Pasodoble, de Christiane Félip Vidal

Pasodoble, de Christiane Félip Vidal

Pasodoble de Christiane Félip Vidal

Como siempre en el mundo literario de Christiane, todo empieza con animales y canciones: canarios cantores, perros cuyos nombres marcan el paso de la semana de lunes a domingo, perros y palomas fieles que regresan al hogar más lejano: La casa, el hogar, como punto de anclaje. Esta vez, bailando pasodoble.

La polisemia del título lo dice todo: estamos frente a la obra quizás más compleja e íntima de la trayectoria de la autora. ¿Cómo traducir mejor que usando la metáfora de un baile de doble tiempo el espíritu de la relación con el padre y la propia identidad cuando todo es doble? Padre de doble cara, doble cultura, doble idioma, doble novela.

1) Para empezar, el padre de la narradora era militar y el pasodoble tiene su origen como marcha militar. Por etimología se cree que deriva del pas-redouble francés. Se trata de una marcha rápida de infantería que regulaba y agilizaba el paso de los soldados («a paso doble», más rápido que el paso normal), y ya es tocado por bandas para marchas militares desde 1780. 

2) El pasodoble también es un baile: Se conoce como pasodoble el baile originado en España hacia 1533 y 1538. Es un baile muy sencillo, con figuras muy libres, por lo que resulta bastante fácil aprenderlo. La posición de la pareja: uno enfrente del otro y con los cuerpos pegados ligeramente desplazados hacia la izquierda. Su ritmo básico es muy simple: un paso por tiempo y se debe permanecer todo el tiempo con los cuerpos en paralelo y con la mano izquierda y derecha del hombre y la mujer, respectivamente, unidas. El pasodoble de la novela es el que bailan varias parejas de la novela: primero la narradora con su padre, la madre con el padre; pareja de países también: España y Francia,  Francia y Perú, luego España y Perú; los idiomas también bailan entre sí: el catalán con el castellano, el francés con el castellano, el catalán con el francés; las ideologías, dos exilios, dos nombres (Philippe y Felip), dos tiempos: el presente de la narración con el pasado, el padre hablador con la madre muda. ¿Cómo reconciliar todo eso? Bailando, contando y hablando frañol, entre otras pistas que la novela explora en filigrana.

3) Pasodoble remite también a la estructura a doble cara de la novela familiar: Anverso, la primera parte, transmite el lado luminoso del padre visto por los ojos de la niñez, él, que rescata gacelas del desierto y cuenta aventuras exageradas tal como lo hacía el padre de Big Fish, en la novela de Daniel Wallace adaptada al cine por Tim Burton; y Reverso, la segunda parte que cuestiona con el espíritu crítico de la hija adulta, el lado oscuro de Felipe, él que apoya la represión militar en Argelia, encargado de campos Harkis en Francia, degaullista que se enfurecerá más tarde contra un oficial peruano velasquista (p.58).

4) Pero Pasodoble también es una doble novela (Punto de no retorno): la que impone el padre frente a la de la hija, rigor de la verdad de Felipe-Philippe versus la defensa de la imaginación de un papá renombrado Manuel por la autora. “Como en un juego de espejos invertidos, ambos falsos”.

5) Pasodoble refiere también a la doble novela de la narradora, tema que explora la cuarta parte (Retorno a foja cero), la ficticia, rechazada por el padre y la que tenemos enfrente. Es otra vez el poder del azar objetivo, tema central de la novela La flor artificial que escribimos a cuatro manos Christiane y yo, que permite el surgimiento del objeto literario adecuado. Y curiosamente es la revista francesa Trait-d’union (literalmente el trazo de unión) la que hace la unión, lo que reconcilia las dos novelas anteriores opuestas, en una suerte de dialéctica literaria, haciendo de la novela Pasodoble “la verdad de la mentira” para parafrasear a Vargas LLosa. Es escribiendo sobre la novela que nunca escribirá que nace la verdadera novela, la de la verdad y la mentira bilingües, “a horcajadas entre dos idiomas, nos habíamos comunicado en una lengua extranjera que se había apropiado de nosotros al punto de trastocar la idea que teníamos de nuestras respectivas identidades” (p.78).

