Una novela y dos lecturas
En El quinto hijo, Doris Lessing se aproxima a la maternidad a partir del terror primario a engendrar un monstruo.
Harriet y Daniel Lovatt viven en Inglaterra, se han conocido y enamorado del modo más clásico, incluso pasado de moda para los años sesenta, época del swinging London, en que la vida de pareja solía ser más bien caótica e inestable. En medio de la vorágine del cambio social, fundan una célula sólida, perfectamente correspondiente a los ideales que se hace cualquier sociedad de una familia. Existe entre ellos solidaridad, fidelidad, estabilidad, amor. Como es natural, tienen un hijo y no hay ninguna nube gris en ese cielo que los cubre. Su felicidad, además, es radiante y todo el entorno se alimenta de ella. Nace otro hijo y eso se duplica. Más amor, más amistad, una casa inmensa construida para la familia y para todos aquellos que llegan atraídos por el imán de esa cosa tan rara y ese entendimiento tan perfecto. Llegan el tercer y cuarto hijo, son dos niños y dos niñas, y nada perturba ese equilibrio, ni a ese hombre y esa mujer que crecen sólidos y que se aman todavía más. Cuatro hijos suelen tener las familias burguesas en Europa, y la gente dice que son cuatro como los muros que sostienen un sólido edificio. Pero entonces llega la hora del quinto hijo. Y este quinto futuro hijo crece en el vientre de Harriet como la quinta rueda de un coche que funcionaba ya perfectamente. Es un organismo distinto, que se manifiesta con rabia, y que durante nueve meses anuncia el infierno que deberán albergar esos seis pacíficos seres por el resto de sus vidas.
La novela nos transporta, así, del inicio hasta el final de una familia, y el quinto hijo es como el gusano pudriendo el fruto más bello y más sano.
La primera lectura de esta novela, y la que resulta más evidente por la fuerza argumental de esta historia, se concentra en el hijo. La pregunta que suscita el libro es ¿por qué?, ¿qué han hecho o han dejado de hacer para merecerlo? Surge entonces la idea de la culpa: nadie recibe tanta ni tan larga felicidad sin tener que pagar su precio.
“Crece el hijo y crecen también los problemas” dice la frase popular, y lo encontramos de un modo terrible en esta novela de prosa límpida y tono sereno. Lessing dibuja con trazos precisos la vida entrañable de la pareja, la algarabía familiar, una día a día idílico que precisamente por serlo nos parece no poder durar. Avanzamos en la lectura con tensión creciente, preguntándonos en qué momento y de qué modo aparecerá ese giro narrativo que tememos y a la vez esperamos. Luego nos relata con detalle la violencia que contiene ese ser, incluso antes de haber visto la luz. Da golpes desde el vientre de su madre y al nacer aparece como una criatura deforme con apariencia humana. Los acompañamos en la infancia de este personaje que va progresivamente destruyendo la paz familiar, alejándolos de sus amigos, torciendo el destino pacífico de cada uno de sus hermanos. Lessing nos invita a observar, como en un lento exorcismo, la destrucción de una familia y la desagregación del amor.
Encontramos en esta novela, una ruptura del mito de la infancia inocente, y un cuestionamiento de la responsabilidad del adulto y de la sociedad como instancias formadoras. Y es ello lo que nos lleva a la segunda lectura.
Hay en esta historia una crítica sutil pero no por ello menos potente a la responsabilidad materna y paterna que solemos atribuir en el devenir del hijo. Lessing nos presenta a una pareja sólida y que ha demostrado saber ejercer debidamente su rol, aceptada y validada socialmente, confrontando una situación irresoluble. Si la primera lectura llevaba a preguntarse cuánto del ADN de dos individuos lleva latente una parte de monstruo, y de ello infiere la responsabilidad para con los seres que traemos al mundo, la segunda lectura resulta más bien liberadora. Ben es un niño y después un joven que explosiona la célula y destruye el hogar física y moralmente, a pesar del amor de sus padres y hermanos, a pesar de la ayuda de las instituciones. Nada se puede contra ello. Los primeros en entenderlo son sus pares, los hermanos, que no cargan con el peso de la culpa ni de la mirada social. Son también los únicos capaces de liberarse de ello. El destino de Harriet y Daniel será oscuro y distinto.
Nuestra lectura nos coloca frente al dolor de la destrucción de un ideal. Nos obliga también a entender que madre y padre confrontan siempre lo desconocido y en el ejercicio de su rol deben lidiar con lo peor y lo mejor de sí mismos, pero sobre todo con sus propios límites. En esta historia, Lessing describe, a través de la lucha cotidiana de Harriet y Daniel por intentar salvaguardar el bienestar de sus hijos, sobre todo el del quinto hijo, cuán errado puede ser también el sacrificio ciego.
Lessing, Doris. El quinto hijo. Debolsillo, 2013.
Doris Lessing (Irán, 1919-Londres,2013) inicia su recorrido literario con Canta la hierba (1950). Fue autora de numerosos cuentos y novelas, entre los que destaca el Cuaderno dorado. Obtuvo el Premio Nobel de literatura en 2007.