poética de una mariposa negra que transforma la herida, la confesión, en una poética político-confesional. Su último poemario, La máquina de limpiar la nieve, publicado por Hipatia Ediciones en 2024, confirma que se trata de la obra de una poeta de fuste.
Se abre el texto con un epígrafe de Anne Winters que nos anticipa el diálogo del poemario con las nuevas narrativas plasmadas en la poética del migrante, ya no del campo a la ciudad, sino de los campos y urbes de la periferia tercermundista al centro del capitalismo y el capital. Hay ahora migrantes económicos, intelectuales, refugiados políticos, desplazados de guerra. Situación de desarraigo que se presentará en el poemario como un conjunto de preguntas encadenadas y que propondrá la reflexión sobre el lenguaje y la interrogación poética como medio de conocimiento de la realidad.
En el poema que le da el título al libro, la descripción de un paisaje gélido e invernal, y la imagen de una máquina que cumple la tarea cotidiana de limpieza del sendero bloqueado por la nieve, se transforman en una poderosa metáfora de la situación del migrante y de la identidad crítica de la locutora. Esta última identifica al migrante que manipula la máquina como el significante principal y, en ese proceso, se reconoce ella misma como tal.
La forma poética del poema inicial, el pareado, nos habla de estas dos realidades: la del maquinista y la de la poeta que se revela como una sola voz en el verso «Miramos el paso del carro» (p. 11). La primera persona del plural alude tanto al maquinista como a la colectividad de inmigrantes y a la poeta misma, todos sienten el carraspeo ronco del motor, el chirrido de los otros ruidos, la música de los caños. El ruido, la interferencia, es el preludio de la visión de un nuevo sendero. Se trata más de una esperanza que de una realidad. A pesar de que desde las ventanas se abre una pequeña sonrisa, el polvo gélido está pegado a sus cuerpos como goma arábiga y la nieve no es blanca e impoluta, sino llena de mugre. El sol debe venir, pero, mientras tanto, hay que «sacar la lágrima de encima», «torcer con suavidad para otro lado la cabeza», «luchar desde un principio y quebrar / con dulzura lentamente los párpados» (p. 12). Sin embargo, el epifonema con el que concluye el poema deja claro que, en el mientras tanto, no se puede aceptar «nada que equivalga a una humillación» (p. 12).
El libro consta de un poema que funge de introducción, y que le da nombre al poemario, «La máquina de limpiar la nieve». Está estructurado luego en tres partes: la primera, «Welcome to the desert of the real / Bienvenido al desierto de lo real»; la segunda, «Ich bin eine Brücke (Frank Kafka) (short Czech interlude) / Soy un puente (breve interludio checo)»; y la tercera, «But I always come back / Pero siempre vuelvo». Concluye el poemario con un epílogo: «Mariposa negra (einmal ist keinmal)».
El recurso al multilingüismo de los títulos enfatiza el papel del lenguaje y de las lenguas en la configuración del mundo social y poético, aunque también como organizadores de una visión del mundo con el que los pobladores de Babel se enfrentan a esas lenguas «universales», inglés, francés y alemán, que dicen yo desde otro horizonte (I, Je, Ich), uno distinto al de los excluidos del banquete, las lenguas como universos disímiles, historias y experiencias ajenas, «un impulso construido en otra lengua, esa lengua / que nunca llegaré a entender» (p. 55). El único lenguaje que puede traducir ese babel monologante es el poético, de ahí también la traducción simultánea de los títulos.
Las lenguas de los títulos de las tres secciones nos remiten al lugar de emisión del discurso. El inglés en Estados Unidos (partes 1 y 3), y el alemán y el checo en el continente europeo (parte 2), traducidos intermitentemente al inglés o al castellano. Pero el alemán conecta también con el epílogo, conformado por el poema «Mariposa negra (einmal ist keinmal)», por lo que se convierte en el puente entre la situación de viajera nómada del mundo, entre el breve interludio de una poeta trashumante, y su viaje poético interior y el desierto de lo real al que siempre vuelve para hacer un pacto místico con Dios, el niño Jesús de Praga y la poesía.
