El Espía del Inca
El Espía del Inca, de Rafael Dumett, es la primera y única novela hasta la fecha que relata el episodio más violento de la historia del territorio conocido como Tawantinsuyu antes de la llegada de los españoles en 1532, y hoy llamado Perú.
Hasta la primera publicación del Espía del Inca, en el 2017, la tarea de acercarnos de manera exhaustiva a ese momento fundador del Perú había sido asumida solamente por los cronistas: indígenas, mestizos pero sobre todo españoles; más tarde, por los historiadores. Pero en el terreno de la ficción no se había hecho este intento. En primer lugar, por la dificultad evidente de esta tarea. Contar este periodo exigía una inmersión en algo vasto, un mar de información, luego estaba el poder encontrar la forma que conviniera para estar a la altura de una historia de tal envergadura, pero quizás sobre todo porque ello obligaba a una confrontación con el mayor cuestionamiento, de índole casi filosófica, sobre lo que significa ser peruano, de dónde venimos, de qué estamos hechos. Esta novela asume este desafío y lo ejecuta de manera brillante.
La novela nos narra la historia de Yunpacha, un joven chanca dotado de la capacidad de contar de manera prodigiosa todo lo que perciben sus sentidos. Con una sola mirada, Yunpacha puede por ejemplo saber cuántas personas están reunidas en una plaza, distinguirlas por género, incluso por su etnia; es capaz de contar los granos lanzados al aire y determinar su tipo y su color o hacerlo incluso al oído. Ese talento es inmediatamente detectado y utilizado por funcionarios incas que lo introducirán a un lugar que le está negado a un joven sin linaje como él, al yachaywasi del Cusco para que, bajo una nueva identidad, se forme y, más tarde, se convierta en espía del Inca a cargo de una misión secreta. Pero esta es solo la primera línea narrativa de la historia que cuenta esta novela: el pasado. En la segunda línea narrativa, mucho después, Yunpacha se reencontrará con esa primera misión, como una suerte de obligación del destino y será testigo privilegiado de los últimos días del Inca Atahuallpa, “El Único hijo del Sol”, “El Que Empuja el Mundo de las Cuatro Direcciones”, que se encuentra prisionero de los primeros españoles llegados a Cajamarca.
Así, pasado y presente nos cuentan en esta novela la historia de la formación del Imperio Inca y el relato de su caída. Y aunque conocemos perfectamente las grandes líneas así como el desenlace, es un placer y una emoción renovados el que esta lectura nos provoca, pues nos las presenta desde el punto de vista de testigos y protagonistas. Y todo lo que nos resultaba misterioso por la ausencia de documentos conocidos de primera mano, nos es relatado de manera verosímil y apasionante.
Quien escribe es una escritora cusqueña, y es una emoción particular la que esta novela me provoca, porque en el Cusco la Conquista es, desde nuestra infancia, una herida que no cierra, y su constante recuerdo va acompañado de una idealización comprensible de lo que fue el Imperio Inca pero también de un incanismo que en algunas ocasiones ha resultado una barrera protectora y limitante para enfrentarse a los desafíos del futuro. Y cómo no pensar con aflicción en la caída del Incanato cuando el espacio que habitamos nos rememora cada día la grandeza perdida para siempre.
En el Espía del Inca se evita el lugar común del dolor de la conquista para contar la historia de un modo lleno de matices y por tanto más complejo.
El género: novela histórica y de ficción
En esta novela, la Historia objetiva deja de ser la Historia de todos; se moldea a través de la conciencia y la perspectiva subjetiva que la interpreta, la de aquellos que no han podido contarla, la de los vencidos. Pero no de un modo binario, sino, justamente mostrando a un Imperio Inca con pies de barro: construido sobre la destrucción y el sometimiento cruel de los pueblos que le precedieron.
De esta manera, la línea que la separa de la historia personal de los protagonistas se vuelve borrosa y, en lugar de ser solo un material neutral para el autor, se convierte en un juego creativo que da vida y fertiliza este libro de muchas formas distintas. Coincide con lo que afirma Umberto Eco: que en la novela histórica “las acciones de los personajes sirven para una mejor comprensión sobre lo que sucedió y, aunque sean inventadas, dicen más y con una claridad sin igual sobre su época que cualquier libro”.
