Antiguos y nuevos animales literarios, de Alonso Rabí
Antiguos y nuevos animales literarios es una vasta y apasionante exploración de una fauna literaria que Alonso Rabí ha reunido a través de los años.
Aquí encontramos una suma de entrevistas a 47 autoras y autores, también críticos literarios, incluso fotógrafos, de horizontes diversos, la mayoría son peruanos, y hay muchos latinoamericanos, pero hay también autores europeos y orientales. Todos han sido elegidos por tener en común su entrega completa a la literatura. Y a una literatura entendida por Alonso Rabí del modo más amplio, como práctica, como placer, como obsesión, como objeto de estudio, y por supuesto como tema.
Es un libro heterogéneo en apariencia, pero con una lógica interna que la lectura va desvelando, a medida que avanzamos de la mano de este amigo, que hace las preguntas que hubiésemos querido hacerle a Antonio Cisneros, Abelardo Oquendo o José Watanabe por citar algunos que ya no están. Preguntas como de dónde viene tu amor por los libros, qué significa la escritura para ti, a quiénes lees y por qué. Pero también otras que abren la posibilidad de la transmisión y despiertan el placer del conocimiento. Es allí donde Alonso Rabí tira suavemente del pestillo para que con la voz de sus entrevistados se presenten también ante nosotros distintas tradiciones literarias, generaciones de poetas y escritores, autoras y autores fundacionales, en suma, para que esos diálogos cara a cara invoquen siglos de lectura y bibliotecas enteras.
El orden elegido es el más justo, el alfabético, y la lectura continua nos invita a poner frente a frente a autores disimiles, hasta contradictorios, donde Plinio Apuleyo Mendoza precede a Lina Meruane, y Orhan Pamuk le sigue a Karina Pacheco.
Antes de echar una mirada a los autores que aparecen aquí, esos sus trofeos de caza, voy a detenerme en el periodista, aquel que en una buena entrevista debe contener la tentación narcisista para poner su voz al servicio de lo que el entrevistado tiene por compartir. En algunos casos se tratará de cosechar lo que está a flor de piel, y hacerlo eludiendo la facilidad, el discurso hecho; en otros habrá que arrancar con delicadeza algo que anda más escondido.
Alonso Rabí lo hace de un modo elegante y caluroso, a partir de una preparación cuidada y sin preciosismos, que traduce no solo la alta concepción que tiene de su oficio, sino también el profundo respeto que le inspira la creación literaria. Con la sencillez que suele acompañar a la gente cultivada y que se reconoce en la pasión de los otros, Rabi invita a un compartir, haciéndolo primero él mismo.
Comienza situando la entrevista en su contexto, alimentándolo y trazando un perfil singular de los entrevistados. Por el modo de presentarlos, o incluso de no presentarlos, intuimos también sus afinidades y sus disimilitudes. Me permito citar algunos fragmentos que me han gustado particularmente:
«Poeta de engañosa sencillez, sin duda. Amante de la obra de poetas extraños y desatendidos, visitante frecuente de las palabras de poetas suicidas, La Hoz vive su marginalidad sin estridencia ni exhibición», escribe sobre Luis La Hoz, entrevistado por zoom durante el encierro de esta pandemia. Y le sigue una conversación tan entrañable que el lector termina queriendo leer de inmediato a La Hoz e impregnarse de esa mirada radiante del poeta, que Rabí logra transmitirnos.
«Me siento frágil e indefenso, pero al mismo tiempo corajudo y tenaz. Tengo un optimismo a prueba de bombas, que no me explico», le dice Fernando Ampuero en una conversación donde hace un balance de su vida entera y en la que sentimos el privilegio de asistir a una confesión, así como a un vibrante homenaje al periodismo.
«Javier Sologuren, además de haber sido un estupendo poeta, es una de las personas mas integras y generosas que tuve la suerte de conocer» escribe sobre el poeta peruano.
