La artista chilena, novelista y crítica cultural Diamela Eltit es conocida por sus iniciativas literarias de vanguardia. Como una de las principales escritoras chilenas bajo la dictadura de Augusto Pinochet, su obra explora nuevos márgenes de resistencia a través de la creatividad del arte, especialmente la literatura. Las novelas de Eltit son proyectos radicales que abordan temas que incluyen la marginalidad y la exclusión, el cuerpo como lugar de dominación y resistencia, la vigilancia panóptica y lo femenino. Según comentan distintos críticos, el proyecto de Eltit hace uso de una estética fragmentada que funciona como estrategia para intervenir los sistemas de poder. Tal es el caso de su última novela Fuerzas Especiales (2013). En este ensayo me propongo analizar la manera en que la narrativa de Eltit utiliza esta estética fragmentada para cuestionar y desestabilizar discursos hegemónicos y, por lo tanto, constituir un camino alternativo para la crítica literaria. Mi ensayo se centrará en la forma en que la novela de Eltit socava el estado de excepción post-dictatorial y neoliberal que define al Chile contemporáneo y, a su vez, resiste la violencia biopolítica que lo acompaña.
Fuerzas especiales cuenta la historia de un grupo de individuos que habitan un barrio marginal y aterrador. Los cuerpos de estos individuos han sido despojados de todo por el poder del Estado. Así lo expresa el personaje principal cuando observa que los personajes viven en un espacio donde se siente como, «o que se está acabando el mundo que forma parte de un experimento científico social del que no hay noticias» (Eltit 148). Su mundo, por lo tanto, ha sido afectado por el estado de excepción permanente en que viven; ya que la violencia, la vigilancia y la represión son parte de su «vida cotidiana». Uso el término «estado de excepción» de acuerdo a cómo lo define el filósofo italiano Giorgio Agamben, para quien el estado de excepción es «el umbral de la indeterminación entre la democracia y el absolutismo en el que se suspende el ordenamiento jurídico» (Agamben 2). El estado de excepción es un concepto que Carl Schmitt propuso por primera vez en sus libros Dictadura y Teoría Política. Esta idea se ha convertido, según Agamben, en una de las prácticas esenciales de los estados contemporáneos, incluyendo los llamados democráticos (2). El estado de excepción, así, tiende a aparecer cada vez más como el paradigma dominante del gobierno en la política contemporánea.
Jean Franco nos recuerda que el estado de excepción justifica la supresión de grupos considerados subversivos o ajenos a la modernidad y crea también un ambiente en el que la crueldad se habilita en nombre de la seguridad del Estado (Franco 2). El barrio que Fuerzas Especiales de Eltit presenta, está habitado por individuos considerados «otros» por el Estado, ya que pertenecen a una población pobre e indígena. Debido a su alteridad, el Estado no solo los reprime, persigue y acecha, sino que también penetra permanentemente sus vidas y cuerpos. El Estado lo hace a través de las Fuerzas Especiales de la Policía, que controlan cada movimiento de los habitantes de este barrio y ejercen violencia contra ellos con sus cascos, sus armas y sus porras. La vigilancia y la violencia de estas Fuerzas Especiales son tan intensas que el personaje principal del libro explica cómo los ojos de su hermana no son los suyos, que los ojos que miran a través de los ojos de su hermana son los ojos de la policía (Eltit 75).
La violencia de los miembros de las Fuerzas Especiales de la Policía se narra en diferentes escenas del libro como aquella en que el personaje principal cuenta cómo la policía entró en su casa para llevarse a sus sobrinos, «los pacos entraron a culatazos al departamento, con sus terribles cascos, los chalecos antibalas, las botas, los guantes cuando estábamos tomando una taza de té y comiendo los panes de siempre» (Eltit 81). De esta manera vemos cómo la violencia interrumpe la vida doméstica. Sin embargo, la violencia de estas Fuerzas Especiales de la Policía no es única en el espacio del barrio ya que invade la narración misma cuando Eltit interrumpe la narración del personaje principal con frases como: «Había doscientas mil armas de sensores fusionados CBU-97» o «Había mil millones de esporas Antrax» o «Había mil quinientos fusiles FAL extra cortos del SAS». Estas frases se disparan, metafóricamente hablando, a los lectores, aumentando la sensación de violencia tanto en la novela como en la vida del lector.