Uno de los aspectos que me ha resultado más interesante aquí es la tensión, o la negociación entre lo individual y lo colectivo. Problemática fundamentalmente literaria, pues la literatura cuenta las historias de individuos y a través de ellas, las de las sociedades. Pero esto resulta más interesante todavía porque el autor no puede hacer abstracción del colectivismo Inca y debe poder integrarlo en su novela, sin por ello perder esa capacidad de narrar que solo puede permitir la presencia de un protagonista. Lo hace a través de personajes que se extraen de ese colectivismo por su calidad de migrantes, de extranjeros o de individuos no integrados en un imperio donde gobiernan las élites. Un imperio donde los lazos de sangre garantizan una posición dominante mientras pueda mantenerse un Inca y hasta que llegue otro y decrete la eliminación de panacas enteras, incluso ordene la reescritura de la historia, desanudar los quipus, quemar las momias de los incas precedentes. Es a través del marginal, que por circunstancias insólitas se encuentra en calidad de miembro y a la vez testigo distante, como podemos entender lo que podría haber sucedido en el tejido interno de ese imperio poderoso, para que un grupo de individuos, en unos cuantos años, lo desagregue todo.
El autor consigue hacer de esta novela un «lugar de memoria», una novela histórica compleja y coherente, como un momento en la historia de las representaciones de un mundo.
Y es aquí donde se superpone otro modo de contar, pues Rafael Dumett hace de este libro también un excelente suspense, sirviéndose de los códigos clásicos que este género exige: un misterio inicial (la novela comienza con un mensaje llevado en un quipu dirigido a un hombre misterioso), una intriga internacional y un contexto geopolítico complejo donde las acciones de los personajes tienen repercusiones globales (que en esta novela involucra conquistadores, Incas y el reino de España), identidades secretas; personajes complejos y ambiguos; el quipu como dispositivo que permite a los espías superar obstáculos y cumplir su misión; y finalmente la acción trepidante.
El protagonista no puede intervenir en las estructuras de poder, aspirando apenas a modificarlas, en todo momento consciente de que éstas son mucho más poderosas que su capacidad de corregirlas. A pesar de ello el protagonista aspira a alcanzar al menos un equilibrio individual, salvar quizás al Inca, intuyendo con claridad que todo está posiblemente ya perdido. Pero tiene la lucidez para entender que incluso el dominio de las pasiones individuales es igualmente difícil, y que ambos fervores, los personales y los colectivos pueden ser igualmente dañinas.
Es por ello, por ese entendimiento de la impotencia de sus héroes frente a movimientos vastos, complejos, frente a cambios de época, que El Espía del Inca está impregnado del desconsuelo y del tono sombrío de toda novela negra.
El protagonista, además, como en toda novela de espías, transita por distintas identidades, y será primero Yunpacha, después Oscollo, años después Salango y finalmente Pablo. Un hombre solitario y herido, que ha conocido el éxito y el dolor, y que llega al cénit de su vida con una sola misión definitiva.
No olvidemos además lo significativo que es, el que esta novela sobre violencia, política y sobre el origen mismo del Perú, haya sido escrita después de los años 2000. Esto nos habla del substrato que alimenta las buenas novelas de género: la pérdida de confianza del individuo en las estructuras del poder y en las instituciones públicas en tiempos de crisis, ilustrando y dando forma a ese temor nebuloso que flotaba en el Perú de los 2000, donde la organización del Estado, la estabilidad de las instituciones y la capacidad política de los gobernantes eran y son precarias y pueden derrumbarse en todo momento. El peso metafórico y la ilustración de dicha crisis de inicios de este siglo, también de su radicalidad, están magníficamente representados en El Espía del Inca.
El mundo al revés en la literatura
Porque esta novela nos cuenta, junto con la caída de un imperio, la destrucción progresiva de un modo de entender el mundo. El mundo vuelto al revés, el Pachacuti.
Encontramos aquí un Imperio Inca después de su cénit, que ha conquistado a etnias diversas de manera sangrienta, y que en toda confrontación cultural, por medio del desplazamiento forzado de poblaciones, consigue todavía imponer un semblante de unidad alrededor de una élite concentrada y parapetada en la región del Cusco. Pero ello es posible porque aun siendo distintas, estas etnias comparten similitudes semióticas pues ocupan territorios conectados geográficamente.