Sus propias referencias y posicionamientos con respecto a libros y autores, también su propia mirada respecto al hecho literario, apuntalan las entrevistas que construye, manteniendo en todo momento el equilibrio entre lo memorable y lo que podría parecer anecdótico pero resulta revelador, algo que señala de entrada Hugo Coya en el prólogo a este libro.
Pero si uno se siente cercano a los entrevistados de Alonso Rabí, es también porque estas conversaciones están organizadas como historias dentro de otra historia, la del autor y van dando cuenta de sus movimientos, viajes, actividades culturales, de su propia curiosidad, del sentido de la oportunidad que tiene todo buen periodista, pero también y sobre todo, de modo más sutil, de sus intereses y pasiones. «Este libro retoma mi antigua obsesión por dialogar y conocer», escribe en su Nota del autor.
No es en vano que Beatriz Sarlo, Angel Rama o Julio Ortega coincidían reivindicando en los setentas a la entrevista literaria como otro género literario a partir del momento en que está hecha desde una perspectiva interesada en establecer un diálogo de iguales que indaga en el desarrollo de una obra.
Como lo señala el autor, las primeras entrevistas de este libro datan de los noventa y fueron publicadas en el 2008. A ellas les fue añadiendo otras nuevas, en ediciones sucesivas hasta la presente edición de Pez Letra, que incluye entrevistas hechas en los últimos años. Ha sido, pues (y quizás lo seguirá siendo) un proyecto orgánico y abierto, que se alimenta con nuevos integrantes y permite revisiones, un coro de voces que se amplifica, y que permite otro tipo de diálogos que el lector teje y construye a su manera. Es un libro tan vivo como la literatura que invoca. Tenemos a autores que cuentan no solo su pasado, sino, y sobre todo, sus proyectos, que hablan de sus búsquedas y sus descubrimientos, que cuentan lo que leen en ese momento.
En este libro hay algunos temas literarios nacionales y continentales recurrentes a los que Alonso Rabí vuelve siempre con una variación en el ángulo, lo que permite entender no solo la importancia que tuvieron, sino también, en algunos casos, su carácter fundacional. El boom es uno de ellos. Una generación entera e incluso la siguiente, se mide con relación al boom. Cada uno con sus matices y sus subjetividades, y también resentimientos que adivinamos. Lo que significó el boom puede resumirse de manera sencilla en una frase de alguien lejano de Latinoamérica (y nada sencillo) como es Pamuk, que dice de este fenómeno:
pensé: uno puede vivir en las periferias, en los patios traseros del mundo y desde allí dirigirse al mundo.
Otro tema recurrente, es el libro La utopía arcaica y la relación de Mario Vargas Llosa con José María Arguedas, que nos aparece en las miradas de autores distintos casi como una metonimia de otras confrontaciones sociales que se han perennizado con el tiempo. Pues para todos los interlocutores, pero también para la lectora que soy hoy, este libro sigue apareciendo como una herida (ocasionada o sufrida).
Encontramos y reencontramos también referencias a la distancia literaria entre Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro: la ambición totalizante y la poética de la derrota. Todo eso motiva postulados y respuestas de autores y críticos diversos (Alonso Cueto, Peter Elmore, Efraín Kristal), que se completan y también contradicen, que nos permiten intentar hacernos esas mismas preguntas; a veces incluso dejarnos convencer por alguno de ellos.
La relación entre ficción y realidad es un cuestionamiento constante al que también el Rabí periodista conduce deliberadamente, como intentando contrastar sus propias ideas y dejándonos adivinarlas a través de sus comentarios sutiles, sus repreguntas.
Así, el oficio del periodismo aparece bajo matices distintos según las generaciones: como sustento y escuela de la perseverancia, del manejo eficaz de la palabra para los mayores; y como todo eso pero además como un género literario en sí mismo, para los más jóvenes.
En la voz de Leila Guerriero, describiendo su oficio, en el fino análisis de Peter Elmore sobre la relación entre periodismo y escritura o en la crítica a la sentimentalidad melodramática que Julio Ortega observa en mucho de la crónica que se publica hoy, se siente como este género es hoy uno de los más ricos, por democrático y por beber de fuentes que resultan inagotables.
