Océano al revés de Julia Wong
Había leído de Julia Wong parte de su notable poesía pero no su narrativa. Leer Océano al revés (Altazor, 2021), su última novela, me ha sorprendido por su manejo del lenguaje, los argumentos espacio temporales muy bien construidos y conducidos; y por la configuración de voces narrativas con tendencia a la polifonía. La novela está ambientada entre fines del siglo XVIII y las tres primeras décadas del siglo XIX. Cada escenario se desarrolla como si se estuviese viendo una película en la que la presencia del mar es determinante.
Siento que por este conjunto de elementos ocupará un lugar especial en nuestra vasta heterogénea literatura peruana y latinoamericana en un momento de auge de la producción escrita por mujeres en todo el país. Si bien un sector de escritoras hicieron eco en la tribuna pública en un entorno totalmente adverso a fines del siglo XIX y luego en el XX, sobre todo en los años 80, es a partir de los 90 en que aparecen en escena la multiplicidad de voces poéticas y narrativas de autoras que escriben desde diversos lugares de enunciación, lo que reitera la heterogeneidad estructural y sociocultural de nuestro país.
El primer libro de Julia Wong fue Historia de una gorda (1992), hoy tiene en su haber aproximadamente 20 títulos publicados. En Océano al revés, construye un mundo imaginado a partir de la mirada de sujetas marginalizadas, esclavas negras, mulatos y sobre todo la travesía de una adolescente hija de migrantes filipinos, adjetivada colonialmente como “india china”, que emprende viaje hacia América en busca de riqueza, concepto que no sabe definir qué es, pero que la siente como sinónimo de movimiento y libertad. Esta niña arriba primero a Venezuela, luego a Ecuador y finalmente a Perú en un entorno independentista que no trajo cambios para la mayoría de la población.
La trama comienza en Sevilla cuando la corbeta Pizarro está a punto de zarpar. Se trata de una expedición científica que se dirige hacia América en la que los protagonistas, al lado de la niña, son también Alejandro Von Humboldt y Amado Bonpland. Estos jóvenes, con gran solvencia económica, solían viajar por curiosidad y sed de conocimiento y habían logrado el apoyo del gobierno español para explorar el territorio colonial.
Angela, la niña de doce años e hija de migrantes filipinos, viaja travestido de chico con el nombre es Ang Chi, Ángel Chong y Antonio Campos. Lo que da cuenta de la heterogeneidad identitaria del propio sujeto, una identidad siempre en movimiento, una actante de raíces chinas que se siente y piensa en chino y español andaluz y que cambia de identidad como una forma de supervivencia, sabe que siendo chico no sufrirá las violencias que sufren las muchachas. Se siente muy cercano a la población negra y a la gente que trabaja con sus manos. La curiosidad de saber, explorar y comprender constituye uno de los elementos compartidos con los dos jóvenes exploradores, sobre todo con Alejandro Humboldt. Otra dimensión en común es su capacidad de comunicación con la vida animal, vegetal y mineral.
Humboldt y la niña se conocen en la corbeta Pizarro y mantienen una relación de mutuo afecto hasta arribar al Perú en un fecha cercana a la independencia. Conoce también a José de San Martín, entre otros personajes. A Ang Chi le encanta la cocina y al mismo tiempo tiene sed de entendimiento, le ronda el deseo de aprender a leer y escribir, sobre todo cuando descubre el poder de la palabra escrita. Sus maestros fueron un mulato y un amauta indio. Ya en Sevilla había convivido con la población trabajadora marginalizada por lo que no le fue extraño compartir con ella en su viaje hacia América. La niña sobrevive realizando los trabajos despreciados por los “blancos” en un orden social sexista, clasista y racista que atraviesa el terreno político, la economía, las relaciones intersubjetivas y las familias. La adolescente pone en cuestión los estereotipos de feminidad y masculinidad, el mandato de la maternidad, la clasificación de género binaria.
El desarraigo, la identidad, el amor y el erotismo, la migración, las ansias de conocimiento, el sentido de felicidad, la soledad, los cambios en el cuerpo, la menstruación, la maternidad, el racismo, la dependencia emocional, las desigualdades, la resistencia, la búsqueda de autonomía, la marginalidad, el mestizaje, la solidaridad entre los marginalizados y pese a todo una gran dosis de sentido del humor, son algunos de los tópicos de esta novela. Con ella Julia Wong continúa la travesía iniciada en Aquello que perdimos en la arena (2019) y Mongolia (2015).
Océano al revés, por definición de la enunciante en tercera persona, se refiere a cuando “Todas las aguas o todas las cosas muestran su lado posterior, su lado oscuro, lo anverso,”(141) con toda su potencia y magnitud. Y es lo que Julia Wong intenta configurar mediante esta travesía que ocurre en gran parte sobre la magnanimidad del Océano Pacífico, en tierra venezolana, ecuatoriana y finalmente en la costa de Perú. Se asocia la magnanimidad del océano, que bordea nuestra América, con las condiciones adversas en las que ha vivido y vive la población trabajadora, entre ellas la población “india china” y sus descendientes peruanos.
Wong, Julia. Océano al revés. Altazor, 2021.
Julia Wong es una escritora, poeta y crítica literaria peruana. Tiene una obra fecunda en narrativa y poesía. Ha publicado, entre otros títulos, Los últimos blues de Buddha (2002), La desmineralización de los árboles (2013), Un vaso de leche fría para el rapsoda (2014), Mongolia (2015), Tequila Prayers (2015) y Pessoa por Wong (2017). Vive en Lisboa.