El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza
Investigar después de treinta años un feminicidio en el México de hoy, es recorrer los vericuetos geográficos y administrativos de un país con memoria corta. Es penetrar en el laberinto del sistema de justicia mexicano y en sus innumerables callejones sin salida, echar por tierra las esperanzas repetidas de hallar rastros de verdad y finalmente aceptar que para reconstruir algunas historias, a veces solo queda la literatura.
La volatilidad de la memoria
En El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza nos conduce por la otra memoria, la vital, que sí puede ser reconstruida a partir del recuerdo de quienes acompañaron los veinte años de Liliana Rivera Garza, su hermana, hasta el día de su muerte. Pero además, y sobre todo, a partir de los propios cuadernos de Liliana, de sus cartas, poemas y notas en las que cuenta, de manera directa e indirecta, quién fue, cuáles fueron sus sueños, emociones, decisiones, dudas y silencios. También de qué modo se vio atrapada en una relación peligrosa que terminó siendo fatal para ella.
Rivera Garza, la autora, regresa a México en el año 2020 y decide investigar el homicidio de su hermana menor, fallecida en el año 1990. Recorre oficinas e instituciones de México DF en busca de un expediente judicial que parece siempre estar a punto de ser hallado. Sus indagaciones son promesas de esclarecimiento, los desplazamientos en la ciudad, una suerte de reconocimiento de un país que abandonó mucho tiempo atrás. Barrios que solía frecuentar, otros que desconocía, idas y vueltas de unos a otros, dibujan una extrañeza geográfica, una dilatación constante del espacio que traduce, metafóricamente, el esfuerzo vano por alcanzar una versión oficial del homicidio de Liliana, la imposible unificación de las piezas de ese rompecabezas y progresivamente la constatación de su posible inexistencia.
Todos se compadecen pero todos le desean suerte. Todos saben lo que significa. Así funcionan las cosas. Lo saben pero no se atreven a decirlo. No hay expediente. En un país que cultiva solo la memoria de un lejano pasado y luego aquella de un tiempo muy cercano al presente, proyectarse al futuro depende de la fragilidad de la memoria viva.
Feminicidio y culpa
En cada uno de los testimonios, en cada anécdota recogida por la autora, se reconoce un rastro de culpa.
Ese es el impacto invisible y colateral, el daño a través del tiempo y a manera de onda expansiva, que provoca la violencia machista. Tiñe el recuerdo, lo deja manchado, hace que solo duela. Amigos, colegas, vecinos de Liliana, reconstruyen los días y las horas que precedieron el crimen en una construcción coral de donde emerge, como en un diálogo esclarecedor, pero siempre indirecto, la palabra de Liliana. Todos se preguntan lo que pudieron hacer, parecen recordar el instante decisivo en el que pudieron cambiar el rumbo de las cosas. Y Liliana también cuenta, treinta años después lo dice todo en una prosa -y también verso- codificados. Nuestra lectura retrospectiva nos permite descifrar, gracias a la reconstitución de los hechos de Cristina, los mecanismos cada vez más conocidos y denunciados de la dominación masculina, de la perversión narcisista, del amor tóxico, del aplastamiento de la voluntad bajo el pretexto del amor pasión.
La narradora parece también aceptar una culpa que no le corresponde pero que está ahí, la de la ausencia, y la convierte en combustible para enfrentarse al dolor de esa pérdida para continuar apostando por la vida. Las notas de Liliana cuentan, desde adentro, desde la emoción y la subjetividad más radical, el proceso de hundimiento en la trampa de la dominación pasional primero y luego su lucha reiterada para liberarse de ella. Hasta salir triunfante de ello, aferrándose al trabajo creativo, a la fuerza de la amistad y al poder de los libros. Liliana, futura arquitecta, abraza con pasión el desafío de construir su vida en libertad. Una frase de Camus la inspira: «En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible.» Y Cristina, la autora, como lo hace Yvan Jablonka al contar la historia de Laëtitia en Laëtitia o el fin de los hombres, convierte esas dos palabras en estandarte para contar ya no la muerte, sino la vida de Liliana. Hacerla emerger de esa última y oscura noche en el DF para mostrarla en la madurez de sus propias palabras, en la energía puesta para el trabajo común, en la huella de su amistad cuidadosamente conservada por un grupo de jóvenes, en el amor truncado pero inextinguible de sus padres. Cristina, la autora, la hermana, cuenta la vida de Liliana y le permite existir, perenne, en el espacio de la literatura.
Rivera Garza, Cristina. El invencible verano de Liliana. Literatura Random House, 2021.
Cristina Rivera Garza, es escritora, traductora y crítica literaria. Ha publicado, entre otros libros, Autobiografía del algodón (Literatura Random House, 2020) y El invencible verano de Liliana, por el que mereció el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2021. Es, además, fundadora del doctorado en Escritura Creativa en español en la Universidad de Houston.