La violencia de la novela se sitúa también en las descripciones de los personajes, sobre todo en el personaje principal del libro quien se inscribe como una «criatura parásita de sí misma» (Eltit 11) que se devora. Ella no tiene nombre y trabaja como una prostituta en un cybercafé. Muchas veces en el libro, expresa cómo su cuerpo siente dolor cuando un hombre, la mayoría del tiempo un oficial de policía, la penetra. También hace una clara analogía entre la violencia del pene y las armas usadas por la policía para reprimir a las personas en su barrio cuando por ejemplo expresa: «Llevo diez minutos exactos sentados arriba de un lulo que se clava adentro de mí como si recibiera el impacto de una sucesión de balas de alto calibre» (Eltit 100). Aquí vemos que la violencia de los miembros de las Fuerzas especiales no sólo penetra los hogares de las personas, sino también sus cuerpos. Esta violencia ejercida sobre los cuerpos, nos muestra el lado biopolítico del estado de excepción porque el personaje principal y sus vecinos son considerados un problema político para el Estado. Me refiero a lo biopolítico en el sentido en que el filósofo francés Michel Foucault describe la regulación y el ejercicio del poder sobre los cuerpos vivos de la población. Con esto, podríamos argumentar que el estado de excepción es una técnica biopolítica. De ahí que este permita al Estado mantener un orden deseado sobre lo cuerpos que considera «diferentes» para proteger su propia vida (Esposito 9). Después de todo, la biopolítica es una política en nombre de la vida, sobre todo, en nombre de la vida del Estado, porque, como sostiene Rudolph Kjellén, el primero en emplear el término biopolítica, el Estado se piensa como una forma viviente (Esposito 16).
Para complicar más las cosas, la escena antes mencionada también señala el hecho de que el estado de excepción es potenciado por el neoliberalismo. El neoliberalismo, como señala Foucault, tiene como base el que el libre mercado sea la base a través del cual el Estado se enriquece, crece y adquiere más poder (102). Así, al neoliberalismo le concierne cómo y cuánto produce la gente en y para el mercado. En el caso de la novela de Eltit, el personaje principal vive dentro de un círculo vicioso. A pesar de experimentar dolor vaginal, ella tiene que seguir trabajando para poder sobornar a los agentes de policía y mantenerse, así, fuera de la cárcel y no ser tomada por uno de los supuestos criminales que habitan su vecindario. De esta manera, la policía no le compete el bienestar del personaje principal ni de las personas que trabajan con ella como prostitutas. Tal es el caso de El Omar, cuya salud se ha debilitado por la tos originada por su trabajo que consiste principalmente en practicar sexo oral a los clientes en el cibercafé. Solo se preocupan por la utilidad de los cuerpos que devoran a través de su poder y su dinero, pero también a través de su violencia. La hermana del personaje principal, por ejemplo, se devora a sí misma por los terribles cargos legales de la policía que llevaron a sus hijos a la cárcel.
Actualmente académicos y críticos discuten, entre otros temas, acerca de la relación necesaria entre la literatura y lo político como parte integral del proceso de constitución de comunidades. Esto es exactamente lo que Eltit hace en Fuerzas Especiales. Crea una comunidad como contraparte, como resistencia a la violencia, la muerte y el control de los cuerpos penetrados por el Estado. A pesar de ser considerados «cuerpos fallidos» por el Estado, pues, El Omar, El Lucho y el personaje principal del libro están unidos en una comunidad de solidaridad que sobrevive al estado de excepción y resiste el orden biopolítico bajo el cual viven.
