Las que somos, de Rosalí León-Ciliotta
Lo primero en que pienso al tratar de descifrar el título del libro es en el verbo ser. En nuestro español tan bello y tan tramposo a la vez, solemos confundir el estar con el ser… ¿Por qué Rosalí León quiere que tengamos presente precisamente ese “somos” contundente y mordaz?
Las mujeres hemos estado transitando el tiempo de los hombres por siglos. Un día a una de nosotras se le ocurrió el ser, con S mayúscula y se percató que en cada individua: llámese Ventura, Alma, Vanessa, Srta. Costa o Aída…el paradigma del SER tenía que imponerse.
El Ser está suscrito desde las filosofías existencialistas en dialéctica con el nihilismo. Sartre y Heidegger terminan haciendo evolucionar al Ser hacia un nuevo paradigma. En este caso el Ser está representado por el género femenino convertido en un ES-Sein en plural. Entonces se termina el “estar” histórico de los cuentos y las leyendas, habitados por princesas o heroínas aisladas que son vueltas a la humanidad por una entropía principesca que sólo se ordenaba con la presencia femenina a la sombra.
Las actoras y activistas de “las que somos”, saben que para ser se necesitan testigas de esa ontología femenina que han irrumpido en el escenario no como actrices teatrales que buscan un público compasivo, sino como generadoras de todo el proceso productivo en acción.
“Las que somos” quieren irradiar ese ser descubierto y propagarlo como llama fecunda. Las que fueron o las que seremos ya han incendiado la pradera.
Ahora Rosalí, una de las aguerridas y contundentes observadoras-artífices, tanto del proceso como su instalación, no en escena, sino en la dialéctica real de la vida, y escribe un libro donde estalla el verbo ser de principio a fin.
Las tres escogidas para protagonizar estas pleamares, son mujeres conscientes y guías protagónicas, asumiendo lo que deviene cuando ellas son las que se hacen cargo de la intención y el resultado de los sucesos. Vale resaltar un punto crucial en estas tres mujeres: su decisión de Ser, ante todo, tanto en la ley, como en el tejido socioeconómico, disparidad geopolítica y avanzada a pie de guerra. Ellas escogieron ese Ser.
Encuentro aspectos lingüísticos importantes en este libro, por ejemplo, en Ventura y su brazo desnudo de panadera, esa forma de enfrentarse a la autoridad y convencerla que ccalamaqui, tiene una identidad propia y es la dueña de la carne que genera. No es un polvo o harina que vuelve al polvo maternal, sino un pan transubstanciado en amor a la justicia, respeto a lo frágil, al árbol biológico, a la pollera bordada con colores antes que a la maquinaria de guerra. Aunque el capitán Moya resulta pareciendo un cómplice de Ventura… creo que hubo mucho trabajo femenino de por medio antes de que él se animara a soltar las riendas y entregar la libertad a quienes se la merecían.
La segunda historia se construye basada en una tensión entre la ley del cuerpo y la ley de género frente a las leyes de la subordinación estatales y de la tradición. Vuelve la vieja discusión moral, ¿a quien le pertenecen los cuerpos?, sucumbiendo al conflictivo engranaje biopolítico de la transición del hombre y la mujer en su paso por la historia asumiendo su facultad de elección. Eva comió la manzana y se la pasó a Adán. Somos el resultado de esa mordida. Aunque haya leyes que favorezcan o no el aborto, la primera pregunta sustancial es, ¿a quién le pertenece el cuerpo de la mujer? Y si coincidimos en que las mujeres vamos a seguir mordiendo todas las manzanas que se nos dé la gana, no hay ley posterior, ni Estado que prevalezca ante esa total declaración desde el primer mordisco. En ninguna otra religión ni la musulmana, incluso la hermosa filosofía budista con todo su pacifismo, se permite una libertad de elección femenina y un predominio de esa elección como es en el cristianismo. Así se puede concluir que, aunque haya países donde las leyes de libertad, sanidad y protección al deseo femenino existan, aún no fecundan para ese nuevo edén llenos de manzanos por morder… Las mujeres nos hemos encargado y nos encargaremos de hacer ese país jardín, donde eso sea posible, porque desde el principio fuimos creadas para la elección.
Tierra incógnita… es una exploración del ser femenino-peruano en la totalidad de las posibilidades, desde la Trivia perfumada que se le adjudica al género (algo que me pareció un buen cliché al principio, pero que se afincó como un elemento esencial en la dicotomía Aida-Ingeniera Bravo quien trabaja en el tratamiento con aguas servidas). Muchos elementos bien representados. Las mujeres reinas de la paradoja, tenemos el deber de ser lo contrario a lo impuesto. Esta última historia, más allá del hielo, el buque, la preciosa Antártida retratada con maestría, hace un trabajo de paralelismos con las hipótesis asumidas normalmente a ciertas conductas femeninas. Profesional, congruente y frágil, hermana antes que ingeniera, con una sensibilidad nacional globalizada de heroína francesa del siglo antepasado. Rosalí crea con Aida, un gran personaje, contexto cáustico entre hielo y caballeros de bien, la ingeniera Bravo sobrepasa los límites de la ficción y se corporiza un ideal de la mujer que ES con todo su ser a pesar de las diferencias y los preconceptos. En una edición de Adriana Hidalgo, donde Luisa Borowski reúne textos sobre mujeres viajeras, Eduarda Mansilla recordando uno de sus viajes a los Estados Unidos dice: que la mujer americana practica la libertad individual como ninguna otra en el mundo y parece poseer una dosis de self reliance (confianza en sí misma), dice que las mujeres americanas (refiriéndose a Norteamérica) influyen en la cosa pública por medios psicológicos e indirectos. Este texto fue escrito el siglo pasado antepasado, cuando las élites hablaban de las élites y ser mujer americana, se refería a la mujer norteamericana intelectual y de clase alta. En cambio, en Terra incógnita de Rosalí León, no importa si Aida Bravo nació en Churin, en Chongoyape o cerca de Jauja. Es peruana porque arriesga usar perfume en medio de las aguas cagadas de sus compatriotas humanos, porque tiene un pijama propio y una lata de panetón D’Onofrio, que contiene en su exterior la costumbre más antigua de las familias peruanas en la mejor mesa navideña y en el interior la leyenda mejor guardada del amor filial, desde que los hermanos Ayar Cachi y Mamá Cora fueran el espíritu fundacional de una nación solidaria que viene luchando hace 200 años por SER Libre, más allá de Sartre, más allá de Heidegger.
León-Ciliotta, Rosalí. Las que somos. Editorial Gafas moradas, 2021.
Rosalí León-Ciliotta es escritora, editora, traductora e investigadora. Es doctoranda de Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona y su investigación gira en torno a la representación de género en la literatura infantil. Desde el 2008 se desempeña como gestora de proyectos editoriales, autora de textos escolares y editora. Además, dicta charlas y talleres de su especialidad. Tiene cinco novelas infantiles publicadas y una novela juvenil escrita en coautoría con Juan Manuel Chávez.