La noche que no paró de llover es la segunda novela de Laura Castañón, publicada en esta ocasión por Editorial Destino. La primera, Dejar las cosas en sus días, lo fue por Alfaguara. Aunque pudiera parecer lo contrario, no nos encontramos con una novata en estas lides, sino con una mujer que lleva años, dedicada a la creación literaria y a la formación de escritores.
Las protagonistas de esta novela son varias mujeres, cuyas vidas se van entrelazando de una forma que parece azarosa en principio, he dicho parece porque no hay azar alguno en su confluencia.
Por un lado encontramos a Laia y Emma, una pareja de psicólogas lesbianas que tratan de construir su vida en Gijón. La entrega de Emma, su optimismo, su amor incondicional, contrasta con la aparente frialdad de Laia, dos formas de ver y entender la vida que se complementan y a veces causan inseguridad. El hecho de escoger a una pareja de mujeres que se aman es una manera de dar visibilidad y normalizar a un hecho que poco a poco se ha abierto camino en la sociedad española, hasta hacerse un lugar que no debería ser cuestionado (aunque tampoco podemos impedir que algunos continúen inmersos en una cruzada homófoba).
Otro de los personajes centrales es Feli (se acortó el nombre de Felicidad tras el accidente de tráfico de sus padres que ha tenido consecuencias fatales en su vida) limpiadora de una residencia de ancianos, diligente y con inquietudes culturales e históricas. Acude a talleres de escritura donde conoce a un chico con el que tal vez, sólo tal vez, pueda recuperar su nombre entero, aunque para eso, es necesario más que una pareja que te quiera. La vida de Feli ha quedado trastocada por el dolor de la pérdida y por la responsabilidades con las que tiene que lidiar, que no son pocas.
He dejado para el final la presentación del personaje más complejo y, según mi punto de vista, eje central de la novela: Valeria Santaclara, una anciana rica, que vive en la residencia de ancianos donde trabaja Feli y que desde hace dieciocho años tiene en su poder una carta que no es capaz de abrir, en un sobre que pone “El perdón”. La misiva se la entregó su hermana Gadea poco antes de morir. Valeria acude de forma constante a la consulta de Laia, por una razón relacionada con su ubicación. Será la psicóloga la que asuma la misión de ayudarla, a través de sus sesiones de terapia, a tomar la determinación o no de abrir la carta. En esas sesiones la memoria de Valeria nos conducen hacia otro de los protagonistas de la novela: Gijón. La ciudad se convierte en un personaje más a lo largo del siglo XX. La autora nos muestra la sociedad burguesa de los años veinte y treinta de la mano de la anciana amargada, mientras que el presente de Gijón tiene la voz del resto de protagonistas. La anciana guarda en su memoria los acontecimientos previos y posteriores a la Guerra Civil, con una visión clasista, conservadora, muy resentida, especialmente contra su hermana. A pesar de todo, empatizamos con ella, posiblemente a causa de su vacío personal, su soledad, la envidia que la ha corroído desde su infancia y la culpa que siente. Ha sido esa sensación de culpabilidad la que durante dieciocho años ha paralizado su vida.
La familia también encuentra su lugar en la novela, para alguno de los personajes es una carga, para otros es una fuente continua de sorpresas y un apoyo con el que no llegaron a contar en un primer momento y es que, salir del armario no es cosa fácil.
La autora va enlazando los personajes poco a poco, dando cabida a la multitud de inquietudes vitales: la maternidad, la pérdida, la culpa, el resentimiento. Es importante también el tratamiento que Laura Castañón da al mal causado. Y es que a lo largo de la obra encontraremos situaciones en que, efectivamente se ha actuado mal de forma deliberada y otras en la que los personajes ni siquiera se imaginan haberlo causado. Por último también llegaremos a ser conscientes de que hay momentos en los que hemos creído causar daño y no fue así.
La autora retoma de forma puntual, alguno de los personajes de su anterior novela, Dejar las cosas en sus días, que aparecen protagonizando guiños y cameos que nos llevan a preguntarnos si los Montañés tendrán de nuevo un espacio en su próxima novela. Y es que sin encontrarnos ante una trilogía o una saga, sí vemos una continuidad narrativa en la narración de Laura Castañón.
La noche que no paró de llover entrelaza la vida de estas mujeres tan diferentes en su procedencia, en su voz narrativa, en su forma de ver y sentir la vida. Un rico puzzle de personalidades y de voces de mujer para una novela que de nuevo mira al pasado y al presente de España.
Además, para los que quieran conocer Gijón esta obra se convertirá en un mapa indispensable de sus calles y rincones, de los que están y de los que estuvieron. Los teatros, los bares, el paseo del muro, el barrio de la Arena… El viento y la lluvia también acompañan y ambientan buena parte de la obra y es que Gijón es un personaje más.
Literatura escrita por mujeres, sobre mujeres en la que no todo es blanco o negro, en la que los deseos, las esperanzas y los miedos se cruzan hasta darnos una imagen completa y compleja de las mismas y alguna que otra sorpresa.
Castañón, Laura. La noche que no paró de llover. Editorial Destino, 2017.
Laura Castañón (Gijón, 1961), novelista, ha dictado talleres de creación literaria y comunicación. Ha trabajado en prensa y televisión. Es autora de poemas y libros de relatos, también de un libro para niños. La noche que paró de llover es su segunda novela.