La perra, de Pilar Quintana

La perra, de Pilar Quintana

La perra, de Pilar Quintana

La perra es una novela corta de la colombiana Pilar Quintana. La concisión del título funciona como un avance de la historia que gira alrededor de una perra, punto de partida de una relación intensa y desenlace de un drama. 

La acción se sitúa en la costa pacífica de Colombia, en un pueblito de casas destartaladas construidas sobre estacas de madera para resistir los embates de una naturaleza que nada tiene que ver con la imagen estereotipada de las playas caribeñas. Estamos del otro lado de todo: del mar tranquilo y tibio del Atlántico con sus playas de arena suave, de los comercios, hoteles, restaurantes y ofertas de trabajo del puerto de Buenaventura que queda a una hora en lancha y a donde muchos sueñan con migrar.

El pueblo, que consta de una sola calle larga de arena, fue en otra época un lugar donde la gente blanca de la ciudad había mandado a construir sus casas de recreo. Ahora está abandonado. El pueblo no tiene nombre.

 

La perra, en cambio, sí tiene nombre. Se llama Chirli porque así se habría llamado la hija que Damaris nunca tuvo. Damaris tiene cuarenta años y, al cabo de veinte años de vida con Rogelio, afrodescendiente como ella, siguen sin hijos pese a que no escatimaron esfuerzos para procrear: hierbas, ungüentos, brebajes, curanderos. Pero nada. El no tener hijos es un estigma para Damaris que asimiló los prejuicios de su entorno: una mujer casada sin hijos  es mujer a medias. 

Como todos en el pueblo, la pareja sobrevive de algunos cachuelos. A ello se suma el cuidado de la casa de unos dueños bogotanos que Damaris conoció en su infancia porque era amiga de su único hijo: Nicolasito. La casa, construida en un acantilado, está separada del pueblo por una caleta, “un brazo del mar ancho y torrentoso como un río, que se llenaba y vaciaba con la marea”.  

Damaris y Rogelio viven en una dependencia de la gran casa y cuando tienen que ir al pueblo para sus compras, tienen que cruzar la caleta. En marea baja, cuando la caleta es una inmensidad de arena negra fangosa, la cruzan a pie; pero cuando la marea está alta y se inunda de desechos de la selva cercana y de la basura de la gente que, además de sus propios desperdicios, suele tirar al mar camadas enteras recién nacidas de gatas o perras, tienen que usar su potrillo, una embarcación típica de la región del Cauca y remar hasta el otro lado: “Todos los días, aun bajo la lluvia”. 

En este pueblo de fin del mundo, donde apenas si la gente tiene que comer, donde una caja de cartón en vez de cama es un regalo, el animal tiene una función que cumplir y si no se les encuentran dueños, las crías se tiran al mar. Así de simple. Y la pequeña Chirli escapa a ese destino cuando la adopta Damaris que llena con ella su vacío materno. Sin esperar nada del animalito que el cariño. Madre e hija. Osmosis total.

Pero los niños crecen, necesitan cortar el cordón umbilical. Para Chirli, que siempre anda libre, resulta fácil dar el primer paso hacia la independencia y desaparecer. Para Damaris, en cambio, es el drama, la angustia de la madre que pierde a su hija. Buscándola, se enfrenta días y noches a los embates del clima, a las lluvias tormentosas, con vientos y truenos, con una humedad tal que “un pescado habría podido seguir viviendo fuera del agua”. Se adentra en la hostilidad de una selva repleta de culebras, zancudos, arañas, con su suelo de barro y hojas podridas, un mundo angustioso y agresivo habitado, según las creencias, por las almas de quienes se extraviaron en ella. Un entorno inquietante similar a la tempestad que se está desatando  en la mente de la propia protagonista.

Aquella experiencia de la pérdida reaviva los recuerdos de Damaris. Es un retorno a la infancia con el abandono de su madre, la muerte del niño Nicolasito que cayó al mar, un día en que jugaban juntos en el acantilado y de la que fue testigo y responsable según su familia y la gente del pueblo, y su imposibilidad de tener hijos. 

Pese a la pena, Damaris sigue con su vida porque es una mujer leal: leal a su compañero Rogelio -aunque prefiera no tener más relaciones sexuales con él-, leal a Chirli que sin embargo la abandona, leal a los dueños de la casa grande que le pidieron cuidarla, y leal a las culpas que le inculcaron.

Por ello, con sus penas a cuestas, sigue con su trajín sin expresar lo que siente. Hasta que llega la desgracia porque nada es como debería ser y no se puede confiar ni en un mar tranquilo capaz de tragar y luego escupir a la gente, ni en una perra criada como una hija que huye, regresa, vuelve a escapar y así un sinfín de veces hasta que retorna preñada y se desentiende por completo de sus cachorros. El colmo para Damaris para quien la maternidad es sagrada. 

Entonces, como una marea alta, el rencor y el odio suben silenciosos en la mente de la mujer. Las culpas ajenas y propias se pagan. Y, para Damaris, el precio a pagar nunca será suficiente. 

Pilar Quintana cuenta la soledad, el dolor de una maternidad trunca y el derrumbe de las ilusiones sin melodrama, desde la distancia que Damaris puso entre ella y sus desgracias  para suavizar el dolor. 

Cuenta una vida de desilusiones, de esperanzas truncas al ritmo de los quehaceres cotidianos de la protagonista: cruzar la caleta, cocinar y mantener limpiar la casa de los padres de Nicolasito para que la encuentren tal como la dejaron veinte, luego treinta, luego cuarenta años atrás. 

Cuenta un tiempo inmutable que solo miden las muertes y desapariciones; cuenta vidas rutinarias míseras en que los desastres son aceptados como inevitables; cuenta lo que los personajes no dicen en sus escasos y lacónicos diálogos.  

Si Pilar Quintana vuelve tan impactantes el ambiente y las descripciones del espacio en que se desarrolla la historia es que vivió en esa misma costa del Pacífico, y tuvo la oportunidad de conocer a su gente y de experimentar la violencia de una naturaleza hostil, destructora a la vez que de una estremecedora belleza y encanto. 

Y si Pilar Quintana vuelve tan impactante el tema de la maternidad, es que conoció  de cerca la desilusión de amigas que no tenían hijos, entre las que una, al enterarse del embarazo de Pilar Quintana, adoptó un perro. “De ahí nació la idea de la novela” declaró la autora en una entrevista.   

La perra, novela estremecedora, nos lleva a un mundo desolado donde la violencia está al acecho y donde las relaciones humanas se tiñen de sospechas, envidias y rencores hasta llevar a  los seres más nobles a lo irreparable. 

Quintana, Pilar. La perra. Literatura Random House, 2018.


Pilar Quintana (Cali, 1973) es una escritora y guionista colombiana. Es autora de las novelas Coleccionista de polvos raros (2007), Conspiración Iguana (2009) y Caperucita se come al lobo (2012). Su novela La perra ha merecido el Premio Biblioteca de Narrativa y el English Pen Award. Pilar Quintana es ganadora del Premio Alfaguara 2021 por Los Abismos.

Acerca de Christiane Félip

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