La llegada de los españoles los confronta a la incomunicación radical, al choque de cosmovisiones, un desencuentro que esta novela describe de manera magistral y dolorosa. Y es por ello que los personajes de Felipillo y Martinillo (Martin Illu), traductores del simi al castellano y viceversa juegan un rol fundamental. Como únicos puentes comunicativos, son también las primeras instancias que materializan ese encuentro desde el punto de vista lingüístico. Así, algunos subcapítulos de la novela están relatados en el castellano de los traductores, y al leer en ese castellano hablado por los primeros locales, lo que pudieron haber dicho o pensado, o sentido, entendemos de modo más cabal lo complejo de los lazos de fidelidad, el peso de las esperanzas y decepciones individuales, y el rol que pudieron haber jugado en el curso de la Historia.
Hay un elemento simbólico que funciona también como mise en abîme de la novela que estamos leyendo: el ajedrez. Juego y a la vez artilugio de ensayo y reflexión sobre la estrategia, de conocimiento o más bien tentativa de comprensión del otro, resulta ser también una trampa, es fetichizado y cristaliza el océano de incomprensión que separa al Inca de los conquistadores.
En su libro Aurais-je été résistant ou bourreau ?, Pierre Bayard nos dice que el ser humano no se compone exclusivamente de lo que es en el contexto histórico y geográfico donde ha nacido, sino que también comprende lo que éste podría haber sido si se hubiera encontrado en una situación diferente y en particular en una situación de crisis violenta.
Esta es una de esas situaciones límite llevada a la literatura y hacernos una idea de lo que fueron y pudieron haber sido los protagonistas de momentos fundadores en nuestra historia.
Un quipu literario o el descubrir un modo de contar
El quipu nos aparece en El Espía del Inca como instrumento narrativo y como estructura. En un viaje por el presente de la ficción y por el pasado de los personajes principales. De manera alternada en líneas narrativas principales, que se nos anuncian según el color y la importancia de las cuerdas; líneas narrativas secundarias, que nos aparecen como tales d6e la misma manera.
Pero ello no lo entendemos desde el inicio. Lo vamos descubriendo progresivamente. Y en ello radica la belleza de este libro. A medida que nos dejamos envolver por la trama, accedemos a una lógica que el autor ha imaginado similar a la que podrían haber tenido los quipus no numéricos. Es una lectura activa, exigente, pero que por la destreza en el manejo de la información, por la emoción que nos provoca al acompañar a cada uno de los personajes, nos mantiene atrapados. Al descifrar esta historia, hacemos de quipucamayocs modernos, interpretando ese inmenso quipu narrativo de dieciséis series de cuerdas que alternan pasado y presente y que admite, solo al final del relato, un capitulo para el futuro.
El vocabulario, la gramática y la semántica de los colores, sonidos, olores, texturas y gestos, son en esta novela tan ricos como los de las numerosas lenguas mencionadas en la novela, tantas lenguas como lugares de origen de los personajes que vamos encontrando.
Son, además, un modo distinto de materializar a través del estilo, la diversidad de los distintos lenguajes que recoge este libro que solo puede representarse a través de una multitud de mecanismos semejantes, gráficos, acústicos, olfatorios, táctiles o simbólicos y que el autor traspone a la narrativa gracias a la descripción.
Así, forma y fondo confluyen de manera perfecta en esta novela para contarnos una historia que ya conocemos, pero cuyo desenlace es todavía una herida psíquica, ese “impacto único, definitivo y violento” como lo define Jung, tan radical, que la historia del Perú después de casi quinientos años casi puede ser leída como un periodo de Trastorno de estrés postraumático que aún no ha concluido.
Por su verosimilitud sostenida en numerosas fuentes históricas, su estilo admirablemente trabajado dando voz singular a numerosos personajes incas y de otras etnias de edades y horizontes diversos, por la estructura compleja y sorprendente, por la tensión y la emoción crecientes que nos atrapan a pesar de lo exigente que las numerosas referencias culturales, geográficas e históricas podrían resultar, esta novela es un acontecimiento y no exageran ni la prensa ni la crítica ni la recepción entusiasta de los lectores cuando la consideran la novela peruana más importante del siglo XXI, un siglo que apenas comienza.
Dumett, Rafael. El espía del Inca. Editorial Alfaguara, 2022.
Rafael Dumett (1963) es un escritor, dramaturgo y periodista peruano, reconocido por su labor literaria en el ámbito de la novela histórica y el ensayo. Ha trabajado como editor y colaborador en diversos medios de comunicación y es autor de obras como El espía del Inca (2007), que aborda el violento periodo de la conquista del Perú, y La República de los Sueños(1996), entre otras. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura 2024 por su novela El camarada Jorge y el Dragón.