Bio iconografía de Silvia Li y la búsqueda de la quinta mano
La flor artificial, libro escrito por dos autoras francesas casi enraizadas como flores en Lima, Perú, editado y publicado por Cocodrilo Ediciones a mediados de este año 2016, es un manual de iconografía fina que no ha dejado de desafiarme desde que cayó en mi mano, la quinta.
Hago esta paráfrasis de la quinta mano, porque Christiane Félip Vidal y Sophie Canal han puesto mucho énfasis en cosechar esta flor, poniendo en absoluta relevancia que fueron dos jardineras con sus cuatro experimentadas manos las que trajeron a la luz de invernadero y con respiración de archivo artificial, la memoria de lo que ha sido una lucha libérrima y constante de la mujer peruana por florecer con todo el aroma que la academia, la iglesia, el canon, las estructuras patriarcales y el fascismo económico de la oligarquía peruana los primeros 50 años de 1900, negaron en la expresividad y creatividad femenina de un país que había aprendido a menospreciar sus propios orígenes étnicos y aún más despreciaba la luminosidad de cualquier cerebro femenino. Peor aún si tenía algún rasgo indígena o vínculo ancestral con una cultura que había venido a ser devastada por una serie de barbaridades llamadas civilización.
De acuerdo a Wikipedia La iconografía es la descripción del tema o asunto representado en las imágenes artísticas, así como de su simbología y los atributos que identifican a los personajes representados. El término está construido por las raíces griegas εἰκών (eikón, imagen) y γράφειν (grapheïn, escribir). Aunque el DRAE recoge la existencia de la palabra latina iconographĭa proveniente de la griega εἰκονογραφία, tales términos no podían tener el sentido con el que se usa por la bibliografía actual, sino otro, similar pero no idéntico: Descripción de imágenes, retratos, cuadros, estatuas o monumentos, y especialmente de los antiguos. Tratado descriptivo, o colección de imágenes o retratos.
Por obvias razones no he pedido encontrar otra descripción mejor para La flor artificial, que es casi una enciclopedia de geografía y literatura peruanas de los novecientos, encuentro que es más una Bio iconografía. Bio por biografía, descripción de una vida cronometrada con datos históricos basados en un proceso real, pero también por la biofilia imperecedera que se manifiesta en el trasladar al universo femenino como un equivalente al mundo biológico vegetal, equiparando una flor con cada uno de sus pétalos, casi al cerebro de inteligencias múltiples de una mujer, deshojada en su propia embriaguez, catarsis y genio, como es Silvia Li. Y agrego lo de iconografía por lo descrito anteriormente.
Yo misma he sido Silvia Li en cada fragmento expuesto por las autoras. No solo por ciertos paralelos cómicos y obvios con indudable orientalismo y capacidad juglar para movilizarse en el complicado mundo de los hombres. También por la lectura de la interesante y vanguardista obra teatral de Silvia, Los Mirliflores, y la suculenta vida llena de recovecos eróticos, viajes al fondo del abismo y también el consumo de ayahuasca y la descripción tan tierna de una sicodelia natural, estos aspectos logran que el volumen de todos las corolas reunidas, sumadas a los gatos, pistilos, Man Ray, Breton y los sueños terribles (en el sentido de Unheimlich) de la autora, logren un perfume traducido a escritura difícilmente igualable en la historia de una mujer artista, salvo quizás la rimbombante Frida Kahlo, que logró tanta tinta derramada. La espectacular Silvia Li deja abierta la pregunta de la ficción, la realidad y la capacidad de los lectores, espectadores para entender la complejidad del mundo interior de una artista en tiempos de cólera.
Sin embargo, más allá de todo lo descrito, el corazón de esta flor creada artificialmente para mí tiene un parámetro mucho más complejo, mucho más adecuado que la creación de un ícono y símbolo moderno de la mujer latinoamericana que logra elevarse de la raíz patriarcal que la compele al suelo y sale airosa tratando de treparse en el viento, y sobre todo dejar la semilla de sus imágenes grabada en la intemperie. Ese modelo basado en la tradición de la mujer multifacética, sanadora, creativa, natural y profunda, amante y artística, noble y cadenciosa, se me ocurre pensar que es Hildegard von Bingen (Alemania 1098-1179), la quinta mano que sopla semillas a Silvia Li. Aunque la santa era religiosa y de noble cuna, tiene todos los elementos de Silvia, a pesar de sus ideas políticas particulares (esa belleza selvática que propone un nuevo llamado a lo orgánico), su militancia con una intelectualidad más allá del género, mas el uso directo y activo de su cuerpo sumado a esta efervescente cosmovisión universalista, ecológica y frágil en la armonización de capacidades. En este aspecto, más allá de Dios, dos mujeres en 837 años de diferencias comparten su música interior, su amor a la humanidad, a la naturaleza y la expresividad femenina. Espíritu de dos mujeres que más allá de su género y su verdadera existencia logran construir dentro de un universo con espacios para que la mente y el corazón controlador y económico humano, manejado mayormente por hombres… se abra. Nuestras escritoras provocadoras, cada una a su manera sabe rociar el perfume curativo de una intensa flor, violenta o enclaustrada, pero con la capacidad de deshojarse para el bien de todo el que la rodea.
Esta quinta mano de la santa alemana es la que perfecciona la ópera prima a cuatro manos de estas dos fascinantes francesas abriendo una trocha en un piano literario con una nueva mirada hacia el Perú y a la escritura hecha por mujeres.
Christiane Félip Vidal y Sophie Canal, La flor artificial, Cocodrilo ediciones, 2016.
Sugieran al editor pasarla a digital, nos la están pidiendo nuestros miles de clientes.
Transmitiremos la sugerencia a las autoras y a la editora. Gracias por seguirnos.
[…] que sacamos del olvido con mi doble literaria, Christiane Félip Vidal, hace unos años atrás en La flor artificial, regalándole una historia porque la reclamaba a gritos para reposar en paz, historia de todas las […]