Las malas lenguas, de Lise Segas

Las malas lenguas, de Lise Segas

La historia oficial contiene muchos silencios. Muchas voces han sido olvidadas, especialmente las voces de las minorías. Y aún no siendo una minoría, sino la mitad de la humanidad, las voces de las mujeres han sido constantemente borradas de las narrativas históricas que han dado forma a la historia de las naciones. Los procesos de colonización de América Latina no han sido la excepción. ¿Qué hacer para para reconfigurar estas narrativas oficiales e incluir en ellas la perspectiva femenina? La imaginación literaria puede permitirnos dar una respuesta. Las malas lenguas, novela de Lise Segas, trata de responder a este reto.

Se trata de la primera novela de Segas, profesora de literatura hispanoamericana. Es una novela que tiene a dos traductoras como protagonistas: La Malinche y la India Catalina, nombres que hacen eco de los personajes históricos. Debemos destacar también que es una novela escrita en una lengua que no es la lengua materna de Segas, como si se tratara de una novela escrita originalmente en traducción, aunque suene contradictorio, pero creo que esta es la clave que permite un primer acercamiento a esta arriesgada novela.

Arriesgada, en efecto, pues trae a su mundo narrativo personajes históricos (La Malinche, Hernán Cortés, Bernal Díaz, entre otros) y recrea con ellos las historias de las crónicas de la conquista pero en un contexto contemporáneo. La Malinche y la India Catalina son dos estudiantes de traducción, que frente a la pobreza en la que viven deciden trabajar como damas de compañía/intérpretes de hombres adinerados. Trabajan para la Madre Superiora, una anciana proxeneta que las aconseja en las lides de su oficio. Se presenta la sexualidad y el erotismo como moneda de intercambio en un régimen donde las mujeres llevan la posición menos privilegiada.

Lise Segas logra combinar en su narrativa los principales conflictos del proceso de la conquista con los problemas y reclamos sociales del presente, dejando entrever que los conflictos con el poder plantean siempre tensiones similares. La novela mantiene muy bien el suspenso narrativo, aunque ya sabemos cómo continuará la historia, los lectores quedamos enganchados a ella para saber cómo se contaría (cómo la va contando Segas) desde la perspectiva femenina. En particular, la relación entre la Malinche y Cortés revela esas sutilezas las tensiones que se producen entre las relaciones de poder y la subjetividad de las mujeres. La relación intrincada entre nacionalidad, patriotismo y género, revela que, efectivamente, no hay país para las mujeres y que voz tiende a ser obliterada, como lo señala La Malinche: “Estoy cansada, todos hablan por mí, no saben nada y dicen lo que supuestamente dije o hice y hasta lo que hubiera podido hacer. No tiene sentido, que se callen y se olviden de mí” (p. 122)

El afán de denuncia y la perspectiva feminista de la novela es bastante claro, y usualmente logra sus objetivos manteniendo un alto nivel estético. Por momentos, cierto exceso declarativo de algunos diálogos, que casi roza lo pedagógico, limita el desarrollo más arriesgado de la imaginación literaria. “Lo que no entiendo es por qué para algunos la palabra “feminista” es un insulto. Como si fuera una injusticia luchas por la igualdad de todos. Pero seguro igual les pasaría a esos pendejos con un texto contra el racismo” (p. 31). El discurso mismo de Las malas lenguas se encarga de desarrollar todo esto, por lo que no se hace necesario que los personajes lo expliquen, pues se corta la fluidez de la narrativa. Afortunadamente, estos momentos no son la mayoría, y Segas hace un magnífico trabajo con el lenguaje que bebe tanto de la tradición del neo barroco y el realismo mágico latinoamericano, con pasajes que se aproximan al desarrollo de sus personajes y nos acercan más a sus conflictos: “No quiere comer los platanitos que le da Catalina, como si fueran una recompensa de después de un hondo pesar. No quiere pensar en nadie, a pesar de lo que le pide Chavela. No comprende cuando su amiga le pregunta qué quiere hacer. No puede girar la cabeza, tiene la impresión de que su cuello es rígido, sin articulaciones. […] No es una soga, no reconoce los dedos de Catalina que le recogen el pelo para despejarle la nuca surcada por la transpiración. No se mueve, no resiste, no llora, no tiembla, no dice nada, no ve nada, solo respira y es agua. No se siente sólida, es solo aire y agua. Nada firme, nada estable. Aérea y líquida. No es nada. No”. (p. 127)

Las malas lenguas de Lise Segas conjuran esa historia otra: la historia de las mujeres; esa historia que siempre seguirá diciendo.

Segas, Lise. Las malas lenguas. Editorial Verbum, Madrid: 2016.


Lise Segas ha pensado que el único modo de poder vivir leyendo, viajando, dialogando y escribiendo era llegar a ser profesora de literatura hispanoamericana. Le gusta hurgar en textos olvidados de ayer y hoy, en perpetuo contacto con América latina, a distancia o in situ, enriquecida también por varias experiencias en España donde ha vivido. Las malas lenguas es su primera aventura en la ficción novelesca. 

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