En una entrevista, Eltit confirma que en este libro trabajó con los sectores sociales más degradados. También menciona que para sobrevivir en estos sectores, bajo tantas formas de violencia y control, la gente necesita aplicar diferentes códigos y tener «Fuerzas Especiales». Así, en la novela hay dos fuerzas que están en conflicto, una es la fuerza que controla y genera violencia, y la otra, procedente de la narración misma, es la fuerza que resiste y sobrevive. Si bien existe la fuerza represiva del Estado y las Fuerzas Especiales de la Policía, existen otras «Fuerzas Especiales» que provienen del personaje principal, el Omar y El Lucho que resisten. En primer lugar tenemos su amistad que les permite mantener un afecto que facilita el que estas tres personas se ayuden y protejan mutuamente contra la persecución y la violencia de las Fuerzas Especiales de la Policía. Por otra parte, los tres desarrollan el primer videojuego chileno que es un juego de defensa diseñado por el Lucho, ambientado con música del Omar y mejorado por el personaje principal. Vemos cómo las Fuerzas Especiales de estos tres amigos les permite desarrollar un proyecto común de defensa. La defensa ante la hostilidad de la realidad que habitan, y también una defensa hacia su supuesta pérdida de recursos. Tal vez lo más importante a recalcar aquí es el nombre del videojuego, muy transgresivo, «pakos kuliaos» o «jodidos cerdos». El libro termina contando cómo los tres amigos suben el juego a la web para que gente de todas partes del mundo puedan jugarlo. Al hacerlo, estos amigos se apropian de un medio empleado por el Estado, el estado virtual, para perpetuar y transformar la vulnerabilidad del individuo y la usan, en cambio, como espacio de resistencia. Con esto, su trabajo fuera de la norma les permite mantener una vida fuera del estado de excepción, de violencia y muerte.
Cabe recalcar que la creación de este videojuego implica la creación de una ficción. Con ello, Eltit parece decirnos que la creación de una ficción rebelde es una forma de resistir a la muerte y a la violencia. Estos personajes no pueden protestar porque no tienen medios para hacerlo, de manera que la creación de una ficción parece ser la única forma posible de resistencia.
Lo que Eltit propone, entonces, es que la ficción sigue siendo un medio de resistencia. Sobre esta base, podemos leer entonces el libro mismo como una forma de resistencia. Quiero afirmar esto centrándome en el lenguaje que Eltit usa para narrar la vida de estos tres amigos. El lenguaje que estos personajes utilizan cuando hablan y cuando se narran, es un lenguaje coloquial, un lenguaje utilizado por el lumpenproletariado. Si, como mencioné antes, la narración es interrumpida por esas declaraciones violentas que funcionan como armas, misiles e incluso esporas de Antrax, el lenguaje lumpenproletario interrumpe esta misma violencia como vemos en la siguiente cita:
«Cómo sacarle más plata a mi media hora en el Cubículo. Estoy con los calzones abajo, moviéndome arriba del lulo, sentada encima del lulo, crucificada de adentro, de espaldas al hombre, mientras que mi mente no me da tregua ahora que intento brincar de la manera más conveniente para encajar con las embatidas del Lulo. (Eltit 99)
En esta cita vemos cómo, a pesar de la violencia de la penetración y la prostitución, el personaje principal articula un pensamiento de sí misma y utiliza la palabra «lulo». Este término coloquial entra en diálogo con otros términos coloquiales similares como «pilila, pacos o tiras», utilizados por el personaje principal, El Lucho y El Omar, que permite a la narración y al lector escapar del lenguaje preciso, controlado y casi analítico del poder.
Con esto, Eltit sostiene que el lenguaje producido desde los márgenes y las periferias es un lenguaje que puede interrumpir el lenguaje del poder y la violencia. Esto sería lo que podríamos llamar un lenguaje post-hegemónico, ya que da otra importancia a las poblaciones marginales como la descrita por los libros de Eltit. Este lenguaje da voz a un tipo de experiencia distinta para estas poblaciones, ya que las representa como resistentes y empoderadas.
Bibliografía
Agamben, Giorgio. Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life. Trad. de Daniel
Heller-Roazen. California: Stanford University Press, 1998.
Eltit, Diamela. Fuerzas especiales. Madrid: Periférica, 2013.
— Entrevista en Hambreak. Terra TV. (04/02/2017)
Esposito, Roberto. Bíos. Biopolitics and Philosophy. Minneapolis: University of
Minnesota Press, 2008.
Foucault, Michel. The Birth of Biopolitics: Lectures at the Collège de France, 1978-79.
Ed. de Michel Senellart. Trad. de Graham Burchell. Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2008.
Franco, Jean. Cruel Modernity. Durham and London: Duke University Press, 2013.
Diamela Eltit (Chile, 1949), es escritora e investigadora universitaria. Miembro de la generación del 87, víctima de la represión originada por el golpe de Estado al presidente Salvador Allende. Durante los años de gobierno de Pinochet, se impuso como una de las escritoras más importantes de Chile. Su exploración de nuevas formas de creación y resistencia persiste.