La lectura de este libro revela también brechas generacionales. Oír a escritores como Jorge Edwards, Carlos Fuentes o Tomás Eloy Martínez antes del cambio del siglo, vaticinar la marginación de la literatura, hablar del futuro de la literatura determinando listas de autores herederos, o considerar a la literatura de género como literatura desechable, contrasta duramente con la voz de una Mariana Enríquez, brillante y despojada de todo prejuicio, diciéndonos cuánto se nutre ella del cine popular y que las razones del genio de Stephen King, que compara a Dickens, es precisamente ese conectar con la gente que no han conseguido los otros.
Figuras como Borges, Vargas Llosa, García Márquez o Bolaño, movimientos como Kloaka y Hora Zero aparecen como hitos a partir de los cuales se construyen caminos individuales, pero también, sobre todo en narrativa, son vallas a veces infranqueables.
La relación de los escritores con la memoria es otra constante. Héctor Abad, Karina Pacheco, Evelio Rosero, autores de países que han pasado por conflictos recientes reflexionan acerca de estos temas y Rabí avanza que el tratamiento de la memoria ocupa el espacio que antes ocupaba el compromiso.
A través de las páginas encontramos a autores frente a sus obsesiones, a Jochamowitz y su infinita búsqueda del hecho singular en las hemerotecas, a Enrique Prochazka y sus máquinas y reparaciones, a críticos y biógrafos dedicando años al estudio de otros autores: Gerald Martin a García Márquez, Balderston a Borges, Efraín Kristal o José Miguel Oviedo a Vargas Llosa, y de manera distinta electrones libres como Mordzinski, escribiendo su propia historia de la literatura con la imagen.
Aquí hay también conversaciones que se prolongan, porque es difícil renunciar a la riqueza de intercambios, a la chispa, a la risa, a genialidad, como en aquellas con Antonio Cisneros o Margo Glantz. «Oyendo» a escritoras como Mariela Dreyfus, poeta y profesora de escritura creativa, Rocio Silva Santisteban, poeta y activista, entendemos lo que fue el poder de la palabra para un grupo de poetas peruanas de los años ochenta. Da gusto escuchar a Alonso Cueto hablar de las ventajas de escribir en el Perú pero también decir que «no hay manera de vivir en el Perú o siendo peruano que en conflicto» para que Rabí lo contradiga citando a Laura Riesco o Rivera Martínez.
Para terminar, está presente también la cuestión del género, en la que leemos a Rabí otorgándole mayor o menor presencia en sus preguntas según la cronología de las entrevistas. Encontramos así a escritoras que se ocupan de ello de manera temática, por ejemplo una Margo Glanz, sorprendente, oscilando entre el registro biográfico de una hija de inmigrantes ucranianos en México, Sor Juana Inés de la Cruz, la Malinche y los estados de Facebook y los tuits convertidos en proyecto literario. Le sucede una Lina Meruane, hablando de maternidad, enfermedad o del ojo afinado que tenemos las mujeres para detectar el miedo o la locura porque siempre nos están rondando. O una Rosa Montero hablando de un tema que solía resultar ajeno a las escritoras: el funcionamiento del mercado literario.
Antiguos y nuevos animales literarios, es un libro al que solo se puede volver muchas veces, en busca de ese giro estilístico espontáneo que algún entrevistado suelta en un momento inspirado, o del análisis profundo sobre lo que fue y es la literatura. Tantas versiones de ello como voces convocadas.
Rabí Do Carmo, Alonso. Antiguos y nuevos animales literarios. Pez Letra, 2022.
Alonso Rabí es periodista cultural, poeta y académico peruano. Durante más de veinte años y entre los años 2006 y 2008 fue editor del suplemento El Dominical, del diario El Comercio. Es autor de poemarios, crónicas y ensayos, entre los que destacan En un purísimo ramaje de vacíos, Archivos de recortes (Crónicas en tono menor) y Animales Literarios. Antiguos y nuevos animales literarios es una edición actualizada y aumentada de ese libro.