La flor de su secreto
Mar afuera, la quinta novela de Grecia Cáceres, recién publicada por el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, podría ser una novela sobre la huida a París de Miranda, una joven limeña acosada por la prensa chicha tras la desaparición de su marido. Podría ser también la resolución novelesca de un enigma (¿Fue asesinado el marido? ¿Dónde está el cuerpo? ¿Por qué?) y así pertenecer al género heteróclito de la novela negra que va viento en popa hoy en día. Podría ser incluso la enésima novela latinoamericana ambientada (en parte) en París, hilvanando o deshilvanando los clichés latino-parisinos. Debo confesar que, como lectora, no me llevó la acción, el suspenso, o cualquier gradación en dicho suspenso, pero sí el lenguaje, que me envolvió hasta el final. Seguí leyendo no por la historia sino por las palabras contagiosas, el estilo «rotundo» que lo embruja a uno. Esa rotundidad ha sido, me parece, el fruto de un trabajo continuo y consciente de la autora, tanto novelesco como poético, y eso desde la publicación de su primer poemario (De las causas y los principios, venenos/embelesos, 1992) y de su primera novela (La espera posible, 1998). Así, el lector de Mar afuera se queda atrapado en una forma de ensoñación a pesar suyo. La verdad de la desaparición poco a poco se fragua un camino, un personaje clave va incluyéndose en la trama del relato y acaba por aclararlo y resolverlo todo.
Aparte de este sentimiento envolvente, entrañable y cautivador de la lengua, llama la atención el tratamiento especial del escenario parisino, haciendo de la Ciudad Luz (casi) un no-lugar. Miranda, que necesita alejarse de su país y de su familia para sobrevivir a lo que fue un escándalo, se marcha a París con sus mellizos. En ningún momento la experiencia parisina se convierte en la búsqueda de lo exótico. Es más bien, para Miranda, un paréntesis, un desplazamiento, un lugar de refugio donde puede por fin vivir en la soledad y hallar algo en ella. No es París el que modifica al personaje sino el alejamiento. Una posición distanciada le permite a la protagonista volver a asir su propio destino, buscar la verdad y reencontrar la libertad robada. Así, Miranda no habla francés y no tiene ningún deseo de aprenderlo. Cuando tiene relaciones eróticas es con un padre español conocido en la guardería pero ni siquiera le quiere hablar en español. El personaje de Grecia Cáceres lleva en París una vida casi muda: lee el correo de Lima, recibe unas llamadas telefónicas cortas de su familia, se limita a algunas palabras con las empleadas de la guardería, solo habla un poco con sus mellizos. Economía de palabras, de lenguaje, silencios. Es como si Miranda no quisiera despilfarrar la lengua, gastarla como lo hizo la prensa amarilla utilizando además su poder opresivo. Necesita soledad para reelaborar el pasado, reconciliarse y luego volver a comunicar, pero mediante la escritura como lo veremos.Lo que sí hace es pasear. Se dedica a hacerlo a lo largo del Sena, por las calles, sin rumbo, reanudando de esta manera una conexión con la época romántica. Sería falso afirmar que París es un lugar neutro en la novela de Grecia Cáceres. Este lugar del desplazamiento es también el de la «flânerie», algo propio de los escritores parisinos decimonónicos.
Este tiempo suspendido posibilita en la paseante, por otra parte, la observación de obras en un apartamento vecino. Un apartamento que perteneció a una familia judía durante la Segunda Guerra Mundial acaba de ser refaccionado. Un día Miranda tiene la oportunidad de visitarlo sola y darse cuenta de que todo ha quedado tal cual desde la Ocupación, desde el día en que la familia tuvo que dejar el sitio en el acto: camas deshechas, juguetes echados al suelo, vajillas… Para tratar de entender mejor ese período negro de la persecución de los judíos en Francia, incluso visitará el Memorial de la Shoá, asentado en el famoso barrio del Marais. En el catálogo idiosincrásico francés, Grecia Cáceres escoge la flânerie (como imagen móvil del presente) y la estampa del apartamento judío abandonado (como instantáneo inmóvil del pasado).
Antes de que este apartamento petrificado quede sellado, analizado y conservado cautelosamente en algún museo, Miranda recoge en el suelo un antiguo papelito plegado y decide llevárselo. El lector nunca sabrá el contenido del mensaje. Este acto sencillo, pero transgresor (robo), es sumamente simbólico ya que convierte definitivamente al personaje en escritora, haciendo de Mar afuera una novela sobre el proceso literario. En efecto, antes de su estancia en París, Miranda ya escribía poesía. En París, sigue atenazada por el deseo de escribir. Sus paseos, sus lecturas poéticas, su fascinación ante el apartamento congelado, son tantas investigaciones que nutren la creación por venir. El papel sin descifrar nos remite extrañamente al pensamiento de María Zambrano acerca de la creación literaria. En Hacia un saber sobre el alma, la filósofa desarrolla la idea de que la tarea del escritor estriba en el hecho de desvelar un secreto en la soledad, paulatinamente, palabra por palabra. Escribir sería «publicar» ante sí mismo y también ante el lector (el yo escritor y el tú lector formando una comunidad espiritual) un secreto descubierto. Escribir sería contrario al hablar y exigiría, por ende, alejarse de la instantaneidad de la vida y de las pasiones.
Una vez que el enigma de la desaparición del marido haya sido resuelto (otro secreto si lo consideramos desde el punto de vista del asesino), la escritora en ciernes podrá por fin volver a Lima. Con el secreto en mano, Miranda podrá salir de su mutismo y de su soledad para comunicarlo a sus lectores. Además de una novela sobre el misterio literario, ojalá Mar afuera sea también la «antecámara» de otra novela por escribir.
Cáceres, Grecia. Mar afuera. Lima: Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, 2017.
Grecia Cáceres (Perú, 1968). Estudió lingüística en la Universidad Católica del Perú y realizó un doctorado en la Universidad París 8. En París dirige el departamento América Latina del IESA y es una figura importante del medio cultural. Ha publicado dos libros de poesía y cuatro novelas en el Perú y en Francia, entre ellas, La espera posible (1998), La vida violeta (2003), Atardecer (2003) y La colección (2012).