La máquina que limpia la nieve nos hace partícipes de su travesía hacia la nostalgia de «las noches nubladas cruzando en un taxi / la ciudad» (p. 17), itinerario poético hacia el espacio de lo conocido, de lo propio, hacia el refugio cálido del pisco en una noche de soledad. El desplazamiento hacia los espacios ajenos del otro implica un aprendizaje, un redescubrimiento. Se contrapone así la inmigración, el desamor, el desarraigo y el frío gélido de un invierno ambiental y existencial al calor de la familia, a la lucha contra el frío perpetuada en la imagen de la foto del encuentro con el hermano en el puente de Brooklyn o al recorrido con la hija en su camino al colegio para, en ese proceso, descubrir el otro viaje, el del tránsito de la niña a la mujer y las acechanzas del nido vacío.
El poemario funciona como un dispositivo, una máquina de producción de sensaciones y afectos. Se trata no solo del desplazamiento cronotópico hacia el averno de Occidente, porque, tal como dijo Borges y cita la poeta, «los infiernos más sórdidos y atroces están en el Oeste» (p. 31), sino de una poesía confesional que transmite la política de las emociones del viaje al infierno en las entrañas. Nos involucra en el viaje de inmersión de la locutora a diversas manifestaciones de la política de las emociones. Nos inyecta el miedo compartido: «El miedo es algo borroso / que calienta los ojos. // El miedo es el paisaje / que oculta la oscuridad del vencido» (p. 33). Nos hace identificarnos y descubrir la doble valencia de la pena, «el dolor, la presión, la crueldad, / él y su rostro aterido bajo la nieve» (p. 37) o «Nadie conoce la pena de nadie» (p. 44). Nos lleva de la mano a descubrir las innumerables razones del odio y sus temibles consecuencias, odio inmenso reflejado en la voz de aquellos a los que solo les queda decir «te odio, señor, / te mataré algún día» (p. 15). Humillación permanente transformada en furia, rebeldía y poesía.
La tormenta invernal y los muros de nieve vuelven más profundo el pozo y prácticamente imposible sanar las heridas y absolver el cúmulo de preguntas sin respuesta, trayecto existencial que enfrenta un conjunto de preguntas retóricas encadenadas que inquieren sobre el amor: «¿Dónde está aquel hombre que cruzó una noche mi camino apoyado / por dos amplias alas, riéndose de los vientos contrarios, tiznado de sus / propias alegrías? […] ¿Y los cuerpos desnudos? […] Todo se desvanece como el humo del incienso. […] Un trozo de corazón aquí se necesita. / Quizá ese que me diste y que yo me niego a devolver» (pp. 57-58). No obstante, también sobre el desamor y los entretelones de una ruptura: «¿a qué otra heroína ha escogido?» (p. 23). Desnuda, entonces, los caminos del desamor, destejiendo la verdad del precipicio donde se cae estrepitosamente cuando el amor se bate en retirada, cuando solo quedan flotando preguntas dolorosas: «¿Qué tropiezo cotidiano fue abriéndose como un / precipicio?, ¿qué oscura obsesión se disolvió / entre sus alas?, ¿bajo qué poder agacha hoy la cabeza?, / ¿sobre qué determinada cerviz levanta las garras? […] ¿A quién libera de la pestilencia?» (p. 23).
Preguntas retóricas cuyas respuestas reconocemos en el lema feminista de que lo personal es también político. ¿Qué poder es frente al que se agacha?, ¿el imperial, el patriarcal?, ¿a quién se odia?, ¿solo a los amos y señores?, ¿qué significa no aceptar ninguna humillación?, ¿no aceptar afrentas ni sociales ni personales? El terror viene de otro lugar, ¿pero de dónde? El mundo deposita su vida en una alcancía y, en el viaje interior de resistencia, se sufre y se habla con uno mismo. Se descubre que la vida es un híbrido, una aguanieve, la mezcla gélida de lluvia y nieve, de líquido y sólido, y que «todo principio de poder se construye desde una debilidad» (p. 19).
El pacto poético consiste en descubrir «el raro entendimiento de penetrar en mí / en los roces con Ella, / la que me habita» (p. 62). Poesía de aprendizaje, de formación, voz de una locutora que toma conciencia de las dificultades de la vida y de su propio proceso de formación y maduración poética, vuelo de la mariposa negra que siempre regresa, terca, porfiada, con su «aleteo sordo, nocturno, abyecto» (p. 65).
Silva Santisteban, Rocío, La máquina de limpiar la nieve. Hipatia ediciones, 2024.
Rocío Silva Satisteban es poeta, escritora, académica, crítica literaria peruana y activista. Ha publicado numerosos libros de poesía, libros de cuentos y ha merecido dos veces el Premio Copé de Poesía.