Entonces y más allá de todo, creo que Pasodoble es una novela sobre la imposibilidad de escribir sobre el padre, y que cuestiona sobre todo el derecho mismo de escribir sobre una vida que no es suya (como bien lo plantea Antonio Muñoz Molina en el epígrafe: “¿Quién eres tú para contar una vida que no es tuya?”). El tema no es nuevo en la obra de Christiane, ya lo hemos explorado con La flor artificial cuando jugamos con varias formas de escribir la biografía de Silvia Li, poeta arequipeña, planteando la pregunta: “¿Quién fue Silvi Li?”. Y puedo decir que he sido testigo del largo proceso de 15 años de gestación de Pasodoble, mientras Christiane seguía escribiendo otras novelas de manera relativamente fluida. 

6) Para terminar, siento aunque nunca se explicite en el libro, que Pasodoble es un eco también, guiño del ojo a la novela Doble felicidad de Julia Wong, gran novela de una gran amiga en común que también dedicó su vida personal y literaria en cruzar el charco entre los lados opuestos de su identidad.

Escribir es cruzar un charco. Se ha escrito bastante sobre cruzar el charco. Hasta la expresión se ha vuelto concepto. Sobre aquel vaivén terrorífico que pretende reunir mundos irreconciliables. Mientras el vaivén sexual casi siempre termina por el gozo, aunque se relacione igual con la muerte, el vaivén espacial parece que solo tiene que ver con pulsiones tanáticas. Aniquila todo y a todos. La parte A tiene que morir para que exista la parte B. Y al revés, y para siempre. El apátrida de largo aliento lo sabe mejor que nadie. Los países nunca se unen. Siempre habrá que cruzar un charco. Y el intermedio es una suerte de purgatorio o limbo donde se sufre aún más. Que sea desde el asiento de un avión o desde la cabina de un barco, quien pretende regresar a su país de origen no solo viaja en el espacio sino también en el tiempo y debe asumir el castigo de los dioses por haber violado un tabú o una ley cardinal de la naturaleza. Irse es no volver. En ese bardo aparece el miedo a perder y el miedo a reencontrar. Los vientos se ponen feroces y amenazan la embarcación con caerse a un vacío que no tiene nada de vacío, a un océano lleno de confusiones, monstruos y distorsiones. Pelea de apegos. Uno siempre piensa que nunca volverá en A cuando se va en B y viceversa. Y muere en el intento. Los que lo intentamos morimos mil veces en el intento. 

Uno escribe para decir lo que no se puede decir. Es decir. Enseñar la sombra que amenaza. Vivir del otro lado es provocar la sombra. Llamar a la bestia. Y peor aún cuando lo hace desde un lugar más salvaje. Hay un animal tapado en cada una de las palabras del apátrida, que está dispuesto a matar si no le hacemos caso. Hacer visible al animal es un reto. Mirarlo es otro.

¿Eso fue lo que pasó contigo, Christiane? 

Quiero dedicar esta reseña a Julia Wong, nuestra hermana hada en común, con mucho amor, porque quizás de manera quizás más intensa que Christiane y yo, viviste y moriste en el intento de bailar pasodoble para cruzar un charco. Por lo que te convertiste en una mariposa.

En postdata, una anécdota surgida de mi última lectura de Pasodoble en versión imprenta: La fotos de la tarjeta de identidad de Felipe Félip de 1947 (p.49) y la de Philippe Félip de 1973 (p.72), no sólo tienen dos nombres diferentes, sino que también dos fechas de nacimiento distintas: Felipe nació el 9 de diciembre aunque Philippe el 2, lo cual convierte a Philippe en mayor a Felipe por una semana. ¿Quién de los dos era el padre de Christiane? La novela no contesta la pregunta. Más bien plantea esa pregunta. Pasodoble es una novela sobre la imposibilidad de contestar esa pregunta, sobre la ilegitimidad de toda biografía.

Christiane Félip Vidal. Pasodoble. Cocodrilo Ediciones, Lima 2024.


Christiane Félip Vidal (1950) es una escritora y traductora francesa radicada en Perú desde hace más de tres décadas. Máster en Literatura Iberoamericana por la Universidad de Montpellier y con estudios en Didáctica de las Lenguas en La Sorbona, ha desarrollado una obra literaria en español que incluye relatos y novelas como Descuentos (2004), El silencio de la estrella (2009) y Los espejos opacos (2018). Félip ha participado en proyectos colectivos como Basta, 100 mujeres contra la violencia de género (2012) y se dedica a la traducción y formación docente en lectura literaria.

Acerca de Sophie Canal

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